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Columnas y artículos de opinión
Caída de virreinatos
Helí Herrera Hernández
16 de julio de 2012
alcalorpolitico.com
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Twitter: HELÍHERRERA.es
 
El regreso del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia de la República implica la transformación de la cadena de mandos en la superestructura política de ese instituto.
 
Los resultados del primero de julio liquidan los poderes de ordeno y mando que tenían los gobernadores de ese partido en cada una de las entidades federativas que gobernaban, para revivir “la cultura del dedazo”, sepultada el 6 de julio del año 2000, y por ende, la concentración del poder total en una sola persona: El titular del Ejecutivo Federal.
 
Frases célebres como aquella que circulo en todo el país: “estoy en la plenitud del pinche poder”, dicha telefónicamente por el exgobernador de Veracruz Fidel Herrera Beltrán, pasarán a mejor vida porque hoy mismo están obligados, por lo ortodoxia priísta, todos los gobernadores, a consultarle a Enrique Peña Nieto cualquier decisión de índole política, económica y de seguridad en sus respectivas entidades.
 
Los reyes y sus reinados cayeron con el triunfo del hijo pródigo de Atlacomulco, sepultando todo el poder que tenían en sus respectivos estados, donde solo sus chicharrones tronaban en cualquier aspecto, dado que no tenían que consultar con nadie, ni siquiera con el presidente o presidenta de su partido a nivel nacional.
 
Hoy son, de nueva cuenta, otras las formas, como lo fueron antes del nuevo milenio donde no se meneaba en ningún Estado gobernado por el PRI ninguna hoja, si no era con el consentimiento o decisión del Presidente de la República. Esa es la nueva regla no escrita pero que se tiene que cumplir al “pie de la letra”, so pena que el ejecutivo estatal que no quiera hacerlo se atenga a las consecuencias, que no son otras que las mismas que aplicó el expresidente Carlos Salinas de Gortari contra aquellos gobernadores insurrectos: LA GILLOTINA.
 
Se acabó, por ejemplo, que el gobernador decidía quienes iban a ser los candidatos a diputados federales en cada uno de sus distritos electorales, los candidatos a senadores, la totalidad de los candidatos a diputados locales y, el cien por ciento de los suspirantes a las presidencias municipales.
 
Para la siguiente elección en Veracruz, el Gobernador tendrá que llevar la lista a Los Pinos de los 30 candidatos a Diputados uninominales así como la lista de los plurinominales, para pedirle a Peña Nieto su opinión al respecto, en el entendido que se la podría palomear en un amplio porcentaje, pero que se la modificaría en aquellos sitios donde el Presidente tenga interés en proponer a alguien de su equipo, algún recomendado de su círculo de amigos, personajes inclusive que le serían fieles al ejecutivo federal, logrando de esa forma el control o equilibrio de todos los órganos del poder público en esas entidades, y ni que decir de los Senadores.
 
Entratándose de los candidatos a presidentes municipales el gobernador tendrá de nueva cuenta que consultarle al Presidente si tiene algún recomendado para los principales ayuntamientos del Estado, como lo narran los expresidentes de la República en sus memorias, donde afirman que, por ejemplo, en el puerto de Veracruz, Coatzacoalcos, Xalapa, Poza Rica o Tuxpam quien decidía era el ejecutivo federal, salvo que no tuviera a nadie para colocar allí (el caso del beisbolista Beto Ávila González, famoso con el equipo los Indios de Cleveland, con José López Portillo, quien por admirarlo por su trayectoria en las grandes ligas en los Estados Unidos, lo impuso como candidato, sin preguntárselo al gobernador Rafael Hernández Ochoa, tumbándole el que éste tenía que era Virgilio Cruz Parra, y que como paradoja o perogrullada sus amigos se burlaban de él diciéndole que “se había quedado con el bat al hombro).
 
Y ya que hablamos de candidaturas, la joya de la reina, la gubernatura del Estado, que en nuestro Estado la decidió Fidel Herrera a favor de uno de sus hombres de más confianza, el secretario de finanzas Javier Duarte, éste ya no podrá hacerlo porque quien decidirá el nombre del candidat@ a Gobernador@ de Veracruz será Enrique Peña Nieto, truncando de esta forma todo lo que el cordobés había tejido para favorecer a uno de los dos senadores de nuestro estado.
 
Hoy diría que al que consideraban como Senador de relleno goza de cabal salud, por su relación con un hombre que cedió voluntariamente su precandidatura a la presidencia de la república a favor de Peña Nieto, y que se convirtió a partir de allí en consulta obligada por éste para algunos acomodos y/o enroques políticos no solo para Sonora, sino para Veracruz inclusive.
 
El PRI del que Enrique Peña Nieto dice que no será el mismo del anterior siglo, afirmo que será el viejo PRI, con sus mañas y formas, con su ortodoxia que le permitió mantenerse en el poder por 72 años. No puede ser de otra forma ese PRI porque entonces no sería el PRI, dado que nunca se reinventaron en los 12 años que estuvieron fuera de Los Pinos.
 
El mismísimo Enrique Peña Nieto es el ejemplo, la muestra más palpable de ese rancio PRI que volvió a ganar con trampas, como lo hizo en el siglo pasado, comprando voluntades.
 
Triunfa de esa forma el PRI pero con la victoria los reyes se convierten en virreyes, en empleados del nuevo tlatoani, quitándoles la autonomía que deleitaban y el disfrute del “pinche poder” que gozó a plenitud Fidel Herrera Beltrán, y que le brindó la impunidad que hasta la fecha vanagloria.