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Columnas y artículos de opinión
Autoevaluación educativa
Guillermo H. Zúñiga Martínez
11 de agosto de 2012
alcalorpolitico.com
Da realmente gusto encontrar actualmente noticias de lo que se ha realizado en el pasado, no tan sólo en Veracruz sino en diversas partes de México. Seria presuntuoso que se recordara un artículo escrito por un servidor hace ya varios meses, en el cual abordaba el problema de la evaluación educativa; señalaba en aquella ocasión que lo más importante para calificar el trabajo del maestro y de los alumnos tiene que realizarse internamente en cada institución y que debe ser considerada para esta tarea la sociedad de padres de familia; además, hacerlo al menos cada dos meses para que al concluir el año lectivo se tuviera un resumen que posibilitara valorar el cometido de los mentores y el rendimiento escolar.

En estos días me entero que el ministerio de educación de la provincia de Córdoba, allá en la Patagonia, ordena que se realice una autoevaluación institucional en veinte planteles, incluyendo algunos con carácter de particulares; lo que me atrae, es que al medir el desempeño y práctica docentes, la asimilación de los aprendientes y los vínculos con las familias también se comprenda el clima laboral y los recursos y condiciones de operación que distingan el ambiente pedagógico; otra variable que van a calificar será el ausentismo tanto de alumnos como de guías.

Lo que no me parece del todo bien es que los dirigentes argentinos emprendan esta tarea pero nada mas para registrar las conclusiones, verlas, valorarlas y archivarlas para integrar lo que ellos denominan “memoria pedagógica”. Esto no es correcto porque el esfuerzo que se va a realizar no tiene un sentido pragmático y carece de valor social dado que lo ideal no tan sólo es una valoración por plantel, sino la confrontación, la comparación entre otros del mismo nivel y que abarquen diversas provincias. Muy sencillo es lo que aquí en Veracruz conocimos hace mucho tiempo como concursos de aprovechamiento, que fueron acertados porque provocaban el interés por ser los mejores; en consecuencia, los calificativos de la sociedad y de las autoridades educativas tenían que coincidir para que con base en diversos aspectos se considerara a los profesores y a los escolares más brillantes de la región.


Es cierto que allá en Córdoba, Argentina, los representantes de la enseñanza recibirán un resumen sobre los logros y alcances de cada preceptor, así como una puntualización sobre los problemas relevantes y también les van a exigir que se comprometan a externar sus ideas sobre cómo mejorar, paulatina pero sistemáticamente, la calidad de los maestros y el provecho de los estudiantes. También me parece ilógico que no se lleven a cabo los cálculos estadísticos que son necesarios ya que abordarán cuestiones conceptuales y de este análisis cualitativo harán un balance dos veces al año.

Es plausible que los dirigentes cordobeses señalen que: “Las evaluaciones son necesarias y orientadoras de las mejoras que deben darse en las escuelas, no deben ser sancionatorias ni estigmatizantes. No hay que tener miedo, son herramientas para diseñar políticas de mejora.” Esta concepción me agrada porque existen intereses de carácter internacional por exhibir a tal o cual país en razón de reactivos elaborados a nivel mundial que dejan de lado las características de cada pueblo, los grados de civilización y avances culturales que han alcanzado; no es posible ignorar aquella bella lección aristotélica: No se debe tratar igual a los que son esencialmente desiguales.

Guillermo Buitrago, en nombre de la Junta de Educación Católica, sostuvo que este tipo de evaluación es interesante como proceso pero que debería aceptar algunas herramientas de evaluación externa a las escuelas. Otro de los ángulos que deben ser considerados como importantes es la calificación sobre la manera en que el mentor planifica la enseñanza porque ése es un tema fundamental para alcanzar su calidad; los trabajadores de la educación deben dedicar tiempo para diseñar las clases, reflexionar sobre qué tipo de didáctica utilizar para incentivar a los discípulos, de qué manera hacerlos participar y, lo que es más atractivo, cómo lograr la asimilación de los conocimientos entre los estudiantes.


Por otra parte, me parece interesante la declaración de Juan Monserrat cuando advierte que todas estas intenciones tienen como propósito lograr no únicamente una evaluación de resultados sino de condiciones laborales, lo cual es importante porque está vinculado con el bienestar de los docentes, aspecto increíblemente cardinal porque si el mentor experimenta confianza, dicha, tranquilidad y felicidad con el trabajo que realiza ya es algo muy positivo para sí mismo, para la comunidad a la que pertenece y principalmente para los alumnos que están bajo su conducción; por ello, Monserrat ratifica que la evaluación no debe ser un castigo sino que tiene que ver con la mejor forma de servir a la comunidad.

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