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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Un grupo de académicos se reunió en Xalapa
Miguel Molina
23 de agosto de 2012
alcalorpolitico.com
Un grupo de académicos se reunió en Xalapa para hablar sobre el cambio climático. Me dio gusto porque se trata de una cosa importante. Todos, científicos y legos, tenemos el deber y el derecho de pensar en voz alta y tomar medidas en asuntos tan serios como el calentamiento global y sus consecuencias.

Los académicos advirtieron que hay una "imperante insistencia" en crear una política ambiental "basada en el postulado de que el dióxido de carbono originado por el hombre es el responsable de generar el calentamiento planetario y por lo tanto el cambio climático".

Dicen que es irresponsable afirmar que los cambios climáticos se deben a la actividad humana "pues existen bastantes elementos para demostrar que el dióxido de carbono no es el factor principal, mucho menos el producido por nuestra civilización". Y siguieron por ahí...


Primero me dio risa. Pero después de me dí cuenta de que la ignorancia es más reprochable en quien ha estudiado, sobre todo si los que contradicen al inmenso volumen de datos y estudios que ha reunido la comunidad científica internacional se llaman a sí mismos científicos. Parecería que los irresponsables son otros.

Prefiero pensar que no supieron decir lo que querían decir. Dicen que los programas de mitigación del cambio climático "podrían estar basados en ideas equivocadas", y que se estaría frenando "la actividad industrial y agropecuaria de los países del tercer mundo en detrimento de la generación de productos, empleos y servicios".

El error, para los integrantes del Instituto de Ciencias Avanzadas de Veracruz (incorporado a la Universidad Popular Autónoma de Veracruz), es que muchas políticas públicas pueden ser producto de "postulados, axiomas y observaciones incorrectas sobre lo que en realidad está pasando".


La ciencia no es un acto de fe sino una disciplina que organiza el conocimiento en explicaciones demostrables. Quien se tome la molestia de buscar información sobre el tema en la internet puede encontrarla en el sitio de las Naciones Unidas (http://www.un.org/es/climatechange/). Si prefiere la versión de un columnista, siga leyendo.

El tema no es nuevo. Juan Bautista José Fourier - autor de una Teoría Analítica del Calor - escribió en 1824 un ensayo sobre el efecto de algunos gases (sobre todo el dióxido de carbono) en la temperatura del planeta, asunto sobre el que ya habían escrito Claude Pouillet y otros científicos del siglo XVIII. Y tal vez otros antes.

Ya sabemos que el dióxido de carbono forma una capa que no deja salir de la atmósfera la energía que recibe el planeta. Y eso hace que la temperatura se eleve, como si viviéramos en un invernadero. Quienes sintieron las inversiones térmicas de el Distrito Federal - causadas por la acumulación de partículas en el Valle de México - saben cómo es la cosa, aunque sea en escala.


Y si uno se atiene a los hechos - esos animales escurridizos que a veces evaden por igual a periodistas y a científicos - sabe que las emisiones de gases que causan el efecto invernadero aumentaron a partir de mediados del siglo XVIII, con la Revolución Industrial...

Por lo pronto ya no importa quién es responsable de las emisiones de gases. Lo urgente es hacer algo, porque - aunque no lo digan así los académicos - el cambio climático es un problema económico que se debate en términos científicos. Y sus efectos se ven en el aire y se sienten en carne propia y se sufren en los bolsillos.

Cada vez que hay un huracán, una tormenta, una sequía prolongada, fenómenos extremos que ya son comunes, alguien tiene que organizar albergues para damnificados, conseguir transporte, comida, ropa, cobertores, agua, medicinas. Alguien tiene que pagar la reconstrucción de la infraestructura afectada por los fenómenos extremos. Alguien tiene que pagar las pérdidas de cosechas, bienes y animales.


Pero no todos quieren aceptar los hechos. Hace algunos años, la Cancillería Británica y la BBC me comisionaron para dar conferencias y organizar seminarios y talleres sobre cambio climático y calentamiento global en Argentina, en Chile, en Bolivia, en Uruguay.

Hablé con legisladores y con funcionarios, con políticos y con periodistas, con diplomáticos y con civiles de esos y de otros países, y de vez en cuando alguien salía con los mismos argumentos incrédulos.

En Buenos Aires, un legislador me retó: Argentina no produce tantos gases y por eso no tiene que gastar en políticas ambientales. Le dije que los fenómenos extremos que vemos (tormentas más frecuentes, huracanes más intensos, sequías más prolongadas, plagas más resistentes) no distinguen entre quienes produjeron gases y los que no.


China, India y otras naciones alegan que tienen derecho al desarrollo aunque sea usando las mismas tecnologías que han afectado al clima. Argumentan que las economías desarrolladas causaron el problema que vivimos todos, y que por eso los países ricos tienen la obligación de financiar lo que sea necesario para mitigar los efectos del calentamiento global.

En fin. Sospecho que los últimos en poner en duda el corpus de investigación científica sobre el cambio climático y sus causas son las corporaciones cuyos intereses se ven directamente afectados con cualquier control de emisiones, y los académicos del Instituto de Ciencias Avanzadas de Veracruz.

Sería bueno que la institución tuviera cuando menos un sitio de internet que le permitiera compartir con el resto del mundo la información que hizo a sus académicos decir lo que dijeron en público la semana pasada. Pero no tiene ni eso.