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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
Otro cisma
Benjamín Garcimarrero
27 de agosto de 2012
alcalorpolitico.com
Corría el año de 1964 cuando una señora entrada en años y carnes, ataviada con un vestido talar y quien dijo llamarse Candelaria Cáceres Pocasangre, se presentó en el pequeño bufete que mi hermano y yo habíamos instalado en una casona ruinosa de la Calle de Dr. Liceaga, Colonia Doctores, a una cuadra de los juzgados civiles en el D.F. Ella requería del consejo legal para hacerse del templo dedicado al “Dios del tercer tiempo”, encarnado en don Leonardo Alcalá Leos, quien había muerto de un chorro chiflador debido a una terrible infección que lo llevó a la tumba.
 
El achaque fue que Don Leo decidió caminar sobre las aguas a semejanza de Jesús, pero no teniendo a la mano un lago Tiberiades, optó por atravesar el gran canal de aguas negras que pasaba precisamente frente al templo dedicado a la religión que había fundado, conocida como “Ley de Paz Leos”.
 
Don Leonardo nació en Guadalajara Jalisco, en el año de 1894, y falleció en 1964 a la edad de setenta años. Era campesino y comerciante en su terruño, pero por azares del destino descubrió que tenía facultades hipnóticas, las que no se explicó en términos de ciencia o Psicología, así que supuso que era el instrumento de Dios para salvar a la humanidad. Convencido de su misión sobrenatural, evolucionó hacia la forma de locura llamada teomegalomanía histeroide, que han padecido tantos profetas pasados presentes y futuros, por lo que abandonó la verdulería que tenia en el mercado guadalajareño, repudió esposa e hijos y se fue la capital a difundir su nueva religión, bajo el postulado de que en el primer tiempo, el profeta había sido Moisés, en el segundo tiempo Jesús y en el tercer tiempo Don Leonardo Alcalá, o sea, él mismo.
 
Para aclimatarse en el D.F., logró otra verdulería en la Merced, lugar mismo donde conoció a doña Candelaria Cáceres ya mentada, y a la que le daban ataques epilépticos igual que a San Pablo; ella decía se sufría de ataque pirotécnicos, el caso que en unas cuantas sesiones de hipnosis, la curó.
 
Corrió la voz y empezaron a llegar adeptos y discípulos, lisiados y seguidores y a cual mas sanaba de sus males con mas eficacia que los placebos del IMSS. Contrariamente a lo que dice La Magnifica, don Leonardo se llenó de bienes y se hizo rico.
 
Su muerte sin resurrección, claro, atrajo a sus hijos para reclamar la cuantiosa herencia dejada por el profeta autóctono en el D.F., en cuyo acervo se encontraba el templo destinado al culto de su credo increíble.
 
Para no dejar en suspenso esta historia, conviene contar que el edificio del culto religioso pasó a ser propiedad de la nación por estar destinado precisamente a eso y se le dejó como responsable depositaria a la sacerdotisa Cáceres Pocasangre y a un discípulo al que motejamos como “El cascabel” porque usaba una cinta morada en el brazo derecho. Todos los demás bienes fueron para los hijos del Dios del Tercer Tiempo.
 
Don Leonardo hizo veintidós mandamientos que adicionaron la tabla de Moisés dictados en el Sinaí por el mismísimo Yahvé.
 
Viene al caso la referencia a los teomegalómanos, término que define a quienes su desequilibrio mental los lleva en las primeras etapas a creerse vicarios, apoderados o enviados por la divinidad y conforme se agrava el mal se sienten el mismísimo Dios encarnado. Ejemplo reciente tenemos en el suceso que toma actualidad donde un personaje de nombre Martín de Tours se ha apoderado de un poblado del Estado de Michoacán rebautizándolo como Nueva Jerusalén.
 
Seguidores de un cura cismático, llamado Nabor Cárdenas Mejorada, finado sin resurrección, que después de ser excomulgado por la Iglesia Católica que mantiene el monopolio religioso en México desde Fray Juan de Zumárraga y los franciscanos que con él vinieron, decía que Papá Nabor, que no tarda en llamarse Papa Nabor; como tantos papas y antipapas produjo el Vaticano; dejó su impronta ordenando curas como el tal Martín de Tours; que ahora entre sus mandamientos impuestos en la Nueva Jerusalén, Michoacán, adoctrina para: No ver ni jugar futbol , no periódicos, no televisión (eso puede ser bueno), no estudios de escuela y otros mas que los medios noticiosos han listado.
 
Pero no vayamos a las menudencias de la patria, por ahí hay casos documentados en Inglaterra como el de Guillermo Monod, que murió en una clínica de locos con el mismo padecimiento de sentirse Dios. Busque monodeísmo y lo va a encontrar.
 
Cismáticos de abolengo que han trascendido como Martín Lutero, Juan Calvino, Marcel Lefebvre, hay que mencionar el gran cisma de Occidente que llevó el papado de Roma a Aviñón Francia.
 
La Iglesia mexicana, ahora representada por Norberto Rivera Carrera, último inquisidor de México, por medio de sus voceros, reprueba el cisma de Martín de Tours, a quien se le gotea lo desquiciado frente a las cámaras de TV.; pero ante ello cabría preguntarse:
 
Todos esos mitos sobre la historia patria, ¿son mejores que los que se contienen en los testamentos sinópticos?
 
¿Es mejor propiciar las escuelas confesionales del monopolio creado por Marcial Maciel, que las morrallas que pretende el depauperado Martín de Tours?
 
¿Hay que hacerles el caldo gordo a los inventores de Juan Diego o a los que dicen que la virgen del Rosario les habla, aunque ni señas les haga?
 
La lucha está ahora entre la libertad de cultos y la educación laica.
 
Profetas, alienados y teomegalómanos, siempre habrá. Ayer Moisés y ahora Martín el de Michoacán, pasando por Don Leonardo Alcalá, Doña Candelaria Cáceres, el Niño Fidencio, Pablo de Tarso, Torquemada, Rivera Carrera, Ratzinger, y tantos mas que no terminaríamos esta lista tan larga como arenas tiene la mar.
 
Y lo peor del caso es que el sistema de gobierno no sabe que hacer, más que propiciar monopolios y negocios, excepto aquellos que ya están concedidos y explotados por carteles y mafias milenarias como es el caso del que padecemos en esta sobajada patria. Y tal parece que así seguirá por los siglos y de los siglos, amén.