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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
El equipo y la congruencia
Rebeca Ramos Rella
10 de septiembre de 2012
alcalorpolitico.com
De las palabras, a las acciones. El Presidente Electo ha empezado a actuar, a ejercer, a trabajar y a conducirse con la investidura.

Sabe que hay expectación sobre sus decisiones, mensajes y acciones. Sabe que está siendo observado y analizados todos sus pasos. Como certeramente Aguilar Camín lo ha reflexionado, a los presidentes democráticos se les ha endosado lo más implacable de la crítica y del señalamiento público: “México veneró a sus presidentes autoritarios pero tiene una querella sostenida con los democráticos. Nunca los presidentes se han ganado más ardua y democráticamente el puesto. Nunca han sido más maltratados por los poderes concurrentes de la vida democrática”.

Ciertamente podemos vislumbrar que en el caso de Peña Nieto, el escrutinio social y de la opinión pública será más fuerte, simplemente porque el retorno del PRI a Los Pinos, a muchos les levanta ámpulas, a otros, les ahonda el desprecio; a millones les da esperanza de cambio y a otros tantos, les genera dudas. Los meses de la transición han sido fértiles para que López Obrador acendre su odio por las instituciones, leyes y autoridades y su negación a aceptar el veredicto mayoritario de las urnas; el discurso manipulador y distorsionado que sella su salida de la alianza de las izquierdas y del PRD que lo encumbró y lo toleró, para continuar por el camino de la insurgencia y la confrontación, advierte de la rebelión dizque pacífica, pero intransigente, maniatada y radicalizada para acosar al Presidente Electo y a su gobierno.


Peña sabe que tendrá marcaje personal de los rabiosos opositores extrapolados. Sabe bien que la herencia del PRI viejo y los vicios y excesos que lo han distinguido por décadas, aunque no en exclusividad, son un lastre del que tiene y debe despojarse. Sabe que tendrá que tejer las alianzas necesarias con el PAN y ahora quizá con el PRD que ya lo reconoce –motivo de la salida de AMLO- y demás minipartidos para concertar reformas y leyes en el Congreso. Sabe que su papel histórico en esta nueva etapa es ser el transformador del sistema, del régimen y del partido gobernante que los creó. Sabe que tiene la oportunidad única de ser el primer Presidente desde el PRI electo democráticamente y por tanto debe serlo, ejercerlo y demostrarlo en cada acción y decisión de gobierno.

Peña está consciente de que ya se supone y se preconcibe lo que se puede esperar de él y de su gobierno y sabe que debe sorprender a los mexicanos con lo contrario. Está calibrando el sentir y la reacción. Y en la Presidencia democrática que ha comprometido ejercer, habrá de escuchar, considerar y hasta corregir, si hay fundamento, si hay rechazo, si hay mácula generalizada.

Nos ha presentado a su equipo de transición y ha tenido cuidado en reiterar que no se trata del Gabinete Presidencial definitivo. Vimos caras conocidas en campaña; personas muy cercanas al entonces candidato, que seguramente sí serán cardenales; personajes de la política local mexiquense. Ninguno de Veracruz, por cierto.


El Presidente Electo tiene la prerrogativa y todo el derecho de integrar a las personas que él considere como “los mejores hombres y las mejores mujeres” para apoyarlo en el desarrollo del cambio de gobierno y también de quienes lo conformarán, salvo los casos que la Reforma Política promulgada le indica consensar con el Congreso. Tiene el respaldo mayoritario y por ende la confianza social mayoritaria en sus determinaciones, aunque insisto, en apego estricto a su planteamiento de construir una Presidencia democrática, ha dejado claro que escuchará y atenderá a todos y a sus diversas visiones y propuestas.

En el ejercicio de esa apertura y tolerancia que anima, hemos de expresar algunos comentarios.

De entrada, al mencionar a su equipo transitorio, escuchamos apellidos conocidos con caras jóvenes; vástagos o parientes de algunos personajes del viejo PRI que él mismo, asegura, ya no cabe en este capítulo.


Podemos entender estos nombramientos desde la lógica de los equilibrios necesarios entre grupos priistas poderosos que le han pedido incluirlos y que Peña ha tenido que arropar, por el momento. Personas sin duda, que arriban con toda la carga mohosa de las formas y mañas antiguas para encumbrarlos, sin más virtud que ser herederos de sus famosos familiares y en casos, de no tan de buena fama ni simpatía ciudadana.

Así vemos a la sobrina de Salinas de Gortari reciclada una vez más, tal como lo hicieron entonces, cuando de la nada, salvo por dedazo y cortesana consideración al ex Presidente y a su padre masacrado en 1994, la hicieron diputada plurinominal, pues nadie supo ni sabe ahora, de su liderazgo social o trabajo en base. Antes fue la concesión por miedo o por alabanza y ¿ahora?; ocupa un espacio que le sigue siendo arrebatado a mujeres priistas con mucha más trayectoria, talento y liderazgo.

Hallamos al hijo de otro expresidente fallecido, que sólo por serlo, ha tenido algunos cargos en el gobierno. Está otro hijo de un exgobernador, que convenientemente se metió hace algunos años al equipo y ya ha venido trabajando desde el gobierno mexiquense, por lo que la prospectiva política, muy ingeniosa del padre, es lo que se le reconoce. No hay carrera política relevante. Igual está otro hijo de un exsecretario particular presidencial, que sólo se le conoce por eso mismo.


No se minimiza la preparación o la experiencia que estos retoños hayan podido adquirir en su formación y experiencia. Al contrario, se entiende que siendo familia, las posibilidades de poder político y económico de sus parientes empoderados, les hayan bendecido con las mejores escuelas, viajes, las mejores oportunidades. No conocen de la cultura del esfuerzo ni están forjados en la lucha cotidiana para sobrevivir, para administrar carencias y prioridades, como el resto de los priistas promedio; tampoco se sabe si a pesar de la vida de privilegios que han tenido, hayan desarrollado la sensibilidad política y social indispensables para enaltecer una genuina vocación de servicio, eficaz oficio político, convicción y transparencia. No se sabe si estén vacunados contra la contaminación del poder que a la mayoría corrompe. Pero ya están ahí, tiene la opción de demostrar que el hecho de ser “juniors” puede ser más una virtud que un defecto.

La costumbre de la cultura política mexicana, acendrada por nuestro aún arcaico sistema político en las formas y en las concepciones, acepta y consiente la entrega de estafeta de una generación a otra, con los tintes hereditarios de las monarquías y no es práctica privativa del PRI. Así vemos a los hijos de la dictadora sindical Gordillo; al hijo de la señora Sahagún; a la esposa fallecida del polémico y vomitivo Hank Rhon, como legisladores célebres.

En la izquierda, también pululan los ejemplos: las esposas, las novias, los maridos, los parientes en las listas y en primeros lugares. Así los Cárdenas han crecido. Así el hábil René Arce, ahora más priista que los que ha combatido, a cada una de sus mujeres legales o no, las apoyó para ser lideresas, legisladoras, servidoras públicas; la más conocida Ruth Zavaleta a quien la distingue su florido y soez lenguaje, la vulgaridad y el chantaje en su oficio político, quien desde su organización civil, se dedicaba a la invasión de predios irregulares, cobraba y amenazaba con cuotas y asistencia a marchas, a los desfavorecidos ilusionados de tener un lugar donde vivir; misma lideresa, que supo ascender y olvidarse de su lucha social para enfundarse con trapos de diseñadores y asumirse festejada por la supuesta congruencia de ser una izquierdosa ejemplar.


Vemos entre las filas peñistas a varios renombrados izquierdistas a quienes los unió la ruptura con al mesianismo autoritario de López Obrador y en un evidente acto de venganza, hallaron cobijo en el mismo PRI que muchas veces oímos y atestiguamos, despreciaron y enlodaron.

Peña, en una decisión estratégica los recibe en el nombre de la pluralidad y la apertura tolerante y democrática que ha propagado, como una provocación al caudillo irascible y también, como una táctica inteligente para despojarle el monopolio de la lucha popular y del “renacimiento de la Nación”.

Objetivamente se comprende la jugada de Peña, en su tablero. En la medida en que construya un equipo plural y representativo de la misma diversidad política nacional, al no contar con la mayoría absoluta en el Congreso, tendrá a su lado a interlocutores y negociadores de otros signos e ideologías, -si las recuerdan algunos-, para puentear con los ex correligionarios y lograr acuerdos y pactos. Así se prevé entonces que el expresidente Fox haga lo propio con sus panistas yunquistas y logre su embajada.


¿Y qué pensarán los priistas de estos vínculos multicolores?

¿Cómo los estarán asimilando y analizando los y las priistas, militantes, dirigentes, cuadros, legisladores, aspirantes o suspirantes a puestos y presupuestos en el Gobierno Federal?

¿Estará Peña considerando la reacción de sus partidarios reales, leales y disciplinados, que tienen décadas labrando triunfos para el PRI en sus estados y municipios y que nunca se les ha reconocido nada, ni se les ha dado la oportunidad de figurar?


¿Qué reflexionarán los priistas del D.F. que conocen de la inteligencia y dedicación al trabajo de Roberto Campa, que no se le regatea, al recordar que en la elección de 1997, siendo Presidente del Comité Directivo Estatal, obediente y efectivo, ordenó a los presidentes de comités distritales “a quedarse quietos y a aguantarse como machitos”, cuando se le pedían instrucciones ante el grosero fraude y saqueo de los perredistas, a quienes finalmente les entregó la ciudad, misma que no se ha podido recuperar? ¿Cómo olvidar que trabajó para los panistas y luego se alió a Gordillo como candidato presidencial? Variopinto y excelente operador, ahora con una cartera segura en el Gabinete.

¿Acaso en el PRI no hay suficientes mujeres valiosas, talentosas, brillantes, honestas y demócratas, íntegras y congruentes que tienen mucho más que aportar y mejorar que la señora Rosario Robles?

¿Qué opinarán miles de lideresas priistas, mujeres destacadas e invisibilizadas por el machismo, la misoginia, la discriminación, las herencias cupulares, de que Robles se presuma como la próxima Secretaria de Desarrollo Social federal o lo que le toque?


¿Nadie va a protestar? ¿Tienen miedo?

¿Acaso el Presidente electo se enojará si alguien lo cuestiona o lo contradice, tal como en los mejores tiempos del tlatoani, que él mismo promete no reciclar?

¿Se quedarán calladas y agacharán la cabeza cada que doña Rosario les de órdenes?


¿Cómo se sentirán las priistas y los priistas, de que esta mujer que ha dicho y vociferado odio y acusaciones contra el PRI y los priistas toda su vida, frases y actos que hemos atestiguado, ahora sin deberla ni arrepentirse, goce de las mieles del poder, gracias al esfuerzo, institucionalidad, militancia, labor, entrega de miles de priistas mujeres de corazón y razón, que trabajaron para que Peña ganara?

¿Con qué calidad y autoridad moral Rosario Robles podrá encabezar la batalla contra la pobreza de millones y contra la desigualdad de millones de mujeres?

La memoria colectiva reciente la reconoce bien como una política corrupta y misógina. Todo México se enteró de sus complacencias afectivas, vía contratos de construcción a su querer del momento, en diáfano tráfico de influencias, un delito y en inobjetable desvío de recursos públicos, otro delito. Y nada negó. La señora Robles usa la bandera de la equidad y la igualdad de género para venderse como referencia de luchadora social, pero en los amarres internos, se ha mostrado rejega a apoyar a otras mujeres y a permitirles su avance y empoderamiento por temor a que le quiten el reflector y el estandarte. No le agradan las mujeres que le hagan competencia o la opaquen, las prefiere mansas y poco talentosas.


Nada supimos de la Agenda de Género que ella pudo alentar durante la campaña presidencial priista, salvo lo que el candidato propuso. La señora Robles se dedicó a integrar redes de votantes femeninas, movilizar, organizar, pero en sustancia no contribuyó en nada a la lucha de género, ni enrutar leyes, políticas públicas, ni acciones específicas con perspectiva de género.

Y el colmo. En un desplante de arrogancia y engreimiento, muy distante de la modestia y sensibilidad política de Peña, su Jefe, la señora Robles nos regala su amplia dentadura, afirmando en entrevista que “ ahora está del lado del equipo ganador”, una frase déspota, plena de resentimiento a sus enemigos –AMLO que la llama traidora- y evidentemente arribista. Su conveniencia la hizo derrapar públicamente.

No se entiende, en este caso, que Peña haya comprometido el combate determinado contra la corrupción, en clara advertencia a sus compañeros priistas, desde gobernadores hasta alcaldes y demás embelesados por el poder y ahora cuente entre sus cercanos, a genuinos exponentes de la corrupción desde la izquierda, asumida como inmaculada en la lucha por y para el pueblo.


Quizá desde su perspectiva pragmática piense que le va a funcionar, utilizar estos lazos con la izquierda para desactivarle a López su estrategia populista y salvadora de pobres. De entrada ya lo orilló a liberar a sus partidos rehenes y a crear el propio.

Pero el Presidente Electo no debe soslayar que la Presidencia democrática pasa por el PRI, por su renovación de origen, por su transformación. Y aunque el nefasto Raúl Salinas declare que duda de un cambio real dentro del partido –al que daña más si opina y se revela priista- lo que suceda dentro del PRI y del primer equipo va a trascender afuera, es decir al gobierno y a su capacidad de gobernabilidad y credibilidad.

La congruencia es necesaria y vital. Si no habrá más corruptos dentro, que la consigna sea pareja, ni los nuestros ni los ajenos. Si habrá nueva forma de ejercer el poder, no se debe recurrir a los cartuchos quemados ni a los propios ni a los importados, pero tampoco a los jóvenes esculpidos en la cultura autoritaria sin posibilidad de reivindicación.


La tarea es difícil. Balancear a grupos, intereses, compromisos y estrategias y el país, en tanto, espera y demanda a los mejores y a las mejores. Y de éstos y aquéllas, por ahora, poco se ve.

Ojalá haya ajustes y ojalá los y las priistas progresistas y autocríticos se expresen, como debe ser en un partido que debe aprender a ser democrático, donde el debate lo revivifique, donde la disciplina no sea más la sumisión, ni la divergencia, desobediencia, ni la propuesta distinta, la rebelión.

Si el PRI será el nuevo, si quiere gobernar y cumplir, tendrá que empezar por manifestarle a su primer priista su apoyo y también sus reservas. La verticalidad y las imposiciones deben ser reliquias. Si van en serio, hay que demostrarlo.


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