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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Ejercicio político antes de cenar
Miguel Molina
13 de septiembre de 2012
alcalorpolitico.com
Inevitablemente uno piensa en México y en las elecciones que el país acaba de sufrir, y una extraña asociación de ideas hace que uno piense también en los ingleses, que son muy afectos a analizar lo que hicieron para aprender de sus errores.

Ese ejercicio colectivo no significa que el análisis sea siempre serio ni que aprendan a no cometer los mismos errores, pero permite que uno confirme que las actividades de la cosa pública son cosa de todos (aunque al mismo tiempo muchos terminan por pensar que la política siempre es cosa de otros...).

La prensa mexicana (leo diarios y semanarios grandes y pequeños mientras tomo café cada mañana, y oigo radio mientras hago la cena), las conversaciones de viva voz o por escrito con amigos y conocidos y hasta desconocidos, me dicen que otra vez hay un país dividido, amargo por la pena, apático y desconfiado.


Así que el miércoles me puse inglés mientras hacía la cena y pensé en México. Primero hice las cuentas de la apatía, y sé que no se puede hacer mucho ante el preocupante rigor de los números: Enrique Peña Nieto va a llegar a la presidencia con los votos de poco menos de veinticinco por ciento de los empadronados en el Registro Federal Electoral.

Revisé los argumentos de la desconfianza: unos sobre el número de partidos políticos, otros sobre Andrés Manuel López Obrador en lo personal y otros sobre la izquierda en lo general. Me dí cuenta del tamaño de la intemperancia y del nivel de la ignorancia maliciosa.

Hay quienes se oponen al registro del Movimiento de Renovación Nacional sin fijarse en los números. Puede ser que ya haya muchos partidos políticos, pero pocos consiguieron casi dieciséis millones de votos para su candidato, que quedó en segundo lugar de las elecciones. Habría que ser necio para rechazar el registro a una organización así...


Hay quienes aseguran que la izquierda está prácticamente acabada, políticamente muerta, fracturada por las tribus que la componen, y que el Partido de la Revolución Democrática echó a López Obrador antes de que fuera demasiado tarde.

Pero la unidad es problema de la izquierda (donde no militan los críticos de la izquierda). No falta quien piense que el PRD - descendiente del Frente Democrático Popular de 1988 - nunca estuvo unido. Habrá quien escriba un tratado sobre lo que realmente pasó. Habrá quien con su pan se lo coma, y habrá quien lo analice a la hora en que los demás preparan la cena...

A fin de cuentas - como muestran los números - lo que importa y lo que preocupa es que el país está otra vez dividido. Y está amargado porque nadie ha podido detener la violencia, impedir los secuestros y las extorsiones y calmar los miedos, y porque la función pública sigue siendo botín de quienes debían ser servidores. No hay para dónde correr.


El país necesita un espacio de izquierda como necesita uno de derecha para todas las opiniones y todos los proyectos. Pero también requiere de un presidente sin amigos que esté dispuesto a distanciarse de los líderes corruptos, de los políticos oportunistas, de los funcionarios venales, de las prácticas impropias.

El reto de Peña Nieto es organizar a una sociedad que pueda ver los argumentos de otros sin odio y sin recelo, dispuesta a discutir y analizar lo que pasó para no cometer los errores de antes, que a veces son los de siempre. Y ahí tenemos que aprender todos.

A todos nos conviene que se acaben los abusos. Que no haya más profesores comisionados. Que no haya más líderes riquísimos. Que se acaben los candidatos que saltan de puesto en puesto y de partido en partido. Que no haya funcionarios viviendo en casas inexplicables, con vehículos increíbles y fortunas incalculables. Que las cosas cambien.


Quienes podemos publicar lo que pensamos tenemos la obligación de pensar (cuando escribimos o cuando hacemos la cena) no en lo que queremos o en lo que despreciamos sino en lo que necesita el país. Es hora de aprender de nuestros errores.