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Columnas y artículos de opinión
PRD, oportuna escisión
Angel Lara Platas
18 de septiembre de 2012
alcalorpolitico.com
La separación de Andrés Manuel López Obrador del PRD, no representó necesariamente un paso hacia adelante como algunos lo han querido interpretar.

Tampoco es la perdición del tabasqueño como insistentemente se ha comentado.

Si analizamos el estado de cuenta electoral de AMLO, podríamos observar que perdió la presidencia de la República, pero ganó muchas posiciones en el campo legislativo y eso también cuenta.


El tabasqueño hizo una campaña exitosa pero no ganó. Más de quince millones de votos no es cualquier cosa, pero la estrategia de los cañonazos verbales que hacían temblar el terreno político le representó un alto costo electoral.

Ahora, los quince millones de votos ya no le pertenecen a él solito, tendrá que compartirlos con los partidos de la izquierda. Según las cuentas de los propios perredistas, si contendiera de nueva cuenta por la Presidencia de la República con su nuevo partido político, le tocarían un poco más de la tercera parte, unos seis millones de votos, insuficientes para soñar con el triunfo.

En el evento del domingo 9 de septiembre en el Zócalo capitalino, celebró su asamblea ante la que definió su futuro político.


Contrario a lo que se esperaba, en esta ocasión las palabras incendiarias quedaron como difuminadas en un banco de niebla. Sin llamados a la resistencia civil, a la toma de calles y casetas de cobro, solo utilizó el espacio y el momento para lanzar indirectas.

Pero no desperdició la oportunidad para exhibir sus odios. Dijo que el presidente electo Enrique Peña Nieto está formando su equipo con hombres y mujeres de bajo nivel moral.

Pero el término “mujeres” llevaba destinatario, o más bien destinataria. Evidentemente se refería a Rosario Robles Berlanga, ni más ni menos la que lo hizo ganar en la única elección que ha triunfado: la de Jefe de Gobierno del Distrito Federal, en el año 2000; y que ahora se ha incorporado al equipo de transición del mexiquense.


La separación de López Obrador era un secreto a voces. Ya se veía venir.

En el último sexenio fueron evidentes las peleas entre el dirigente Jesús Ortega y el 2 veces candidato presidencial.

Marcelo Ebrard, a pesar de su tolerancia a los grupos belicosos que toman las calles como el SME (Sindicato Mexicano de Electricistas), no está muy de acuerdo con algunas actitudes de Andrés Manuel. Aparte de que esa relación podía frustrar sus aspiraciones para el 2018.


El perfil combativo de AMLO tampoco iba muy de acuerdo con la imagen que Miguel Ángel Mancera trató de proyectar en su campaña: hombre prudente, dispuesto al diálogo y a los acuerdos.

El Peje sabía que era un personaje incómodo para el perredismo, pero tampoco podía quedarse sentado en su cómodo sillón para ver pasar el mundo. Su condición de zóon politikon no lo permitiría.

Por ello su decisión de dejar la casa, de irse junto con su Morena a otro lado.


Dicen que a su “asamblea” llegó con dos discursos y que las circunstancias le dirían cuál usar. Finalmente se decidió por el discurso de la melancolía. No era para menos. En el escenario se le vio desamparado y vacios los asientos del presidium a pesar que la concurrencia no era para desalentar a nadie.

Las invitaciones personalizadas para estar en el templete y entregadas en propia mano, no fueron lo suficientemente motivantes para los invitados especiales. No acudió el jefe de gobierno electo del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera. Tampoco acudió Jesús Zambrano, presidente del PRD, cuyo lugar era el de al lado de Andrés Manuel.

Ni el diputado Ricardo Monreal, ni el líder histórico del Movimiento Ciudadano (ex Convergencia), Dante Delgado Rannauro.


Una vez solo y su melancolía, resultaba inaplazable el anuncio de la creación de un partido de su manufactura: Morena.

Morena, que nace como frente, luego se torna en movimiento, ahora será un partido político. Andrés Manuel podrá tomar decisiones sin consultar a nadie… que no sea López Obrador.

El PRD inicia así una nueva etapa. Aunque escindido pero sin las ataduras de un líder que nada tiene de izquierda y mucho de mesiánico. El partido del sol azteca, por las últimas declaraciones de sus principales dirigentes, tendrá la oportunidad de participar en el juego de los contrapesos que requiere la política mexicana.


Indiscutiblemente que la separación de López Obrador reduce las posibilidades de triunfo del PRD de cara a las elecciones presidenciales de 2018. Sin embargo, podrán construir un interesante proyecto político con sentido y rumbo, que verdaderamente represente los intereses de las izquierdas progresistas del país.

La separación se da justo antes de una fuerte implosión al interior del PRD.

Ya empiezan las críticas. Anticipan que el sello principal de Morena, como partido, será la protesta, el bloqueo, el plantón y la tozudez de su líder político.
A partir del próximo diciembre empezará la carrera de las izquierdas rumbo al 2018.


López Obrador y Ebrard Casaubón seguramente se volverán a encontrar, pero ahora como candidatos que rivalizarán por alcanzar el puesto político más alto que hay en el país.