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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
La paz imposible
Rebeca Ramos Rella
24 de septiembre de 2012
alcalorpolitico.com
Alguien ha alborotado el avispero. Quizá no midió las consecuencias de acto tan temerario. Tal vez lo desbordado era la perversa intención. Lo lamentable es que hay heridos y muertos y nada justifica la violencia que siempre incita a más violencia con saldos trágicos.

En el ejercicio de la libertad de expresión, derecho humano fundamental y universal, un grupo de estadunidenses –algunos cristianos egipcios avecindados en EUA, un productor conocido por ser antiislamista y actores extranjeros- decidió hacer una parodia para ridiculizar, burlarse, distorsionar, difamar a un líder religioso sagrado. Un pasquín francés lo caricaturizó unos días después. El video que circuló por redes sociales llamado “La inocencia de los musulmanes”, que denigra al profeta Mahoma y lo pinta como un común mujeriego y pederasta, ha significado una enorme blasfemia y una gran ofensa, imperdonable, para un mil 100 millones de musulmanes en el globo, que en mayoría habitan en 20 países árabes, medio orientales, norafricanos y otros asiáticos.

El mundo islámico está agraviado y ha respondido con protestas, condenas, ataques violentos a consulados y embajadas de EUA en sus países; ya Rusia, Canadá y Francia han repudiado pero temen represalias populares y la reacción conveniente de grupos extremistas y terroristas, que hallan pretexto para azuzar odio y sed de sangre contra todo lo que huela a Estados Unidos y Occidente.


La exacerbación de la condena y de la rabia contra los irresponsables ofensores se ha intensificado en marchas y protestas en las representaciones diplomáticas de EUA y en plazas públicas.

La ola de indignación se ha esparcido en la Franja Occidental y Franja de Gaza, en Palestina; Jerusalem y Tel Aviv en Israel; en Bangladesh; en Sanaa, Yemen; El Cairo, Egipto; Trípoli, Libia; Yakarta, Indonesia; Khartoum, Sudán; Cachemira; Bengazi, Libia; Teherán, Irán; Bagdad, Kut y Basrah en Irak; Islamabad, Karachi y Lahore en Pakistán; en Kabul, Jalalabad y Nangarhar, Afganistán; Mogadishu, Somalia; en Túnez; Kouba, Argelia; Londres, Reino Unido; Ciudad Kuwait, Kuwait; Chennai, Srinagar e Hyderabad en India, Amsterdam Países Bajos; Maldivas; Sri Lanka; Doha, Qatar; Jos y Sokoto en Nigeria; Casablanca y Sale en Marruecos; Damasco, Siria; Amman, Jordania; Nouakchott, Mauritania; Kuala Lumpur, Batu e Ipoh en Malasia; Diraz, Bahrein; Estambul, Turquía; Mombasa, Kenia; Sidney, Australia; Sidonia en Líbano; Antwerpen, Bélgica; París, Francia.

Hay precio por asesinar a los hacedores del famoso video y de la publicación francesa; hay órdenes de aprehensión en Egipto contra ellos.


¿Y qué necesidad de ofender? ¿Qué satisfacción pervertida la de humillar y vejar al Islam?

La tensión en Medio Oriente es alta.

El conflicto en Siria llega a los peldaños vergonzosos de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad. Hay cantadas amenazas de uso de armas químicas contra opositores al gobierno del dictador sirio; hay apoyo declarado y hasta la muerte del riesgoso nuclearizado Irán; hay una crisis humanitaria de miles de desplazados y refugiados que han cruzado la frontera y padecen precariedad y desconsuelo en Turquía; hay víctimas civiles, niños y mujeres, cada día y en tanto, la comunidad internacional observa violaciones a derechos humanos y masacres sin resolver por la vía diplomática; un fracaso que el negociador Kofi Annan, tuvo que reconocer para retirarse.


Y en el Día Internacional de la Paz –celebrado el pasado 21 de septiembre-, el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon hace un llamado al vacío para poner fin a las hostilidades en el globo, en el nombre de la paz y de la sustentabilidad, indispensables para la supervivencia. Renueva el exhorto a resolver conflictos por la vía pacífica y a actuar para construir la paz sostenible, que garantice recursos naturales, educación, salud y futuro para las nuevas generaciones. Pero los discursos conciliatorios son ecos que reverberan en una cordillera de sordos.

El enredo cruento sirio no tiene salida. Es pública la operación de la Inteligencia ya no tan encubierta de EUA y del financiamiento y apoyo armamentista a los revolucionarios. Hay precio sobre la cabeza de Al Assad por 25 millones de US dlls, vivo o muerto. China y Rusia se niegan a aprobar más sanciones o una intervención multinacional que pudiera aprobarse en el Consejo de Seguridad de la ONU, para buscar la renuncia o deposición del régimen represor y asesino. Pero el oso y el dragón, aliados de Siria, siguen boicoteando una resolución severa; condenan pero no logran convencer a Al Assad para que se vaya. En medio de esta escalada, el Embajador estadunidense en Libia muere bajo fuego en un atentado terrorista, producto de la ira por el video denigrante y como un golpe estratégico en sus acciones extremosas contra Washington y sus aliados en la región.

El bumerang musulmán gira frenético para castigar a los culpables de la magna injuria.


¿Por qué la reacción islamista es tan temeraria y mortal?

Simplemente porque el mundo musulmán ha sido agraviado persistentemente durante décadas desde la creación del Estado israelí; por la ocupación israelita, arbitraria e ilegal de Palestina; por la violación a las resoluciones de la ONU sobre la despótica victimizada actitud de Israel, que insiste en amacharse como la manzana de la discordia en Medio Oriente y al amparo de la Casa Blanca; es el mismo Islamismo, señalado y enlodado por los ataques a las Torres Gemelas; por una costosa e intervencionista guerra en Irak sin evidencias de armas nucleares; por la ocupación de Afganistán en el nombre del odio contra Bin Laden.

Por la persecución, asedio, racismo y miedo que cualquier ciudadano barbado, ojeroso y moreno, que cualquier mujer con hijab o burka, padecen, en una sociedad xenófoba que los apunta y los acusa, sólo por su apariencia, por su religión, por su nacionalidad, con criterios irracionales parecidos a los usados para discriminar, humillar y apresar a los mexicanos migrantes.


Porque esta sociedad de doble moral, que abandera el liberalismo en la base intransigente de la imposición de sus valores, creencias y principios, requiere de diablos y enemigos, para desatar su vocación por la guerra, su ambicioso y rentable negocio militar, su necio reclamo de erigirse como la democracia excepcionalista que monopoliza la misión de salvar al mundo.

¿Y dónde queda el discurso de Obama en la Universidad de El Cairo del 4 de junio de 2009 en el que planteó la reconciliación, la tolerancia y el respeto con los musulmanes?

Fue tal la trascendencia de ese mensaje que especialistas lo califican como la inspiración primaria que sembró los levantamientos populares en Túnez, Egipto, Libia, Yemen; que en Siria arrecian y en otros, se mantienen incubados.


En el grito de libertad y democracia los pueblos árabes han despertado, buscan su libre autodeterminación y sus derechos. La bonanza de la construcción de democracia en aquella región reclama trato parejo y respetuoso.

Pero el mensaje obamista de El Cairo ha vuelto a la demagogia. Aunque el gobierno de Washington ha intentado reforzar la nueva política exterior en Medio Oriente, Israel se negó a restablecer las fronteras de 1967 que devolverían a Palestina su territorio; ha rechazado a dejar de construir asentamientos en los territorios ocupados; sigue administrando y guardándose los ingresos que deja el turismo en los sitios, patrimonio cultural e histórico de Palestina, en una evidente violación del derecho internacional.

Y Obama ha tenido que declinar la presión sobre Israel, porque está en campaña releccionista y la comunidad judía es fuente de financiamiento y de votos para conseguirlo. Al grado de que EUA dejó de financiar a la UNESCO en una represalia arbitraria contra la organización que ha dado un estatus a Palestina, nación que reclama la conservación y administración de su patrimonio en sus tierras ocupadas.


En estos sesgos y desencuentros, la convocatoria a la coexistencia pacífica entre árabes y judíos aún es un ideal pacifista y la ley internacional y los derechos humanos son pisoteados por la impunidad y la complacencia.

La tolerancia que invocó Obama aquel verano, no ha permeado en los pueblos, ni en sus concepciones, de un lado y del otro. La enemistad, la rivalidad y el encono han crecido y estas ofensas públicas son una señal muy nítida.

La libertad de expresión tiene límite: El respeto del derecho a la libertad de credo y religión. Es curioso que desde el referente libertario del orbe fluya impune la misma intransigencia que combaten. Es paradójico que condenen la muerte y la violencia y no el fanatismo antimusulmán que han provocado.


Una vez más, el libertinaje irresponsable, ha agraviado la fe religiosa en una muestra de deleznable de intolerancia. El saldo es la rabia, el dolor y la venganza.

Nada lastima más a un pueblo que la denigración de su credo y la sacudida a su conciencia. No hay peor error que atentar contra la fe, que para millones, es su única esperanza.

Si para Marx, la religión era el opio de los pueblos; para la democracia, la intolerancia es el veneno.


Si para la paz en Medio Oriente, el respeto y la coexistencia son vitales, el fundamentalismo de cada lado es mortal; es la guerra de fe, es la paz imposible.

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