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Columnas y artículos de opinión
Espacio Ciudadano
A propósito de Santa Anna.
Jorge E. Lara de la Fraga
27 de septiembre de 2012
alcalorpolitico.com
“El odio ahoga la inspiración, embota el
 entendimiento y absorbe los sentidos.”

Estoy leyendo el segundo volumen del libro “País de un solo hombre, el México de Santa Anna,” de la autoría de Enrique González Pedrero y puedo decirles en principio que se trata de un amplio proyecto de investigación minuciosa de corte histórico sobre una etapa muy importante de nuestro país. González Pedrero, catedrático de la UNAM, especialista en sociología, economía y en ciencias políticas, así como ex-representante popular y ex –funcionario público, explica que los motivos de esa obra es la falta de estudios dedicados a ese lapso desde la consumación de la Independencia nacional al período previo a la Revolución de Ayutla y los rasgos similares que encontró entre Santa Anna y los hombres dedicados a la política desde entonces y hasta nuestros días, toda vez que – precisa – “la naturaleza humana no cambia, lo que se transforma es la inteligencia, pero no la pasión. El odio, el amor o el desprecio, esos son eternos...”
 
Los 3 volúmenes de la aludida investigación se denominan: La ronda de los contrarios, La sociedad del fuego cruzado y El brillo de la ausencia; han sido publicados los 2 primeros y está en proceso el tercero. Al respecto indico que ya adquirí los textos disponibles y anhelo involucrarme más en tal era álgida de nuestra naciente nación y en las características de ese controvertido personaje que cubre más de tres décadas del siglo X1X y es investido11 veces por sus contemporáneos como Presidente de la República. No está por demás preguntarnos por qué Santa Anna, habiendo hecho lo que hizo, contó siempre con el apoyo de las fuerzas más importantes de la sociedad mexicana y cómo es que habiendo sido, en buena medida, responsable de la pérdida de significativa parte del territorio nacional, se le podía tener confianza ilimitada. Uno de sus atractivos fue la simpatía, pero también entre sus atributos están la intuición, sensibilidad política, inteligencia, audacia, malicia y el conocimiento de las debilidades de sus contemporáneos. Según Gómez Pedrero : “es un tipo rocanrolesco, fársico, operístico, novelesco ; se le pueden poner muchos adjetivos, pero es un personaje especial, notable. Ese fue el atractivo que tuvo, eso le sirvió de sustento para su repetida permanencia en la Presidencia de la República...”
 
Es pertinente indicar que, entre otras muchas cosas, Antonio López de Santa Anna nace el 21 de febrero de 1794 en la localidad de Xalapa ; a los 16 años ingresa como caballero cadete en el Regimiento realista de infantería de Veracruz y combate a los insurgentes en la campaña de Nuevo Santander (hoy Tamaulipas), donde es herido por una flecha, a sus 17 años. Siendo realista, cambia de bando y se identifica con la causa insurgente; entre 1819 y 1820 establece contacto con Guadalupe Victoria, quien se niega a deponer las armas ; en 1822, Iturbide lo asciende a general brigadier. Desde 1821 hasta el año de 1855 se deja sentir la presencia del hombre nacido en tierras veracruzanas, mismo que luchó contra los españoles, contra los franceses y contra los norteamericanos. Frank Tannenbaum, investigador social reconocido, asienta: “Santa Anna es el genio malo del destino mexicano. Ningún otro carácter en este período turbulento y caótico encarnó en su propia persona tanta maldad y tanto atractivo... Este hombre, el principal arquitecto de la desmembración de México, por la pérdida de Texas y la derrota del ejército mexicano durante la guerra con los Estados Unidos, aún después de estos dos desastres nacionales continuó siendo requerido para ocupar altos cargos públicos, y siguió desempeñando su papel de demagogo y de tirano...”
 
Algo debe aprenderse de la historia y sin querer aparecer como un versado intérprete de los sucesos pasados y presentes, es de destacarse que nuestros antecesores del siglo XIX sufrieron en carne propia sus errores al conferirle de manera reiterada su respaldo al hombre de “Manga de Clavo”, a pesar de sus defectos y garrafales errores políticos. Hoy, en los albores del siglo XXI y ante una titubeante transición a la democracia, sería muy lamentable que por nuestra molicie, irresponsabilidad y ausencia de actividad comunitaria, nos dejáramos manipular y engañar por esa clase política heredera del poder hegemónico que durante más de setenta años (siglo XX), nos condujo con altibajos y con  un saldo desfavorable para las mayorías depauperadas.