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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Cosas que no tienen repuesto
Miguel Molina
4 de octubre de 2012
alcalorpolitico.com
En España fueron decenas de miles. En Portugal fueron decenas de miles. Y fueron decenas de miles también en Italia como han decenas de miles en Grecia y en otros países afectados por una crisis que provocaron otros. Todos protestaban por la situación en que viven.

Esos países están al borde de la bancarrota. No tienen dinero y no hay quien les preste con intereses razonables, y no pueden crear empleos que permitan reactivar sus economías.

Para recibir ayuda de la Unión Europea tienen que hacer reformas estructurales en cosas que tienen repuesto: reducir salarios y pensiones, aumentar edades de retiro, reducir el gasto público, subastar su planta productiva y lesionar su patrimonio territorial.


Este problema tan complicado se explica en pocas palabras: están jugando con cosas que no tienen repuesto, Serrat dixit.

La corrupción fueron todos, como todos sabemos. Los gobiernos no supieron administrar, ciudadanos y empresas evitaron pagar impuestos, los sindicatos terminaron por descomponerse, las instituciones se debilitaron bajo el peso de los intereses creados, y muchos llegaron a creer que el diezmo, la mordida, el abuso de autoridad, eran cosas normales.

Uno piensa en México cuando ve lo que está pasando en el sur de Europa porque acá como allá se sufren los mismos males, aunque sea con diferente intensidad.


Nadie puede negar lo evidente. Muchos líderes sindicales, como muchos funcionarios públicos de reciente hechura, tienen riquezas inexplicables e inesperadas. Muchas empresas prefieren amenazar con irse del país si les cobran los impuestos o les aplican las leyes. Los bancos siguen cobrando por servicios increíbles sin rendir cuentas, y las empresas de televisión operan como quieren. Cada quien se va por la libre.

La corrupción sigue preocupando a todos, aunque a todos les siga pareciendo una cosa común y corriente. La democracia se ha convertido en asunto de tribunales. Y la violencia no cesa. Así llegamos al día en que Felipe Calderón propuso que se reforme la Ley del Trabajo.

La idea de cambiar la forma en que se establecen las relaciones laborales en México no es reciente. A mediados de los noventa, la sección Ideas de Excélsior publicó interesantes documentos de la Organización Internacional del Trabajo sobre el tema, pero al parecer no hubo mucho interés en ninguna parte.


Desde lejos, tampoco se ve mucho interés ahora. Hay comentarios sobre las bendiciones y las desgracias que puede traer la reforma laboral. También es claro que muchos de los que comentan el espíritu de la ley no se han tomado la molestia de leer las ciento dieciséis páginas de su letra.

La desinformación sigue siendo el principal enemigo de esta y de otras reformas que se plantean en el futuro inmediato del país. Nadie sabe bien qué, nadie puede explicar bien qué. Lo que más que aciertan a decir es que nos va a ir muy mal o que nos va a ir muy bien, pero no se dice por qué.

La Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina (CEPAL) asegura que la reforma no va a crear más ni mejores empleos. El gobierno federal asegura que sí. Los empresarios se quejan de falta de claridad en la forma en que se pueden comprar servicios a otras empresas, y algunos argumentaban que sería muy caro crear un seguro de desempleo.


Lo claro es que la protesta ha sido numerosa pero no es representativa, como decía el viernes pasado Epigmenio Ibarra su columna del diario Milenio.

"... pese a todo no están ya en las calles las decenas de miles de estudiantes que, hace muy poco, parecían a punto de cambiar, para siempre, el rostro de este México herido", dijo Ibarra.

Tampoco está la izquierda que obtuvo millones de votos, ni están los trabajadores que se verían más directamente agraviados por la reforma.


"Menos todavía se les ve a todos; estudiantes, obreros, ciudadanos de a pie, militantes de la oposición volver a salir unidos a manifestarse", dijo Ibarra. "Han preferido recluirse en asambleas, ceder el terreno, concentrarse en planes, tan grandes como improbables, mientras olvidan las luchas urgentes y necesarias".

Y uno pensaría que es verdad. También pensaría que los que protestan en España, en Italia, en Grecia y en otras partes de Europa saben por qué protestan, aunque sean parte del problema.

En México todavía no se han dado cuenta del tamaño del cambio que viene, y de que los aprendices de brujos que gobiernan al país están jugando con cosas que tampoco tienen repuesto. Quedan treinta días para que alguien explique y todos comprendan...