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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
Elecciones de colores
Rebeca Ramos Rella
5 de noviembre de 2012
alcalorpolitico.com
Tras la alternancia de izquierda a derecha en España y la caída de regímenes dictatoriales en el Medio Oriente, que desfogaron una ola de transición política y procesos electorales que siguen su curso, desde fines del 2011, este año ha sido eminentemente electoral en el mundo, a causa de otras alternancias significativas: en Francia, retomó la izquierda y sacó a la derecha sarkozista del mando; en México, la derecha regresó a la oposición y el centro octogenario renació y se re-editó. Los dictadores y algunos con tentación de serlo, “por la voluntad electoral” se sostuvieron: Chávez en Venezuela, Putin en Rusia. Y estamos cerrando, con la elección que tiene al mundo en vilo, la sucesión o reelección en Estados Unidos.

Por eso, aunque no vota, la comunidad internacional también opina. Han surgido las voces desde Europa, Oriente Medio y América Latina para hacerse escuchar. El 90% de los europeos de Reino Unido, Alemania, Francia, Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega apoyan la reelección de Obama con 48% contra 46% de Romney -aunque arriba, son cerrados los porcentajes-. Nueve de cada diez en Francia y Alemania, respaldan un segundo mandato; siete de cada diez, apoyan en Gran Bretaña, España e Italia.

Un sondeo arroja que para el 28% de los europeos, EUA sería un país más respetado si gana Obama; 30% cree que no habría cambios y el 34% piensa que su reelección mermaría la óptica positiva del país en el orbe. En el caso del republicano, consideran que si vence, la percepción mundial de EUA empeoraría en 39%.


Según una encuesta internacional elaborada por el Proyecto de Actitudes Globales del Centro de Investigación Pew, reveló que la aprobación de la política exterior obamista cayó 15% en Europa; 19% en Medio Oriente; 18% en Rusia y 30% en China. La popularidad de Obama se desplomó 24 puntos en China; 13, en México; 9 en Oriente Medio; 6 puntos en Europa y un punto en Rusia.

Sin embargo y muy a pesar de la oposición del orbe sobre la política antiterrorista y sus métodos vía ataques de aviones no tripulados, contra líderes y grupos extremistas en Afganistán, Pakistán y demás, Obama conserva cierta confianza pero menor que cuando tomó posesión. En México, bajó de 55% en 2009 a 42% en 2012. Así la percepción positiva de los mexicanos hacia EUA, pasó del 69% al 56%. En Medio Oriente bajó 10 puntos y 4 en China.

Pese a lo que el mundo pueda expresar para bien o para mal del hegemón, a todos interesa y a todos afecta el resultado, pero son los delegados estadunidenses quienes deciden y las tendencias son cerradísimas, al grado del empate técnico.


Esta semana sabremos si Obama ha ganado por una cabeza o si los republicanos han vuelto por el desquite. Los números se han cerrado sorpresivamente en las encuestas; los tres debates en Nevada, Nueva York y Florida, fueron arena de apreciaciones dividas en la opinión pública nacional y global. En general para los estadunidenses, Romney venció en las tres citas con 46% y Obama se quedó con el 44% del respaldo.

Las proyecciones anuncian una contienda muy competida que puede dar sorpresas. Acorde al diario The New York Times, Obama lleva ganados 237 de los 270 votos electorales necesarios para vencer; mientras que Romney tiene 206. Pero la decisión estará en 95 votos de estados variables como Florida que tiene 29; Ohio que pone 18; Carolina del Norte, 15; Virginia con 13; Wisconsin pone 10; Colorado, 9; Iowa, 6; Nevada aporta 6 y New Hampshire, 4.

Un análisis interesante será el comportamiento del voto latino en estos estados, que en su mayoría, apoya al Presidente. Por eso y con todo y el desastre del huracán Sandy, ambos candidatos han aparejado jornadas de apoyo a damnificados y de seguimiento del recuento de daños, con actos de campaña frenéticos en los estados clave.


Florida es la preocupación demócrata. Allá los cubanos y puertorriqueños son en su mayoría republicanos y Romney tiene las de ganar con 2 puntos. Ohio es tierra de indecisos. Los latinos sólo llegan al 3.1% del que la mitad son mexicanos y ciertamente obamistas. En Virginia, hay 7.9% de votantes hispanos y en Carolina del Norte, 8.4%; pero en Colorado con 20% de latinos votantes, la tendencia es a favor del republicano.

Sondeos perfilan que Romney bien podría adueñarse de 70 votos electorales de los “swing states”, sobre 40 votos a favor de Obama en Iowa, Nevada, Ohio y Wisconsin, pero no serían suficientes para derrotar al inquilino de la Casa Blanca. De cualquier forma, la elección de este 6 de noviembre es cardiaca.

Para los mexicanos, lo que sucede en EUA es la batalla entre dos partidos que al final, ejercen el mando igual, desde la cultura del excepcionalismo, que el pueblo de Estado Unidos ha creado y propagado, para asumirse como los guardianes y los salvadores de la libertad, la democracia y del planeta. Allá, los colores de los partidos no cuentan como acá, ni hay pleito si uno viste de uno u otro color, el mexicano síntoma de adhesión o de identidad ideológica a un partido político. Allá, en el país vecino, los colores trascienden las siglas, el espectro político, la plataforma electoral; los colores se sitúan en la piel.


La guerra por la Casa Blanca se ha convertido en genuina lucha entre blancos y conservadores, contra afroamericanos, latinos, asiáticos y demás minorías raciales, más liberales. Usualmente lo primeros, los ricos, estratos medios y altos, que no pagan todos los impuestos que debieran, contra los otros, la clase trabajadora, los migrantes, los ciudadanizados, los descendientes, estratos medios y para abajo; aquellos que han padecido siglos de discriminación, explotación, racismo, disfrazado o explícito; que no tienen todo el acceso a servicios de salud y de seguridad social; hombres y mujeres que con múltiple esfuerzo, se han construido una ciudadanía, derechos y posibilidades, pese a su color de piel, en un país, que promete realizar sueños y oportunidades, bajo la bandera de la igualdad, que en los hechos, ni allá, en la primera democracia del mundo, es totalmente efectiva.

Los analistas llegan a la conclusión que si Obama gana, es vencedor por el apoyo de las minorías raciales; que si gana Romney, es por la supremacía del voto blanco, tradicionalista y profundamente xenófobo. No obstante, me separo de la caída en las generalidades, pero los datos duros arrojan nítidamente la contraposición de estos dos frentes.

En 2008, Obama igualó en votos de blanquitos, al llamado “súper blanco” Bill Clinton con 43% de preferencias, que dibujaron una elección que arrinconó al prejuicio racial, que existe aunque lo nieguen. En ese año el 95% de los afroamericanos lo apoyaron; así el 67% del voto hispano y el 62% de los asiáticos. Obama ganó con el 81% de la simpatía del voto no blanco. Pero en 2010, el voto blanco obamista bajó al 37%, cuyo saldo se fue con los ultras reaccionarios del Tea Party.


Hoy y acorde a una encuesta de The Washington Post, los blancos optan por el suyo republicano con 65%, contra 32% que apoya a Obama, pese a su color de piel. La encuesta de Gallup sostiene que el 69% de los latinos van por Obama, contra 25% para Romney. El 90% de los afroamericanos apoyan a su Presidente, contra 5% que optan por el candidato mormón.

La comunidad latina organizada que suma 23.7 millones de votos, el 10% del total de electores y que viven en California, Texas y Nueva York, anticipa que Obama ganará entre ellos 3 a 1; algo así como 74% sobre 26% para Romney.

Es de hacer notar que el voto blanco representa el 36% del total, así que nadie gana sin su venia y en esta elección un alto porcentaje de ese voto cree que Obama ha favorecido en su gobierno a las minorías y a las mujeres, por encima de los intereses y beneficios de los blancos. Una postura agria de los republicanos, bien discriminatoria, xenófoba y bastante antidemocrática, tomando en cuenta que la sociedad de EUA se erige como la más incluyente y moderna. Pero les ha funcionado a los conservadores, la estrategia mezquina de avivar este sentimiento segregacionista.


De manera que la conclusión es que independientemente del descontento social contra Obama, por el desempleo, la crisis financiera, la recesión que no termina; más allá de su liderazgo y los logros en política exterior que Obama ha demostrado, esta elección, de trascendencia global, se batirá entre los antiguos mitos y prejuicios irracionales e ignorantes, que etiquetan, aceptan o rechazan, a las personas, no precisamente por sus capacidades y obras, sino por su color de piel.

La gran mascarada democrática de una sociedad de doble moral, aparentemente, tolerante, igualitaria y libre, se dibuja en el discurso farsante de que un Presidente de color oscuro trabaja contra los de color claro y no representa al sueño americano, blanco, por supuesto.

Los estadunidenses que votan por Romney y su partido tradicionalista, conservador, al extremo derecho del espectro, han revelado que en realidad, Obama no debe seguir en la Oficina Oval porque favorece a las minorías raciales no blancas, a sus iguales; contra las no iguales, ellos.


El partido republicano y su brazo fundamentalista, el Tea Party, ha acusado a Obama de todo, desde que se sentó: lo ha tachado de socialista, de musulmán, de no haber nacido en territorio estadunidense, de ser débil con los árabes y recio con los judíos, de tener la mano blanda para resolver conflictos internacionales, de debilitar la supremacía militar de EUA en el orbe, de bajar la guardia frente a los “enemigos del mal”. Casi casi de traidor.

Todos, argumentos sin fundamento, para tapar al verdadero: a Obama lo odian porque no es blanco. Y a muchos, a miles, les puede que sea su Presidente y por cierto, un líder mundial, con todo y los bajones de popularidad.

Ha sido el discurso de la descalificación, de la negación y de la manipulación de la realidad contra el estilo distinto, respetuoso, pacifista, tejedor de alianzas que, en el planeta, Obama ha impulsado y también, ha sido la muestra de la hipocresía cínica de sus adversarios de culparlo por los fenómenos financieros que heredó de su antecesor, un republicano iletrado, irresponsable y megalómano, que los incubó y dejó pasar.


Ciertamente Obama ha tenido sus desfases en lo doméstico. Su programa de salud ha pretendido ser más equitativo con los estratos medios y pobres, pero levantó reclamos del sector privado; su postura en la reforma migratoria, le generó críticas severas, ante una posible amnistía a indocumentados. El desempleo le ha cobrado simpatizantes, esperanzados del cambio que prometió. La gente está desmoralizada y lo señalan como el responsable.

Pero a los líderes, a los poderosos, hay que calibrarlos por la presencia o por la ausencia de eficacia y de efectividad en sus decisiones y en sus acciones de poder; por su pericia y talento; por su responsabilidad e integridad; por su honestidad y resolución. Esto califica, refrenda o castiga una sociedad democrática, vigilante, que razona su posición y la de sus gobernantes, cuando los elige.

Guiarse por cuestiones de raza, religión, orientación sexual, género, para decidir el voto, es una regresión histórica, es una aberración, es la ignominia.


Pero como se ve, la elección presidencial en la superpotencia, en la tierra adalid de la democracia, será apretada, porque el racismo pervive y tiene la palabra.

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