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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
La herida abierta
Rebeca Ramos Rella
26 de noviembre de 2012
alcalorpolitico.com
Nadie ha logrado cerrarla. Han sido 64 años. Nuestros padres y abuelos; los hijos y sus hijos de esta generación ya crecen y se enteran de la pus y de la sangre; del odio y del dolor; del resentimiento y de la arrogancia; de la necedad y de la acusación; del victimario y del verdugo, que pasa de una frontera a otra y ya no se sabe cuál es el peor. Es la herida abierta en Medio Oriente.

El sentido común dicta que hay que curarla, que hay que limpiarla, que hay que evitar más infecciones; que hay que aliviar el sufrimiento, para que cicatrice y cerrada, sólo quede la marca de que alguna vez existió y se superó.

Pero no. No hay medicamento ni médicos eficaces; no hay voluntad ni atención adecuada; no hay interés. La intención de que le siga fluyendo podredumbre y daño es la máxima. De nada sirven la diplomacia, las buenas intenciones, los intentos de acuerdos, ni la negociación interminable, donde los vecinos en conflicto se sientan con los encumbrados, que los “asesoran” para resolver. Y hacen como que dialogan y como que se sonríen y se dan la mano y a la vuelta, más ataques, más lastimados y fenecidos. La hipocresía de los aliados no tiene nombre. El cinismo del pacifismo mediocre en su convicción, es vomitivo. No se soporta. No sabe a final cordial y justo.


Pero sí se sabe de los números, las muertes, los huérfanos, los mutilados. Se sabe de los arsenales, cada vez más sofisticados, que les venden, los mismos que los llaman a acordar el alto a las masacres. También se revelan los miles de millones de dólares erogados para financiar la rabia por la aniquilación del contrario. Es el negocio más redituable para los rusos, los sirios, los iraníes, los alemanes, los franceses, los estadunidenses y demás. Es el pretexto más rentable políticamente para extrapolar y exportar, otros enfrentamientos y medir fuerzas de otros involucrados, que no dan la cara, pero sí imponen la fuerza de cada lado, para picarse, para morderse como fieras.

No hay suficientes muertos del lado de los enemigos; no alcanzan las tragedias a todas las familias de Palestina y de Israel para parar el fuego, la guerra, la ocupación ilegal, el abuso y explotación; la injusticia y la violación del derecho internacional.

Nada vale para que Israel, el invasor, la potencia ocupante, abandone la arrogancia y la eterna autoflagelación con la que acostumbra victimizarse, como el pueblo por siempre perseguido, por siempre humillado; el mártir del Holocausto, que desde ese horror, manipula conciencias y culpas; que recurre a la autocompasión, para trasgredir lo mismo de lo que se duele; la ley, la justicia, el respeto, el reconocimiento, la fraternidad, la tolerancia, la paz.


Hoy, el mundo observa lo mismo. Antes sólo veía por televisión y editadas, sesgadas las cruzadas. Ahora el internet agiliza y balancea la opinión, porque la democracia virtual desvela el humo de los intereses nacionales contrapuestos y su tergiversación, que en la otra guerra, la de las redes, les gana simpatías. Pero la historia ya se escribió desde el 48 y fue Israel, el que partió Palestina, el que arrebató un territorio que no era de su absoluta posesión.

Y fue en el 67, cuando invadió tierra que no era la suya, ni donde vivían sólo los suyos y desde donde no ha sabido convivir, por intolerancia, discriminación, por rencor, con otros humanos de distinta religión.

Y es Israel quien ignora con desfachatez la ley internacional que en el Artículo 43 del Reglamento de La Haya, dicta que “los ocupantes deben restablecer y mantener el orden público y la vida civil, en beneficio de la población ocupada y respetar las leyes y las instituciones existentes en el territorio ocupado”. Pero no les importa el derecho. Ni las resoluciones pesadas del Consejo de Seguridad de la ONU, que insistentemente ha impulsado llamados a Israel a detener la construcción ilegal de asentamientos en los territorios ocupados; a sentarse a negociar con su enemigo, Palestina, el acuerdo de paz que nunca se ha cumplido.


Mientras Estados Unidos arrope al Estado judío, en una diplomacia de doble fondo, los israelitas alegarán terrorismo, a cada acto palestino en defensa y exigencia de su legítimo derecho a ser una Nación, con territorio y gobierno propios, es decir, a ser un Estado.

La letanía de agravios legales y letales ha incitado la agrupación del extremismo nacionalista de palestinos,-en Hamas-; de libaneses –en Hezbollah-, que son los brazos armados del dolor y de la ira de sus naciones, contra la prepotencia israelita y que en un fundamentalismo violento, aportan más confrontación en la efervescencia regional.

El irrespeto de Israel los ha engendrado y los ha polarizado al extremo de la no negociación.


Hace unos días, en una de las semanas más sangrientas, Hamas e Israel escribieron con sangre, otro capítulo de esta escalada de traiciones. La más violenta en 4 años. Pese a que en semanas previas se publicaron versiones sobre un intento de los extremistas Hamas para proponer un acuerdo de paz, los israelitas optaron por matar a su líder, junto a su hijo de 10 años. Ahí sepultaron otra apuesta fallida y a otros niños, mujer embarazada y un bebé de 10 meses de un camarógrafo de la BBC.

Otra vez, el mundo fuimos testigos del combate inmisericorde. Fueron mil 500 bombardeos israelitas en blancos de Hamas en Gaza; la respuesta fue el mismo número de disparos de cohetes que llegaron, por vez primera en años, a Tel Aviv y a Jerusalén. El saldo fueron 166 palestinos, 34 niños y jóvenes menores de 18 años muertos y 6 caídos en Israel, en 7 días de intercambios de supremacía militar.

No obstante la intermediación del recién instalado gobierno en Egipto, que logró el cese de hostilidades y alto al fuego, Israel lo violó a unas horas, disparando a un grupo de agricultores que tuvieron la temeridad de acercarse demasiado a las vallas fronterizas, donde fueron recibidos con balas de advertencia. El saldo tras la tregua, fue otro joven palestino de 23 años, muerto.


Tras la muerte del líder palestino Yasser Arafat, cuyo cuerpo será exhumado debido a sospechas probadas de que fue envenenado, la Autoridad Palestina ha arreciado su campaña global para que finalmente sean reconocidos como Estado libre y para que esta guerra eterna, termine.

Seguramente los palestinos han visto en Obama, a un presidente estadunidense más humanista y con mayor voluntad, en las últimas décadas, para tejer la paz y la justicia. Pero Obama, cambiando su discurso de reconciliación, ahora ha sido categórico en reiterar el apoyo a Israel como su gran aliado en la región y para la construcción pacífica, ha remarcado que sólo se dará, por medio de las negociaciones entre dos y los “asesores”, es decir, las potencias Occidentales.

Por eso, Mahmoud Abbas, el Presidente palestino, en su lucha incansable, anunció el pasado día 11, que este 29 del mes, insistirá ante la Asamblea General de la ONU, sobre el reconocimiento de Palestina como Estado independiente. Ni duda cabe que esto desató los ataques de esta semana pasada.


Israel se opone con el aval de Washington. Quieren continuar con las negociaciones interminables que a nada llegan. Israel no quiere devolver a Palestina los territorios ocupados, ni corregir las fronteras del 67; tampoco pretende cumplir la resolución de la ONU de detener la construcción de asentamientos en territorio ocupado, que es la queja de Palestina.

En tanto, la tregua pende de alfileres, Israel, en acto muy generoso, ha permitido que campesinos y pescadores de Gaza retomen sus oficios; que los niños palestinos, casi la mitad de la población de Gaza -1.6 millones-, regresen a sus escuelas, con todo y los traumas de una guerra de egos y saña, que no comprenden, pero que padecen y los pone en peligro.

Es la crónica de más de 6 décadas tintadas de rojo y la gran herida del mundo, que sigue secretando putrefacción.


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