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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Personas que no se ven
Miguel Molina
20 de diciembre de 2012
alcalorpolitico.com
Llevo semanas leyendo que el Centro de las Artes Indígenas (CAI) del Parque Temático Takilhsukut de Papantla es un tesoro, patrimonio intangible de la humanidad, un hito de los derechos culturales de los pueblos indígenas, una cosa de no creerse. Una buena noticia.
 
Como cualquier reportero leo porque escribo y viceversa. Pero cuando quise saber qué piensan los maestros y qué opinan los estudiantes del centro no hallé nada ni en el discurso oficial que celebraba el reconocimento al CAI, ni en los medios que se ocuparon del asunto. Lo único que he encontrado son declaraciones de funcionarios y personajes.
 
He leído lo que dijo la representante de la UNESCO, lo que dijo el director del parque, lo que dijo el gobernador. Sé que visitaron el centro un exgobernador, la directora de Administración y Finanzas del DIF Estatal, la productora de Cumbre Tajín, y el subsecretario de Operación Turística federal, y también han ido diputados federales y diputados locales, otros funcionarios mayores y menores y al menos un artista.
 
Sé que el abuelo Gregorio dijo ¡Paxkat katsini! en París para agradecer la distinción, y que el volador Víctor García tocó su flauta en la ceremonia. Pero eso no basta para contar la historia.
 
No es la primera vez que se me pierden los indígenas. Una vez, en el camino que cruza las montañas de Xalapa a Misantla, topé con un programa de radio sobre la importancia de una lengua indígena en peligro de extinción. Pasó el tiempo. Habló el conductor del programa, habló un antropólogo, hablaron otros. Nunca oí una palabra en la lengua que moría, y nunca supe su nombre.
 
Pasa lo mismo en el caso del CAI. Como muchas otras veces, es claro que la idea de comunicación social se limita a registrar el discurso de las instituciones sin detenerse a pensar en las personas que son parte de una historia. Sabemos que el CAI es importante pero no podemos explicar por qué: lo único que tenemos son detalles salteados que nos ha dado el nuevo periodismo oficial.
 
Nos han dicho que el centro hereda, practica y preserva la tradición de músicos y danzantes, alfareras, tejedoras y artesanos, y teatreros, sanadores, médicos tradicionales, escritores y pintores, y que en él se desarrollan (sic) los modelos culturales más importantes del mundo.
 
Pero no hemos oído a los indígenas. No hemos oído la música que se hace ahí, ni hemos visto bailar a los danzantes ni hemos visto la obra de las alfareras o de las tejedoras. No sabemos cómo curan los sanadores, ni nos han dado a probar los platillos que preparan las cocineras. No hemos leído lo que han hecho los escritores ni hemos visto a los teatreros. Son personas que no se ven.
 
Una de las cosas que aprendí cuando era reportero en Xalapa - y comprendí mejor cuando fui reportero en otras partes - es que hay que contar historias, y que las historias que valen la pena son sobre personas.
 
Pero la historia del CAI - más bien, la ausencia de una historia en este caso - me hizo pensar. Me preocupa ver que muchos medios veracruzanos, aunque no solamente los veracruzanos, prefirieron reproducir los boletines de prensa en vez de buscar a las personas que contaran a su modo la buena noticia.
 
Tal vez sea cosa propia de la estación. Quizá con el año que empieza los medios se interesarán en las personas más que en las personalidades, y todos podremos entender mejor quiénes somos y qué pensamos, porque no todos somos iguales ni todos pensamos lo mismo.
 
Sería triste que el nuevo periodismo veracruzano se limitara a las entrevistas de café y de banqueta, a las conferencias de prensa y a las declaraciones amontonadas en pasillos de palacio y salas de aeropuerto, y olvidara que las personas que no se ven - como los indígenas del CAI - son más interesantes que las que todos hemos visto ya mucho.