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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
Ampudia, seis meses después
Arturo Reyes Isidoro
14 de enero de 2013
alcalorpolitico.com
El jueves, dentro de tres días, Enrique Ampudia Mello cumplirá seis meses en el cargo de Subsecretario de Gobierno. Rindió protesta ante el gobernador Javier Duarte de Ochoa el 17 de julio pasado.
 
Al darle posesión, el ejecutivo estatal dijo que venía a sumar su trabajo y experiencia y que su incorporación reforzaría la efectividad del área mediante la respuesta oportuna y legal a las diferentes demandas de los ciudadanos.
 
“Tenemos el deber de trabajar para todos sin distingo de ideología, hacer del diálogo la premisa para atender y resolver los reclamos sociales e impulsar la corresponsabilidad como el vínculo con la sociedad para que México y Veracruz sigan adelante”, expresó entonces Duarte.
 
La respuesta de Ampudia fue muy precisa: "Con palabras ahora, con hechos después, le digo que mi mayor compromiso personal, mi principal prioridad, será corresponder a este generoso gesto suyo y estar a la altura de lo que en el corazón y en la mente implica la responsabilidad que me otorga… le reitero, señor gobernador, que corresponderé a esta oportunidad con mucho trabajo y absoluta lealtad".
 
La llegada del ahora subsecretario de Gobierno fue un caso especial, sin duda alguna, e inesperado. El tiempo y las circunstancias políticas hicieron lo suyo para propiciarla. Y Duarte de Ochoa tuvo el tino y la sensibilidad política –o tenía información suficiente para dar el paso que dio con toda oportunidad– para invitarlo a que se incorporara a su equipo de gobierno.
 
Porque, pasados los días, los cambios políticos en México han venido a fortalecer a Enrique, pues es cosa de recordar de que hasta antes de que viniera a Veracruz formaba parte del área de estrategia política de la campaña del ahora presidente Enrique Peña Nieto, del conocido entonces como “cuarto de guerra” del mexiquense.
 
Y ahí formaba equipo con dos de los hombres más relevantes de la campaña y ahora del gabinete presidencial: Miguel Osorio Chong, hoy súper secretario de Gobernación, y Jesús Murillo Karam, hoy Procurador General de la República (de Osorio Chong no es nada desdeñable que el presidente haya decidido nombrar a su esposa Laura Vargas directora del DIF nacional, el área que depende directamente de su esposa Angélica Rivera, lo que habla del nivel de confianza personal y familiar que tienen, y a ese grupo pertenece Ampudia).
 
No obstante eso, como buen político, Ampudia Melo se conduce con el mayor profesionalismo e institucionalidad y en Veracruz, que se sepa, se conduce como un soldado más del gobernador Javier Duarte de Ochoa, pero, además, cuidando todas las formas como, por ejemplo, ser muy respetuoso, dar su lugar y colaborar abiertamente con su superior inmediato, el secretario de Gobierno Gerardo Buganza Salmerón.
 
Enrique se define, como se ha definido siempre, como el único veracruzano que acepta haber nacido en el Distrito Federal. Quizá eso influya también a su favor y del propio gobernador de ponerlo a salvo de cualquier sospecha de que pudiera actuar en beneficio propio con el interés, por ejemplo, de aspirar a la gubernatura para 2016.
 
En Xalapa, en más de una ocasión, hemos coincidido con Enrique en algún restaurante y siempre lo he visto haciendo política como añoraba y pedía que se hiciera don Gilberto Borja Navarrete (“Prosa aprisa” del 9 de enero, “Colaboradores; privilegiar la política”): platicando, cabildeando, intercambiando información con actores políticos de los diversos partidos políticos, con personajes de la sociedad, civil, con periodistas…
 
Seis meses después, sobre todo, es el ejecutivo estatal a quien corresponde valorar si hizo buena o la mejor inversión política invitando a un colaborador de la experiencia y de la calidad de Enrique Ampudia Mello. Por los resultados, todo indica que no pudo hacerlo mejor. Seguramente, a la larga se habrán de reflejar los resultados.
 
Descubre cómo terminará tu carnaval
 
Desde que, joven entonces, viví en el puerto de Veracruz, me hice de una tesis personal: si el agua de mar fuera licor, segurísimo, en cada Carnaval le bajarían el nivel al océano.
 
Y es que vi, y viví, la celebración, incluso la preparación de las comparsas y de los bailes de cerca, y ya luego, en otras etapas de mi vida, siempre que podía iba al festejo, al despiporre, al desmadre, que siempre he sostenido también que las personas nacidas en la costa y en tierra caliente tenemos otro temperamento muy a propósito para este tipo de estas verdaderas bacanales.
 
Una versión histórica dice que el Carnaval tiene su origen en las fiestas paganas como las que se celebraban en la antigüedad en honor a Baco, en la mitología clásica Doniso, el dios del vino e inspirador de la locura ritual y el éxtasis.
 
Y es que precisamente este éxtasis hace que durante las fiestas de carnestolendas, ya próximas, el puerto jarocho viva, verdaderamente, días de locura, no sólo porque por tantos visitantes se desquicia la ciudad y todos sus servicios, sino porque el ambiente de fiesta combinado con el alcohol que fluye por toneles hace que la embriaguez sea una de las características del festejo.
 
Hoy, muchísimos años después, casi confirmo que mi tesis de joven no estaba nada mal. En el diario Notiver se publicó el jueves pasado que, según el gerente regional de la cervecería Cuauhtémoc Moctezuma en Veracruz, Rogelio Ramos, durante los días de carnaval (casi una semana), estiman que en el puerto jarocho se habrán de consumir mil hectolitros de bebidas espirituosas, esto es, 100 mil litros, equivalente a un aproximado de 300 mil botellas de 355 mililitros.
 
Eso, claro, sin contar los rones, brandis, güisquis, vodkas, tequilas, refrescos de cola y aguas minerales para combinarlos o acompañarlos, por lo que, sí, sin duda alguna, si en lugar de todo eso el mar fuera licor, su nivel bajaría (cosa aparte indagar a dónde van a parar esos 100 mil litros de cerveza, ya consumidos, asunto que a lo mejor se incluye en el resultado del eslogan oficial del Carnaval este año: “Descubre cómo termina tu carnaval”).
 
Y, claro, si el mar fuera licor, la única desventaja es que no pagaría impuestos o daría una coperacha, como la cervecera, que, dijo Rogelio Ramos, aportará 20 millones de pesos para el patrocinio de la fiesta, que se distribuirán, un porcentaje para el gobierno del estado, otro para los permisos de la venta de la cerveza, y otro para la publicidad en radio televisión y espectaculares (pues de cuánto serán las ganancias).