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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Y duro contra la escuela
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
18 de enero de 2013
alcalorpolitico.com
Seamos claros, por lo menos en cuatro puntos referidos a la ya tan sobada reforma educativa, tan pretensiosa mostrada que hasta cambios constitucionales involucra.

Va el primero: la reforma tiene un marcado tinte político. En el sexenio de Calderón se hicieron modificaciones a todo el ciclo de la educación básica, bachillerato y normales. Cambios que significaron, en muy pocas palabras, un reformismo que implicó cambiarle el aparejo a la mula, pero dejarla intacta en su mulidad. Cambios en el sistema de acreditación con la implantación de una cartilla de resultados, en la que el maestro tendrá que invertir más tiempo en lugar de dedicarlo a la docencia, y un empobrecimiento de los contenidos curriculares, cuyos residuos se emperifollan con frases que solo los insomnes pueden leer, ya no digamos, entender.

El segundo: hacer de la evaluación de los maestros la parte medular es querer meter todo el desbarajuste educativo en un saco lleno de gatos. Medir no es evaluar y, según la iniciativa, el Instituto Nacional de la Evaluación Educativa –que se ostentará “autónomo” y resultará tan autónomo como la Universidad Veracruzana— “medirá” a los maestros y la SEP los “evaluará”. O lo que es lo mismo: atole con el dedo. Esta medición y evaluación servirán para tener en un puño a los maestros, tanto a los disidentes de la Coordinadora Nacional como a los sometidos de la señora Gordillo. Si los maestros le han servido al sistema para perpetuarse –especialmente, al PRI—, no veo por dónde ahora se quiera pelear con ellos. Simplemente es adobo de armadillo. Ya lo veremos: el INEE te “mide”, yo te “evalúo” y ahora grita, a ver si puedes... Y tan cogidos del cogote quedarán como han estado, ¿o cómo se interpreta la absoluta complacencia del sindicato a la reforma anunciada? Porque ahora resulta que este ya la había propuesto “dendenantes”, o sea, ya tenía al niño en gestación…


Tercero: las plazas no serán heredables ni vendibles. Es decir, ya no serán propiedad de los sindicalizados ni de sus líderes. Pero no me digan que serán asignadas por méritos académicos y pedagógicos. Ahora estarán en manos de los jefes –tanto educativos como políticos—, quienes las repartirán a su antojo, y muchas veces servirán, como han servido las pocas que les han dejado los sindicatos, para pagar favores políticos. Ahora, si eres fiel al sistema –con todo lo que eso implica—, ya puedes solicitar tu plaza de maestro; pero no al sindicato, sino a la SEP o SEV. Plazas docentes, pues, en lugar de placas de taxis o notarías o promotores turísticos… Es otro tentáculo, pero el mismo pulpo.

Cuarto: ¡Qué lindo juego el que hace la televisión, el cine, la radio y algunos medios impresos! Yo induzco a la violencia, y que la escuela erradique el “bullying”; yo promuevo el consumismo y a comprar compulsivamente, y que la escuela hable de moderación; yo fomento la ingesta de comida-basura, y que la escuela enseñe buenos hábitos alimentarios; yo vomito toneladas de basura informativa, y que la escuela enseñe a comprender la literatura de la Edad Media; yo te saturo de bodrios telenoveleros, y que la escuela te construya el hábito de leer buenos libros; yo que impulso al individualismo y a la competencia feroz, y que la escuela te enseñe a trabajar en equipo; yo te hablo y te escribo con barbarismos y lenguaje procaz, y que la escuela te enseñe a hablar y escribir correctamente; yo te hago fanático de un equipo de futbol, de una secta religiosa, de un partido político, y que la escuela te haga reflexivo y crítico, y luche “contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”; yo te construyo ídolos de barro, deshonestos, traidores, ambiciosos, y que la escuela te haga admirar a los científicos, pintores, músicos, literatos; yo impacto tu mente con “triunfadores” de pacotilla y que la escuela te enseñe a estudiar para tener “éxito” en la vida; yo te muestro y te imanto con un modelo de vida regalado, facilón, hedonista, y que la escuela te enseñe a ser estudioso, luchador, esforzado, estoico; yo atiborro tus sentidos con imágenes y estímulos auditivos, y que la escuela te enseñe a concentrar tu mente en los estudios; yo te doy lecciones diarias de que triunfa en la vida política, económica, religiosa y social quien traiciona, vende, se arrastra, miente, tranza, engaña, chantajea, y que la escuela enseñe “los valores tradicionales de nuestra sociedad”. Y, si no lo hace, ella y solo ella es culpable y responsable de que estemos como estamos.

Brillante lógica. Por eso tiene toda la razón Manuel Pérez Rocha, columnista de La Jornada: No es la escuela quien determina hasta dónde puede llegar la sociedad, es la sociedad quien determina hasta dónde puede llegar la escuela.


Yo insisto: con un sistema educativo diferente tendríamos un país con un sistema económico, político, social y religioso diferentes y, ¿a quién de verdad le conviene esto?