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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
Linchamiento
Benjamín Garcimarrero
21 de enero de 2013
alcalorpolitico.com
El término “linchar”, proviene del nombre de Charles Lynch (1736-1796), colono de Virginia, quien paradójicamente desempeñó el cargo de Juez de Paz y miembro de la legislatura provincial, durante la guerra de independencia de los Estados Unidos de Norteamérica hacia finales del siglo XVIII.
 
Hizo justicia sumaria y expedita a los conspiradores anglófilos, sus decisiones se conocieron como “Ley de Lynch” y fue empleada frecuentemente durante la colonización en que no existían instituciones judiciales capaces de reprimir los crímenes.
 
La práctica original, era de los “pioneros” del Oeste que a menudo se encargaban de ajusticiar a los delincuentes, homicidas, violadores y ladrones de caballos principalmente.
 
La forma de ejecución del linchamiento, se hacía mediante el ahorcamiento sin que mediara algún procedimiento judicial, era realizado por grupos organizados o multitudes enardecidas que se escudaban en la falta de identidad individual dentro del grupo.
 
Antes de la guerra civil norteamericana de 1861, hubo linchamientos en los estados del sur, por parte de los abolicionistas que eran partidarios de acabar con la esclavitud. Posteriormente el linchamiento se convirtió en instrumento contra la comunidad negra. Uno de los grupos identificados que siguieron con la práctica del linchamiento a pesar de haberse establecido el sistema judicial, fue el Ku Klux Klan.
 
La existencia del linchamiento en las comunidades mexicanas, pone de manifiesto la ineficacia del sistema judicial, más específicamente, demuestra desconfianza hacia la autoridad constituida, especialmente cuando obedeciendo el capricho de los altos jerarcas, se atiende preferentemente a intereses personales que a los principios de justicia; como ejemplo queda el caso de Florence Cassez en el que Felipe Calderón metió las manos y hasta la nariz, para salvar el deshonor de Genaro García Luna, prostituyendo los rectos criterios de la Suprema Corte, para que no se concediera la libertad lisa y llana a la francesa.
 
Es un paso atrás hacia la venganza social al estilo de Fuente Ovejuna, y una forma de espetarle al sistema de seguridad, que cuando es ineficaz, la propia comunidad toma en sus manos las acciones justicieras.
 
Las necesidades sociales tienen una forma jurídica y permitida de satisfacerse, pero cuando el sistema no logra proporcionar de manera legítima esa satisfacción, el grupo la busca por otros medios; de la misma forma que quien tiene medios lícitos para ganarse el pan, lo compra y se lo come, el que no los tiene, lo roba y también se lo come, porque aunque indebido, el robo igualmente, es una forma de distribución de la riqueza.
 
Así el linchamiento resulta una forma ilegítima, pero eficaz de equilibrar el entorno social, en tanto suprime definitivamente al sujeto que causa perjuicios en el grupo o transgrede los valores que más precia la comunidad ofendida.
 
En lo personal, repruebo la posibilidad del linchamiento, porque implica la ejecución tumultuaria de un criminal verdadero o supuesto; y resulta alarmante su aparición cada vez más frecuente, símbolo inequívoco de que la prevención del delito, es ineficaz.
 
Y no solamente en esos ámbitos estamos dando marcha atrás a la evolución del derecho, hay casos muy actuales en que se está borrando lo que habíamos logrado avanzar.
 
Qué pena que cada día vayamos siendo más robotizados y menos racionales en la aplicación del derecho.