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Columnas y artículos de opinión
Kairós
Bachilleres: pa' chillar
Francisco Montfort Guillén
12 de febrero de 2013
alcalorpolitico.com
 Álvaro Gálvez y Fuentes fue un famoso personaje en los inicios de la radio y de la televisión en México. Se ostentaba, y así era presentado, como < El Bachiller >, en programas en los cuales hacía gala de su cultura, sus conocimientos y su elocuencia. En ese entonces este grado escolar era prestigioso porque respaldaba a personas con una sólida formación académica. Era un título preuniversitario, es cierto, pero constituía una salida digna de la formación escolar y una alternativa nada despreciable para iniciar con mayores posibilidades de éxito la senda de las actividades remuneradas.

Con el tiempo y gracias al <desarrollo estabilizador > y al ascenso a la presidencia de Miguel Alemán Valdez, las familias mexicanas construyeron su versión del <sueño americano>: contar con al menos un hijo con estudios universitarios, de preferencia abogado, pues habían visto con sus propios ojos cómo la justicia revolucionaria había abierto las puertas al ascenso social y, sobre todo, el acceso irrestricto a las arcas públicas para quienes fueran licenciados, sobre todo si conseguían estudiar en la UNAM.

El < sueño mexicano > se plegó al proceso descrito magistralmente por Gabriel Zaid en su obra sobre el ascenso de los universitarios, de los libros al poder, un fresco de la versión nacional de un <gobierno de los sabios>. En general los resultados no son para presumirse, pero sin llegar a formar verdaderas élites mundiales, ni siquiera un gobierno de los llamados tecnocráticos, con el tiempo el modelo ha sido reforzado hasta constituir un mercado de trabajo en las instituciones gubernamentales de <los con título> sin importar demasiado la calidad de sus universidades, su rigor académico y educativo ni el prestigio de sus títulos.


Este < sueño mexicano > ha distorsionado los mercados educativos y laborales. Y más grave aún ha borrado la importancia de la escalera que permite el acceso al podium universitario. El interés y la crítica de algunos mexicanos han conseguido abrir el debate sobre el desastre de la educación, escolar y social, de los alumnos de educación elemental y secundaria. Es cierto que el la primaria y la secundaria se construyen los cimientos de la calidad de la enseñanza y el aprendizaje escolar. Con malos cimientos es casi imposible hacer desaparecer las jorobas educativas posteriores. Sin embargo, escondida entre los escombros de la anemia escolar básica, y la obesidad mal nutrida universitaria, está abandonada la escolaridad del bachillerato. Etapa crítica no sólo por las transformaciones culturales y fisiológica de los jóvenes, sino porque representa el último e irrepetible momento del desarrollo máximo en las capacidades fisiológicas para el desenvolvimiento de las capacidades de aprendizaje matemático y de idiomas.

La invisibilidad de este otro fracaso educativo es fruto de los más estúpidos y perversos intereses. Nuevamente, ocultar los problemas se presenta como la parodia de las soluciones míticas a los problemas reales de la sociedad mexicana. Y en lugar de resolver estos males, son las universidades las que se han encargado de tratar de remediar las carencias de los egresados del bachillerato e inscritos en sus aulas. Se ha querido ocultar que una buena parte de la mala calidad de la educación universitaria en México es resultado de la mala calidad de una de sus materias primas: los estudiantes egresados de las preparatorias.

Entre los múltiples problemas que deben resolver las autoridades y los profesores de bachillerato destaca la calidad de los maestros y la conformación de los programas de estudios. Los recientes escándalos de la pésima calidad escolar y educativa del Colegio de Bachilleres (CB) y del sistema de Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH) de la UNAM deberían ser aprovechados para sacar a la luz las deficiencias de este importante nivel de escolaridad. Tanto el CB como el CCH surgieron como respuestas de modernización educativa, como innovaciones sistémicas a la supuesta decadencia de la enseñanza en las preparatorias tradicionales. Lo cierto que además de despertar altas expectativas, esos colegios con sus innovaciones totales no lograron su cometido de <revolucionar> la educación en ese nivel educativo.


Antes bien, parece que las preparatorias de corte tradicional cumplen ahora mejor su cometido. A estas escuelas se les <acusaba> de impartir materias obsoletas como etimologías griegas y latinas, ética, lógica y filosofía, arte y estética, e idiomas que habían dado al bachiller un perfil de cultura humanista indispensable para mejor entender el mundo y abrir la vida cultural de los adolescentes. Con estas mutilaciones se perdieron cualidades que no fueron plenamente reemplazadas por destrezas científicas. En este nivel es cuando la enseñanza/aprendizaje de las matemáticas, los idiomas y las destrezas en el manejo de las computadoras e instrumentos de laboratorios deben ser potencializados al máximo, conservándolas como materias básicas en todos los niveles y en todas las áreas del conocimiento profesional. Cuestiones que no son incompatibles con la formación humanística/artística y deportiva de los adolescentes.

Las actitudes de los pseudo-estudiantes del CCH desmoralizan a todo ser con un mínimo de responsabilidad social y deseos de superación. Su barbarie es imperdonable y por lo tanto merecería un castigo ejemplar. Ejemplifica el fracaso de las ideas de Don Pablo Gonzáles Casanova para modernizar la enseñanza con un nuevo equilibrio en la formación científica y humanística. Conozco ex-estudiantes que brillaron en esos planteles y que después refrendaron su excelencia en la UNAM, con posgrados en universidades privadas mexicanas y extranjeras. Siempre habrá casos ejemplares. Pero el sistema CCH fue carcomido, como el del CB, por la incuria, la corrupción y la demagogia de <centrar el sistema en los estudiantes>, de <hacer de la innovación pedagógica la llave maestra de la educación del futuro>, de <fomentar el poder estudiantil> como forma de control político. Algo muy similar a lo que pasa en la UV.

Si resulta cuestionable que los alumnos sean pares de los verdaderos académicos en el diseño de programas de estudio para las carreras universitarias, es imperdonable la actitud de la autoridades de la UNAM que den marcha atrás en sus reformas para establecer mesas de diálogo público con los estudiantes del CCH, infiltrados por los vendedores de droga y demás delincuentes que merodean sus instalaciones. Esta actitud es tan perniciosa como permitir el ingreso de malos maestros, que de esta forma evaden sus responsabilidades.