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Columnas y artículos de opinión
Construir más que criticar
Guillermo H. Zúñiga Martínez
16 de febrero de 2013
alcalorpolitico.com
Es sencillo advertir en diversos libros, artículos, entrevistas, etc., el oficio de los intelectuales porque a muchos les encanta criticar, fustigar, argumentar para destruir un mundo real, inconformarse; en fin, manifestar y hacer sobresalir lo que, según ellos, anda muy mal y que se tiene que corregir.

La función del Sistema Educativo Nacional no les ha sido ajena y he encontrado declaraciones las cuales señalan que en México existen mala calidad educativa, problemas con la infraestructura que van desde aulas de palos y tejamanil hasta problemas en los baños, en los planteles escolares, ausencia de canchas deportivas, gimnasios, laboratorios; también han expresado que los programas de capacitación destinados a los maestros son un fracaso y que, gracias a todos esos elementos en contra, cuando se han aplicado evaluaciones internacionales, México ocupa lugar deprimente en el concierto de las naciones.

Además, han enfatizado que el Sistema vive su peor crisis, que se nota y distingue un caciquismo gremial, ausencia de elaboración de planes y programas de estudio vinculados con el desarrollo; ven postrado al país y lamentan que no hay visos de solución inmediata.


Me quiero referir concretamente a las apreciaciones de Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien concedió una entrevista larga e interesante al periodista Ricardo Ravelo. El distinguido doctor hace uso de sus conocimientos y habla de las contribuciones precolombinas a través del Calmecac y el Calpulli y la investigación científica de los mayas, quienes destacaron en asuntos astronómicos; asimismo recuerda de manera fulgurante a los personajes de la Reforma, que influyeron en forma determinante en el sistema educativo de aquella época y aceptaron el positivismo con Gabino Barreda; yo diría que se puede igualmente mencionar la contribución espléndida de Justo Sierra, colaborador de Porfirio Díaz y es más, habría que destacar en la época del porfiriato, la enorme libertad de pensamiento de los pedagogos locales y su amplísima autonomía para la formulación de planes y programas de estudio en las provincias.

Juan Ramón de la Fuente subraya los trabajos de José Vasconcelos Calderón y del poeta Jaime Torres Bodet, en lo cual coincido totalmente con él porque ha habido Secretarios de Educación que francamente dan pena, como el especialista en microorganismos Reyes Tamez y otros que no merecen ser mencionados, lo que me hace recordar aquel libro extraordinario de René Avilés, que se titula “Cómo el Estado Embrutece a los Niños”.

Mas, todo lo anterior tiene el propósito de encontrar que el señor doctor de la Fuente enumera carencias que viven en su imaginación porque penosamente él nunca fue profesor de primaria ni de secundaria, no conoce muchas regiones del país, no ha tratado con los maestros rurales e indígenas, jamás ha tenido vinculación con los trabajadores de las misiones culturales, tampoco ha estado en un aula atendida por un maestro unitario o en escuelas bidocentes, de ningún modo ha participado en seminarios de capacitación destinados a educadores; creo que conjetura mucho pero tiene desaciertos muy crueles, por lo cual sería conveniente que ya se convocara a lo que hemos extrañado quienes sentimos que la educación es el alma fundamental del progreso: aquellos congresos nacionales sobre problemas educativos en los cuales se escuchaban las voces de los mentores de la República.


Con el respeto que me merece el ex rector de la UNAM, quiero señalarle con puntualidad que no se corrigen las fallas del país simplemente enumerando los errores cometidos, sino debe decir y proponer cuáles son las soluciones que aporta para superarlos porque resulta fácil criticar, pero lo más difícil es construir.

En otro orden de ideas, los anhelos pueden vibrar, vivir y sobresalir en las mentes brillantes de estudiosos de las dificultades socio políticas de nuestro país, pero lo más importante es que ofrezcan las líneas básicas y las estrategias necesarias no tan sólo para corregir sino para enriquecer y relanzar las actividades educacionales hacia la grandeza de México.

Dentro de este contexto analítico, recomendaría a algunos intelectuales tuvieran la bondad de asomarse brevemente a lo que se está desarrollando en materia de Educación Media Superior y Superior dentro de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, creada para el pueblo y para su servicio porque, se quiera o no, ésta sí es una solución y una propuesta real y no es producto de la especulación o la crítica sin fundamento.


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