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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
De alianzas y de comunicación
Miguel Molina
21 de febrero de 2013
alcalorpolitico.com
El cartón de Alberto Morales (Catmorales o Beto Gato) dibuja bien la situación: el partido que calificó a Andrés Manuel López Obrador como un peligro para México y el partido que calificó a los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón como espurios se quejan ahora de que el Tribunal Electoral del Estado de Veracruz invalidó su alianza...

He leído algunos comentarios que critican acremente al tribunal y lo acusan de haber recibido órdenes de los actores políticos del estado, sobre todo del gobernador Javier Duarte, y he leído algunos comentarios que festejan la decisión de los magistrados. Me queda la sensación de que ambos bandos se han limitado a hacer una lectura política de la situación.

Me queda claro que algunos no se tomaron la molestia de leer las veintidós páginas del documento que explica el razonamiento del TEEV. También me queda clara la naturaleza bastarda de una alianza como la que proponían el Partido de la Revolución Democrática y el Partido Acción Nacional en Veracruz.


Dirán que me he vuelto reaccionario. No: sigo pensando que las propuestas políticas del PRD son diferentes de las del PAN (o tendrían que serlo), a menos que estos partidos se hayan vuelto lo mismo.

Y sigo pensando que las alianzas y las coaliciones - al menos la que promovían estos partidos - terminan por servir a dos amos y a ninguno. No me imagino qué razón tendrían los panistas para votar por los perredistas ni viceversa.

Creo que a fin de cuentas se trata de grupos que buscan el poder sin pensar mucho en lo que ofrecen a los ciudadanos ni en lo que los ciudadanos necesitan para vivir mejor en los tiempos que nos ha tocado vivir. Y eso no quiere decir que necesariamente el Partido Revolucionario Institucional sea la solución...


Pero lo que me preocupa es que la resolución del TEEV - independientemente de las razones políticas o de otras que pudieron influir en los argumentos de los magistrados - contribuye a reforzar el sentimiento de desconfianza ante las instituciones. Y se debe a la forma en que las instituciones tratan de comunicarse con la sociedad.

II
Creo que la estrategia de comunicación de las instituciones ha fallado. Me viene a la memoria el ejemplo de las cápsulas de la Suprema Corte en el radio, donde voces jóvenes nos informan sobre lo que hace el más alto tribunal del país con un lenguaje que sólo tiene sentido para quienes conocen el derecho y sus vericuetos.

Por desgracia, no sólo la Suprema Corte sino muchas oficinas de gobierno, instituciones de educación superior y aun organizaciones no gubernamentales dan a conocer sus trabajos y los frutos de sus trabajos con palabras que no dicen mucho al público al que quieren informar, y terminan hablando a otras instituciones y a otros académicos y a otros activistas.


Pero eso pasa si uno tiene suerte de encontrar los mensajes. La internet, que es la madre de la comunicación moderna, permite a cualquiera encontrar prácticamente cualquier cosa en poco tiempo, una ventaja que muchos no han entendido a cabalidad.

No basta con poner un vínculo a una página y esperar a que los interesados busquen y rebusquen la información que quieren: hay que facilitar el acceso a documentos, gráficas, estadísticas, y hacerlo de manera que todos puedan ver lo que quieren sin mayor dificultad. No hacerlo equivale a ocultar la información.

Ese problema no es sólo mexicano. Más de una vez, en más de un país, he explicado a mis estudiantes que hay que pensar en quién nos va a leer (o quién nos va a escuchar, o quién nos va a ver) para adaptar nuestro mensaje a una audiencia. La comunicación debe ser universal.


Me parece que las instituciones no se han dado cuenta de que esa claridad en el mensaje significa respeto a quienes están destinados a recibirlo, y ese es un error que puede costar muy caro en el siglo de la comunicación. Más que las alianzas.