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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
Peña, no se ve pero se siente
Arturo Reyes Isidoro
28 de febrero de 2013
alcalorpolitico.com
Es joven, Enrique Peña Nieto es un político joven, pero por la manera en que se va conduciendo desde la Presidencia de la República, pareciera haber abrevado de los viejos sabios del PRI, los del siglo pasado, que tenían como una regla de oro que el gobernante –el Presidente, el Gobernador– debe dejar que sean otros, sus subalternos, los que operen, en especial los casos conflictivos, polémicos, de riesgo, las decisiones difíciles, y que él debe guardarse muy bien para quedar sólo como la última instancia, pero sólo como eso, en caso de que sea necesario intervenir. De esa manera, guarda su imagen y se pone a salvo del riesgo de cualquier falla o del señalamiento directo, de la acusación, del ataque. Pero, además, queda con la libertad de actuar, de ordenar una rectificación, con lo que se presenta como magnánimo, o de cesar a su colaborador si hay que hay que echarle la culpa a alguien, porque el uno, el preciso, el tlatoani, ese no falla, nunca comete errores, el pendejo siempre es otro.
 
Pero Peña, aparte, tiene una gran virtud, que es moneda de oro en política y que muy pocos, pero muy pocos gobernantes o dirigentes políticos, habidos y por haber, poseen: la de saber escoger a sus colaboradores y las de saber delegar. Y, claro, eso sólo se da cuando el que decide tiene visión política y seguridad, una gran seguridad en sí mismo y en lo que hace o está haciendo.
 
Si las dos cosas se conjugan, entonces el gobernante, el político, cobra otra estatura, otra dimensión y pasa a una condición de líder, de estadista y se gana el respeto de sus representados y ya ni se diga de quienes colaboran con él. El mexiquense, a escasos tres meses de estar en el máximo poder en México, pareciera estar en ese rumbo.
 
Cuatro ejemplos sustentan lo que apunto: la decidida actuación del secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor, la del Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, y la del dirigente nacional del PRI, César Camacho Quiroz, hombres directamente nombrados por Peña Nieto, y por extensión agregaría yo al líder priista de la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, quien está donde está por consentimiento del ex gobernador del Estado de México.
 
Recientemente, y aquí lo comenté, Manlio Fabio tuvo una esgrima verbal con el gobernador de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre, por el tema de las policías comunitarias. La verdad, el sonorense se condujo con una gran solvencia porque se apoyó en argumentos constitucionales, apegados a derecho, irrebatibles. Él otro le respondió con argucias de pendenciero de barrio bajo. Peña, desde Costa Rica, los tuvo que llamar a la conciliación y las paces se hicieron.
 
Luego, Chuayffet condujo todos los trabajos que culminaron con la Promulgación de la Reforma Constitucional en materia educativa, e, igual, con una solvencia legal y jurídica se enfrentó a la entonces todavía poderosa dirigente magisterial Elba Esther Gordillo, aunque, ahora se ve muy claro, ya para entonces poseía la seguridad de que iba a pasar todo lo acaba de pasar.
 
El 20 de febrero, al reunirse con los legisladores integrantes de la Comisión de Educación del Senado de la República, lamentó que la carencia de aplicación de la ley hubiera permitido excesos por parte de los maestros. “El silogismo jurídico es lo más maravilloso que hay. Si A es, debe ser B. Si no vas a dar clases, entonces te quito tu salario. Ese es el silogismo jurídico. El derecho lo hemos ido abandonando para hacer acuerdos, acuerditos y acuerdazos en lugar de aplicar la ley como debe ser aplicada”, criticó.
 
Sobre los paros de maestros, argumentó: “tenemos que empezar a aplicar el derecho. Tenemos que nutrirnos retroactivamente para ordenar el derecho a la educación con el derecho a manifestarse, sólo que uno no puede desaparecer al otro, y el derecho a la educación es un derecho humano”. Y por ahí se fue.
 
De Jesús Murillo Karam acabamos de ver su actuación. Sereno, seguro, contundente. Con todos los pelos de la burra en la mano. Siempre teniendo como sustento la ley, el derecho.
 
Y César Camacho Quiroz ha conducido con gran éxito los trabajos que culminarán a inicios de la próxima semana con la reforma a los estatutos del PRI, que permitirán a ese partido ponerse en línea con una serie de transformaciones que seguramente vendrán en el gobierno, pero para lo que se requiere congruencia y sustento legal, que es de lo que se dotará al gobierno de Peña. Y mientras Camacho se dedica a lograrlo, delegó, a su vez, todo el trabajo electoral de este año a la secretaria general Ivonne Ortega Pacheco.
 
Peña tuvo el tino, la visión, de haber escogido, sin duda, los mejores hombres para lo que se propuso al asumir el gobierno pero, además, con una gran seguridad lo has dejado actuar, se ve que les ha dado toda su confianza y que no los limita, por ejemplo, para que se muevan, para que declaren, para que expliquen, para que argumenten, para que cabildeen, para que salgan a los medios. Se ve que no les tiene celo y que confía en ellos y que nos los subordina a nadie más que a él, pero, sobre todo, se ve que confía totalmente en lo que hacen.
 
Y en todo lo que ha pasado, admirable, para nada ha aparecido él. Cero protagonismo. O sea, no se ve, pero se siente. No ha tenido necesidad de fotos, de reflectores, de micrófonos, de aparecer todos los días en boletines de prensa pagados, porque se ve que no necesita nada de eso porque sabe muy bien quién es y qué es y con eso le basta. Y nadie, absolutamente nadie duda que él es el hombre de las grandes decisiones. Al paso que va, pronto será un líder y propios y extraños terminarán por verlo también como un estadista.
 
La visión de Tomás Ruiz
 
En Veracruz, dedicado a lo suyo, a responderle con resultados al gobernador Javier Duarte de Ochoa, que fue quien lo invitó y lo nombró, el secretario de Finanzas, Tomás Ruiz González. A la distancia, dado los últimos acontecimientos, desde 2007, luego de dirigir durante siete meses el Panal y de desligarse de Elba Esther Gordillo desde entonces, Tomás optó por el mejor camino que podía tomar: dedicarse a lo que es su especialidad, el manejo de las finanzas y la economía, y a reintegrarse, en julio del año pasado, a su partido de origen, el PRI. Cuánta visión tuvo también para cortar a tiempo por lo sano.