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Columnas y artículos de opinión
Esfera Política
“Embriagados” de promesas
Ricardo Vázquez Salazar
6 de marzo de 2013
alcalorpolitico.com
La atención política se centra en estos momentos en las alianzas, o en la pulverización de estas; en autoelogios o en descalificaciones de actores políticos, en el jaloneo y redefinición de candidaturas. El nerviosismo impera en los dirigentes partidistas, pero también en personajes quienes de última hora serán siniestrados políticamente para obligarlos a aceptar una candidatura, con el supuesto argumento de que son los únicos que garantizan el triunfo para su partido en determinado municipio o distrito. Algunos tendrán que abandonar el cargo, otros habrán de declinar su aspiración a una candidatura, aun en contra de su voluntad.

Mientras esto ocurre, la vida continúa, la ciudadanía sigue enfrentando infinidad de rezagos y problemas colectivos; pero llegado el momento, los electores serán “atendidos, escuchados y apapachados” hasta “embriagarlos” de promesas durante cinco o seis semanas de campaña según sea el caso, por parte de los ungidos pretendientes a alcaldes o diputados locales.

El fenómeno de la pérdida de credibilidad la ha fortalecido la misma clase política, es una problemática que durante muchas décadas se ha venido robusteciendo; el candidato promete hechos, obras o acciones, para procurar un bien para la sociedad, pero cuando logra su objetivo, se olvida por completo de los compromisos adquiridos con el electorado que lo llevó al poder, lo que ha ocasionado que hoy en día el valor de las promesas queden en simples entredichos.


Ya lo había advertido el político revolucionario Giuseppe Mazzini, cuando formó parte del grupo carbonario, que aspiraba a derrocar el gobierno absolutista italiano: "Las promesas son olvidadas por los príncipes, nunca por el pueblo".

El candidato hace su promesa a partir de una condición, con las clásicas y trilladas frases que se volverán a escuchar por todos los rincones una y otra vez: “Si ustedes me dan el voto… Si resulto electo… Si me llevan a poder… Bla bla bla…”, y todavía rematan con: “Si gano yo, gana el pueblo”. Ajá.

La percepción que se tiene de los políticos, en específico de quienes se convierten en candidatos, es de descontento, porque como ya lo ha experimentado el electorado en infinidad de ocasiones, una vez que han asumido un cargo, la mayoría de los gobernantes o “representantes” populares se transmutan en verdaderos virreyes; sienten que le hacen un favor a la ciudadanía si atienden o le llegan a dar respuesta a alguna problemática o necesidad colectiva. Cuando inauguran alguna obra, la glorifican como si la hubieran realizado con dinero de su propio bolsillo, cuando bien es sabido que cualquier obra o acción, en beneficio propio, en bien o en perjuicio de la ciudadanía, es realizada con dinero de los mismos contribuyentes.


Así, una y otra vez, con sus actitudes, alcaldes y legisladores en funciones siguen creando un abismo de desconfianza entre la clase política y el electorado, que en el presente proceso electoral, los candidatos se encargaran de expandir más ese distanciamiento con sus promesas, ya que una vez que asuman el cargo quienes resulten victoriosos, vuelven a desilusionar a la ciudadanía, acentuando de esta manera el círculo perverso de la parafernalia electoral.

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