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Columnas y artículos de opinión
Detrás de la Noticia
La sagrada grilla
Ricardo Rocha
20 de marzo de 2013
alcalorpolitico.com
Sí, por supuesto que a estas alturas todos saben en este planeta que el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio es el nuevo Papa. También que es no sólo el primer pontífice latinoamericano sino el primero nacido en este continente y —hasta donde sé— el único no nacido en Europa. Lo que sí es un hecho indiscutible es que pocas veces el ungimiento de un nuevo Papa ha causado tanto impacto no únicamente entre los mil 300 millones de católicos, sino en el resto de los 6 mil millones que ya somos en este planeta. Primero, porque ha sido el menos esperado de la historia; pero también porque podríamos definirlo como un hombre marcado por los contrastes, el misterio y la política.

Nacido en un barrio pobre de Buenos Aires, ha conseguido llegar al mismísimo trono de San Pedro. Es tan fanático de la ópera como del San Lorenzo de Almagro. Guía espiritual de millones, disfruta más la soledad de un cuarto minúsculo en su catedral. Viaja —o viajaba— casi de incógnito en el metro y jamás ha aceptado ninguna invitación a restaurantes, ni de amigos, ni de oportunistas. Cuando, a la renuncia achacosa de Benedicto XVI, surgió el clamor por un Papa joven, él llega a los 76 años, apenas dos menos que su predecesor. A propósito, tal vez para siempre quedará en el secreto de la Sixtina lo que ocurrió realmente en aquel cónclave del 2005; cuando, según filtraciones, el cardenal Bergoglio pidió a sus pares que ya no votaran por él a pesar de que aventajaba al entonces poderosísimo prefecto de la Doctrina de la Fe, antiguo Santo Oficio, el cardenal Joseph Ratzinger; lo que da lugar a especular si hubo ahora una suerte de pago de aquel favor inmenso de parte del todavía influyente Papa en retiro Benedicto XVI. Otra tesis es que su elección proviene de un cálculo geopolítico del Vaticano para dar gusto a América, que aloja a 42 de cada 100 católicos de la Tierra, y a la vez condescender con el compacto grupo cardenalicio italiano; después de todo, los padres del cardenal argentino eran inmigrantes italianos.

Además, se apellida Bergoglio y no López, ni Hernández, ni Chávez, ni lo mande Dios. Otro misterio es que haya adoptado el nombre simplísimo de Francisco —como el “mínimo y dulce” diría Darío— en homenaje al de Asís o por lo menos en una reafirmación de su vocación por la pobreza. Aunque tal vez el signo más contrastante de este hombre misterioso es que, forjado precisamente en la Compañía de Jesús, considerada como la orden más liberal de la iglesia católica, es un afamado conservador: en 2010, ya como cardenal y arzobispo, se opuso a la ley de los matrimonios entre personas del mismo sexo; una diferencia que lo enfrentó directamente a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que —¡otra paradoja!— se vio obligada a acudir muy risueña a la unción de su paisano y adversario político nada menos que como Papa. Y antes a un encuentro privado en el que se vio abrumada por un sorpresivo y nada protocolario beso de este hombre impredecible, que hizo añicos los pronósticos de los malosos que esperaban escuchar de fondo las notas lánguidas del bandoneón con aquella de “Te odio y te quiero”. Eso, después que los medios presidencialistas argentinos, como Página 12, publicaron la noticia de la elección papal con una cabeza de malísima leche: “¡Dios mío!”, como advirtiéndole al mundo “no saben en la que se han metido”.


Porque ese y varios otros medios recuerdan algo que no han podido olvidar la mayoría de los argentinos: los años negros de la dictadura militar; y algo más, que en aquellos días de desapariciones forzadas, torturas y muerte, el arzobispo de Buenos Aires y ahora Papa jamás alzó la voz contra los crímenes de los generales; más grave aún, la acusación de aliado de la junta de gobierno por haber “entregado” al menos a dos sacerdotes perseguidos por su activismo.

Ahora Francisco ha dicho que hará un papado para los pobres; es probable. Lo improbable es que haga un ministerio liberal. De lo único que estoy seguro es de su mayor paradoja: en aquel cónclave del 2005 era uno de los favoritos y no ganó. Ahora llegó, cuando nadie lo esperaba.

@RicardoRocha_MX
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Periodista