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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
El crucifijo
Benjamín Garcimarrero
25 de marzo de 2013
alcalorpolitico.com
El día estaba lluvioso, como era usual en Jalapa, dos peones del panteón, abrían nuevamente la fosa donde había sido sepultada ella el día anterior.
 
Don Pablo, padre de Clau, a quien de esa manera abreviaban el nombre de Claudia, ocultando un gesto de dolor e incredulidad, permanecía inmóvil, expectante, con un rictus que pretendía convertirse en grito.
 
Claudia tenía solo 22 años cuando el hilo del destino le fue cortado por una enfermedad que los médicos no pudieron o no supieron diagnosticar oportunamente; en breves días se fue marchitando como una flor que deja de estar presente pero invade con su fragancia todo lo que le rodea.
 
Rodrigo, su eterno enamorado ahora lejos de ella y que había iniciado un tembloroso noviazgo unos meses antes, no encontraba consuelo ni reposo. Él había sido el que llamó a su padre el mimo día en que Clau murió, por que había tenido la terrible pesadilla de soñarla muerta y no solamente eso, sino que lo más grave de su premonición fue que en su sueño sabía la habían sepultado viva. Le pidió al padre de Claudia que la desenterraran, pero el padre de Clau se negó a que la exhumaran, ya eso había pasado y no quería repetir el terrible dolor de excavar el túmulo nuevamente solo para comprobar si el sueño de Rodrigo era cierto o no.
 
Si fuera cierto, causaría más dolor aún, sentimientos de culpa, responsabilidades a los médicos y todos los que hubieran tenido que ver con la determinación de la muerte y la autorización de su sepultura.
 
Sin embargo Rodrigo insistió, pues a pesar de su ausencia por encontrarse en otra ciudad a muchos kilómetros de distancia, en su sueño veía a Claudia vestida de blanco, recostada en un féretro de madera y con un crucifijo de oro entre sus manos que descansaba sobre su pecho.
 
La descripción fue tan vívida que al padre de Claudia no le quedó duda que Rodrigo había percibido el suceso exactamente como había ocurrido; Toda la descripción que hizo de su sueño, hasta el mas mínimo detalle correspondía a la realidad; Entonces tomó la decisión de exhumar a Claudia, con leve esperanza de rescatarla viva, si es que aún le quedaba un aliento.
 
Por fin los peones llegaron al féretro y lo izaron hasta el brocal de la sepultura; los encargados del panteón, el representante de la autoridad municipal, y quienes tenían que participar por manda o por demanda, estaban ahí, y con expectación y cautela procedieron a desclavar el ataúd donde los restos de Claudia aún no alcanzaban reposo.
 
¡Horror!... Claudia estaba muerta, pero sus manos estaban crispadas y heridas en un inútil intento de abrir el féretro, tenía astillas de madera clavadas entre las uñas, los ojos abiertos demostraban un pavor indescriptible, la posición del cuerpo era distinta a como se le había enterrado.
 
Don Pablo cayó de rodillas sobre le barro humedecido por la lluvia, con un grito interminable que salía de lo más profundo de alma, como un estertor de fiera herida de muerte, era como el grito que debe preludiar al suicidio.
 
¡El crucifijo!... ¡El crucifijo!... repetía con un estribillo que rebotaba en los muros lejanos del panteón y el eco, tenebrosamente lo convertía en un ritornelo de lamento.
 
Rodrigo, tenía el rostro hundido entre las manos, sollozaba sin tratar de contener el dolor que lastimaba su alma; mesaba sus cabellos y sin hallar respuestas, solo decía: ¡Porqué... porqué... porqué... ¡
 
La autoridad presente constató la muerte de Claudia, levantaron las actas necesarias y ordenaron nuevamente la inhumación, todo entre susurros apenas audibles y los sollozos esporádicos que rompían el silencio, pertinaz como la lluvia menuda que no dejaba de hacer más lacrimoso el ambiente.
 
El crucifijo, el crucifijo no estaba, le dijo don Pablo a Rodrigo cuando caminaban hacia su casa.
- ¿Cómo? – contestó, no me percaté de ello, pero disculpe la pregunta, no era el crucifijo de oro que estaba siempre en la cabecera de la recamara de Claudia?
-         Sí ese era, dijo don Pablo, temo que hayan violado la tumba para robarlo antes de que nosotros exhumáramos el cuerpo, es muy valioso.
-         No lo creo, Don Pablo, - pero si así hubiera sido, la verdad eso me tranquilizaría, por que explicaría por que Claudia estaba en posición distinta a como fue sepultada y quizá no hubiera sido enterrada viva como suponemos.
-         Ojalá así hubiera sido, ya el valor material de la reliquia no importa.
 
Rodrigo se despidió de Don Pablo en la puerta de su casa, no quiso entrar a la casa, pues además que ya era tarde, había anochecido y prefirió ir al hotel, en el que estaba hospedado, llegó hasta la habitación con la imagen imborrable de Claudia dentro del féretro, y con la inmensa duda de que la tumba hubiera sido ultrajada para robar el cristo de oro.
 
Se preparó para acostarse y al momento de levantar las frazadas de la cama... Ahí estaba el crucifijo ensangrentado con el que Claudia había sido sepultada.
 
Desde ese día nadie volvió a saber nada de Rodrigo.
 
Xalapa Ver. Marzo de 2013
 
Benjamín Garcimarrero O.