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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
El rostro del cambio
Rebeca Ramos Rella
26 de marzo de 2013
alcalorpolitico.com
 Una de las grandes preocupaciones del Gobierno Federal es recuperar la buena imagen de México en el exterior. Ese rostro derruido por la violencia e inseguridad; por la lucha contra el crimen organizado, corrupción e infiltraciones de servidores públicos y eventos siniestros que le dieron la vuelta al mundo, en el sexenio pasado.

Índices, fotografías y sucesos sangrientos que persisten hoy, que no han disminuido; que siguen siendo el pendiente, pero que han abandonado la cúspide en los temas de la Agenda presidencial y en la nacional.

Lo cierto es que el Presidente ha diversificado sus frentes de acción; así también está diversificando los resultados y encaminando los procesos en otras áreas estratégicas que urgen atención y solución institucional.


La buena imagen de México en el orbe, se está reconstruyendo con varios pilares: con las reformas constitucionales fundamentales -la educativa y la de telecomunicaciones-; con la mano dura e inflexible contra la corrupción de la gran, hoy ya no intocable, lideresa magisterial; con la iniciativa y el mantenimiento del Pacto por México, que esperamos, supere las elecciones que vienen; con viajes y encuentros estratégicos con líderes y mandatarios de las regiones del mundo que a México le interesa cautivar; con una nueva disposición y esperemos, aterrizada conducta política del PRI, frente al gobierno federal y las mayorías que encabeza en estados y municipios –ya veremos cómo opera en los procesos electorales-.

Sorprende que los analistas, opinólogos y críticos más agudos, no logran descalificar con argumentos, las grandes decisiones que se están tomando, para, efectivamente “transformar a México”. Decisiones que distan de la verticalidad arbitraria –la imposición- del Superpresidencialismo de antaño, según la reflexión conceptual de Giovanni Sartori, sino que se ven como un renovado presidencialismo que convoca y teje el diálogo, la corresponsabilidad y el acuerdo nacional.

El Presidente está echando mano de dos áreas sustanciales para reconfigurar la presencia, el respeto y la reputación de México entre naciones: La política exterior y el turismo.


Desde la Cancillería, al mando de un economista reconocido, es posible que se opere con la diplomacia y alta política que por tradición ha distinguido a México; pero la orden prioritaria, es ampliar y amarrar lazos económicos y comerciales, inversiones e intercambios, generar confianza en gobiernos y en empresarios foráneos, que aporten en el refuerzo de la economía nacional y que impulsen el crecimiento que nos hará competitivos.

Por esto, el Presidente ha recordado que tenemos 44 Acuerdos de Libre Comercio con varias naciones, resaltando por supuesto el TLCAN; pactos que debemos potenciar, pues significan un mercado de mil millones de personas. No quita el dedo del renglón sobre el fortalecimiento de inversiones desde Asia y Medio Oriente, regiones que parecieran muy lejanas, pero en verdad, son muy redituables en vínculos comerciales, industriales y tecnológicos para México.

Así Peña ya definió los cuatro ejes de la nueva Política Exterior que abanderará su gobierno.


Primero, se va a fortalecer la presencia del país en foros regionales e internacionales “para incidir en la conformación de un orden internacional más próspero y equitativo en cada país”. Esperemos que esto signifique que las posturas de México irán a la vanguardia de la democratización del Sistema de Naciones Unidas, del refuerzo de la Asamblea General y de la ampliación representativa del Consejo de Seguridad que como está, no resuelve democráticamente. También, que México muestre liderazgo, independencia y más audacia para participar y debatir sobre los fenómenos y los conflictos globales que afectan a todos, a la economía y a la geopolítica, donde México se beneficia o sale perjudicado.

Además se propone estrechar relaciones bilaterales. Nada nuevo, pero se presume que la estrategia sea la variación del bilateralismo.

Sin duda este reforzamiento de la presencia mexicana, tiende a contrarrestar la imagen de un país azotado por la violencia, el narco, la muerte y la inseguridad.


El segundo eje es afianzar la cooperación internacional. Bien, este es uno de los principios de la política exterior nacional y de la política internacional. El Presidente se propone asentar que México será “solidario y dará lo mejor de sí” para solucionar conflictos mundiales. Esto suena a la posibilidad de que su gobierno considere participar en las Fuerzas de Paz de la ONU, es decir, que un cuerpo elite del Ejército, se transforme en Cascos Azules. Este es un debate añejo y prejuicioso. Los gobiernos anteriores han afirmado que siendo México un país pacifista, que no puede echar mano de sus fuerzas armadas en el exterior. El tema de los Cascos Azules ha sido un tabú. Siempre se ha reclamado a México no entrarle en este rubro de cooperación global. Tal vez Peña cambie esa historia.

El tercer eje es renovar el impulso de la imagen mexicana en base al Patrimonio histórico, cultural y “sobre todo, económico”. México es reconocido a nivel mundial como uno de los líderes en acervos históricos, culturales y artísticos.

Según la UNESCO, los mexicanos somos herederos de un legado envidiable. En México tenemos 31 lugares galardonados: 27 como Patrimonio Cultural de la Humanidad y 4 como Patrimonio Natural. Además ya nos han sido reconocidas, 7 tradiciones y festejos como Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad. Este caudal es poderosísimo para proyectarlo como imán de inversiones, turismo, protagonismo, calidad de vida y desarrollo regional.


El cuarto eje, sin duda, perfila el reforzamiento de las acciones de gobierno, del Servicio Exterior y de las sedes diplomáticas allende fronteras, para “vigilar los intereses del país en el extranjero” y también, la situación de los mexicanos en el exterior. El Presidente avisa a los paisanos que estará cerca de ellos, atento del respeto a sus derechos humanos fundamentales; y, a los gobiernos extranjeros que los discriminan y humillan, dígase el vecino norteño y más arriba, que arreciará gestiones para que la Reforma migratoria en Estados Unidos, sea una realidad.

No obstante, en resumen, Peña insiste en la “economización” de la política exterior, para atraer inversiones que confíen en la gobernabilidad y estabilidad social y financiera de México. Es la estrategia para contrarrestar el fantasma y los lastres del “Estado fallido”.

Por su parte, el Presidente tiene especial interés en meter acelerador al turismo. La actividad económica más sustentable, generosa y redituable y, eminentemente empresarial. Peña decidió poner al turismo en manos de una política, con excelentes relaciones y contactos, vía sus antecedentes familiares.


La Sectur federal está empujando la virtud de la transversalidad que demanda el sector turismo, mediante la obligada suma de esfuerzos y acciones para el fortalecimiento de la industria y lo está encaminando precisamente a través del acuerdo político, de la alianza entre órdenes de gobierno y empresarios y del arte del convencimiento.

Cierto es que para que el turismo despliegue sus brazos benefactores en desarrollo regional; en proyección de imagen y patrimonio, en inyección de dinamismo a las economías estatales y locales y también, una dosis considerable de aprecio y revaloración por los bienes culturales e históricos que México tiene, la estrategia maestra es la proyección de destinos consolidados, seguros, atractivos, diversificados en servicios y productos turísticos de calidad. Y lo sentenció Peña: vamos a “romper inercias”.

La meta, es hacer de México un destino de clase mundial. Llegada ambiciosa, sobre todo cuando en vísperas de que la Organización Mundial de Turismo publique su Barómetro Mundial, la mala noticia será que en vez de subir, México descendió dos lugares de los primeros 10 países líderes turísticos en el orbe. Caída gracias a la mala imagen de inseguridad y violencia, entre otras.


En fechas recientes, el Presidente presentó sus otros 4 ejes para apuntalar al turismo: impulsar el ordenamiento sectorial, mediante la coordinación entre los tres órdenes de gobierno en acciones y presupuesto, lo que significa que pone a la industria como el núcleo de acciones y obras interinstitucionales: más carreteras, mejor habilitadas; conectividad; promoción de inversiones en infraestructura, comercio, servicios básicos y turísticos; garantizar la seguridad, la salud, la capacitación. Esta será la materia de avance del Gabinete de Turismo, que pretende alinear políticas, programas y dinero que beneficie al sector.

El segundo eje es buscar la plataforma de la innovación y de la competitividad “para consolidar destinos que no sean sólo de Sol y Playa” y diversificar en los segmentos de Turismo Cultural, Ecoturismo, Turismo de Salud, Turismo Deportivo y Turismo Especializado o de Lujo. El tercero es catapultar el fomento y la promoción turística; por esto la Secretaria federal se ha reunido con el cuerpo diplomático mexicano y el Canciller para cerrar filas en las campañas de proyección desde embajadas y consulados.

El cuarto eje es priorizar la sustentabilidad, en las construcciones como en la prestación de servicios turísticos, en coherencia y alineamiento con la nueva política turística mundial, que pugna por un Turismo sustentable, sostenible y responsable, es decir, por una actividad económica que proteja el medio ambiente; que genere desarrollo, combata pobreza y desigualdades y mejore la calidad de vida y, además, que asuma la corresponsabilidad entre gobiernos, iniciativa privada, sociedad y turistas, sobre el entorno, los derechos humanos y el cuidado y preservación de los acervos de los destinos receptores.


El Turismo en este gobierno, está sustentándose básicamente en los acuerdos políticos y en la acción conjunta de niveles institucionales.
En síntesis, el Presidente está maridando a la política exterior nacional con líneas de acción de contenido económico y al sector turístico, lo está impulsado con el arte de la negociación y el oficio político, para mejorar la imagen de México.

Hay opiniones favorables de los expertos que siguen con interés lo que se está gestando en México. Y esperan con ansias el debate en el Congreso sobre lo que sigue: la Reforma hacendaria o fiscal y la Reforma energética.

Es muy posible que la OCDE esté festejando las modificaciones constitucionales que Peña ha logrado y que se sume al lobbying para convencer apoyos solidarios y pesados para sacar ambas reformas escabrosas.


Lo cierto es que la determinación del gobierno es recomponer, hacerle una cirugía mayor a la cara dolorosa, herida, cansada, apática, empobrecida del país, con una nueva.

El rostro del cambio son las reformas, la Presidencia Democrática y los acuerdos nacionales. Y en este gran “makeover” que está viviendo México, no sólo son los gobiernos, los políticos y los partidos los que tienen el deber. También es tarea de todos nosotros, darle vida y realidad a esta renovada fisonomía.

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