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Columnas y artículos de opinión
Kairós
La humildad en la educación universitaria
Francisco Montfort Guillén
16 de abril de 2013
alcalorpolitico.com
No se refiere a la inclinación respetuosa ante la autoridad. Ni rebajarse frente a lo divino. Mucho menos un renunciamiento al orgullo. La humildad en educación hace hincapié en el reconocimiento de su insuficiencia, en la sabiduría de saber, y reconocerse, por debajo de sus propias posibilidades, por debajo de los logros y alcances de otras personas o de otras instituciones y mejor todavía, por debajo de las exigencias que imponen los desafíos de una sociedad. Este reconocimiento de potencial no realizado, o de la conciencia de que se puede y se deben tener mejores resultados educativos es uno de los motores de la autosuperación personal y de la superación institucional, motores que deben formar parte del espíritu universitario.
 
No todos poseemos las mismas capacidades para lograr nuestros objetivos. De aquí la importancia del capital organizacional, es decir, de contar con organizaciones competitivas para cooperar a los logros de todos. Algunos se conforman con metas muy básicas para no correr riesgos, y las cumplen. Otras personas se fijan objetivos muy altos. De esta manera estimulan permanentemente sus ascensos, sus deseos de logro, su orgullo personal. También constantemente se ponen a prueba frente a dificultades crecientes. Este deseo de grandeza, este anhelo de lograr grandes metas es el sentimiento complementario de la humildad en la educación universitaria.
 
Aires de grandeza y mortificación permanente por no obtener mejores y mayores resultados, forman parte de la naturaleza humana. Ambas deben ser convertidas en la cualidad central del espíritu universitario. Asociar estas cualidades contradictorias y, al mismo tiempo, complementarias es posible si se estructuran sobre la base de una organización adecuada que las potencie, las dosifique, las haga convivir como método de trabajo, como ambiente organizacional.
 

Vivir en permanente tensión entre la meta superada y el nuevo objetivo a alcanzar, forma en los universitarios (profesores, alumnos, trabajadores) la cadena de experiencias de éxitos y fracasos que templan su personalidad y su prestigio social. Cuando el deseo de logro permanente alimenta las actividades diarias en una universidad es entonces cuando se aprecia la importancia del trabajo en equipo, de la unión de voluntades para alcanzar una meta gloriosa que permita reforzar a quienes tengan capacidades para lograr las grandes hazañas y a quienes se habían conformado con sacar su trabajo rutinario.
 
Ninguna universidad nace con todas sus fortalezas. Las construye con el paso del tiempo. Este proceso ha sido claro en la Universidad Veracruzana, sobre todo en los últimos años. Gana y pierde fortaleza conforme alcanza ciertas metas, conforme deja de cumplir ciertos cometidos y debilita su prestigio. Su aceptación y prestigio conseguido en la sociedad a la que sirve resultan, no obstante, insuficientes, frente a las tareas que su misma evolución, y el desarrollo del mundo y de México, imponen a los veracruzanos.
 
La credibilidad institucional de la Universidad Veracruzana debe ser reforzada estableciendo nuevos retos que desborden su visión actual, de manera tal que una nueva fuerza intelectual, un nuevo anhelo de grandeza, un nuevo compromiso de trabajo colectivo e individual vengan a darle renovados bríos a su quehacer como centro productor de conocimientos y como formador de profesionistas y posgraduados con prestigio nacional e internacional. Su inicio, por supuesto, es reconocer sus insuficiencias, sus debilidades. Aceptar que no forma parte de las instituciones de élites universitarias internacionales, que debieran ser su referente, será el comienzo de una nueva etapa.
 

Sin este paso inicial será más difícil establecer nuevos horizontes, más ambiciosos, más satisfactorios para sus comunidades de alumnos, maestros y trabajadores en todas sus funciones, en todos sus campus. Unir humildad y grandeza universitaria es mi propuesta para romper las inercias que puedan dar al traste con los procesos exitosos y empeorar las fallas y carencias que actualmente marcan su funcionamiento. Sobre este tema expondré mis puntos de vista en próximas colaboraciones.