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Columnas y artículos de opinión
La política como espectáculo
Eduardo de la Torre Jaramillo
19 de abril de 2013
alcalorpolitico.com
En el siglo pasado en los años sesenta Guy Debord escribió un libro que llevó por título “La sociedad del espectáculo” (1967); allí desarrolló su tesis donde definía a la sociedad moderna como la de las imágenes, por supuesto con un gran predominio que configuraría a la “percepción social”; posteriormente, el jurista y sociólogo alemán, Niklas Luhmann retoma ese título en su interpretación sistémica y afirma que “la política para que exista hoy en día tiene que haber espectáculo”; y no necesariamente serán las imágenes, sino la ausencia de ideas, de proyecto, de rumbo y de futuro, es por eso que lo único que le da sentido a la política actualmente son los escándalos políticos, hoy que están de moda las filtraciones, que son producto del espionaje político, el cual por cierto se encuentra en la ilegalidad.
 
Retomando la línea de interpretación anterior, considero una pobreza que el recurso recurrente para estar vigente en la política sea provocar escándalos aunque sea desde la ilegalidad, si bien en los doce años de gobiernos panistas en el contexto mexicano, se le podrán decir de todo a esos gobiernos pero nunca de que se violó la ley para estar en el vida pública; al menos con la utilización de los órganos de inteligencia para continuar o dándole vida a una guerra política personalizada, que lo único que alimenta es el encono y la discordia social.
 
Más allá de una sociedad posmoderna o ligada a la modernidad líquida, donde todo es relativo y se refugia a la vida íntima y cotidiana; por la cual la política es cada día más lejana de la ciudadanía, no porque no se le entienda, sino porque esa actividad que fue noble y aglutinadora en la Grecia clásica, la que fue concebida como la madre de todas las ciencias; quizá hoy en día sea un recurso más para no involucrarse en ella por el tema de la corrupción generalizada,  es decir es una nueva forma de distanciarse de la vida pública, aunque lo más importante para cualquier sociedad sea elevar su calidad de vida, y que muy probablemente la política ya no produce resultados inmediatos.
 

De todo lo anterior, los mecanismos de la democracia representativa estarán vigentes en un contexto donde los políticos seamos rebasados por la tecnología, lo que significa que nuestra brecha digital es real frente a los nuevos votantes, definitivamente marcarán la diferencia política interna de los partidos políticos y de la política misma.
 
En este siglo XXI, cualquier sociedad se vincula desde su alta conectividad al mundo, a la inmediatez, la ruptura de la geografía, en fin a tratar de influir en el mundo desde su propio mundo; lo virtual redefinió a la nueva esfera pública y hoy las redes sociales son el nuevo camino a la vulneración de cualquier personaje público, lo mismo pasa con un político. Empero, debo reconocer que las redes en el caso mexicano sólo sirven para evidenciar las frustraciones personales, porque estos nuevos espacios, o el ágora virtual donde lo que más abundan son las diatribas.
 
Quizá, estamos llegando más una visión de Karl Popper, donde establecía que cada individuo o ciudadano es un filósofo; empero esto aún no se extiende en el caso mexicano, pero ese tendrá que ser el nuevo mapa de navegación frente a los “fast thinkers” o a los nuevos charlatanes de esta sociedad y política del espectáculo; puesto que la mayoría de los políticos, son mujeres y hombres sin atributos.
 

La política del espectáculo hoy en día tiene como función primordial ser un distractor y no un espacio de recreación o de reflexión sobre la actuación política; y lo que finalmente se podría diseñar sea un nueva narrativa política, pocos lo han logrado en México.
 
Finalmente, las imágenes son las que han moldeado a la sociedad mexicana, y particularmente a la sociedad de la pantalla como la llamó Steve Jobs; definitivamente esta nueva revolución individual será la que defina el rumbo de este nuevo mundo tecnológico en una política que se resiste a cambiar de códigos, no hay riesgo en gobernar y en ser oposición.