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Columnas y artículos de opinión
La legión extranjera. Camarón
Luciano Blanco González
26 de abril de 2013
alcalorpolitico.com
El heroico pueblo de México, eternamente saqueado y pisoteado por las voraces potencias extranjeras, tiene el mérito de sobrevivir a las adversidades, gracias a innumerables, anónimos y distinguidos patriotas dispuestos a ofrendar su propia vida si es necesario, con el solo ideal de defender nuestra pisoteada dignidad.
 
Españoles, Norteamericanos, Franceses e Ingleses, las grandes potencias mundiales de occidente, una y otra vez asediando el territorio nacional de este país de espíritu poderoso y sangre guerrera, que ha luchado desarrapado y a veces con las armas más primitivas. Piedras, lanzas, machetes, picos y palas pero sobre todo con el corazón estoico de mujeres y hombres dignos de ser llamados patriotas.
 
La soberbia imperialista ha mancillado una y otra vez los pendones patrios, nuestra bandera fue arrancada de su asta en Texas, escupida e incinerada, en el castillo de Chapultepec, fue substituida por la bandera de las barras y las estrellas, nuestros soldados, fusilados, ahorcados, torturados, encarcelados, escarnecidos y perseguidos, por los tiranos y déspotas de ultramar, ansiosos de que nuestra sagrada tierra sea premio de sus ansiedades de riqueza.
 

Así imponente y agresivo, el Ejército Francés arribó por primera vez a las costas mexicanas en 1838, para exigir al gobierno de este país, el pago de unos insípidos pasteles, con ese pretexto, fondeó 6 barcos de guerra, bombardeó el Heroico Puerto de Veracruz y se apoderó de la aduana marítima, fuente principal de los ingresos fiscales, sitiando con sus cañones a la nación. Amenazante con su ejército insolente. Finalmente sus pasteles fueron pagados al precio exigido y el Rey de Francia satisfecho con su humillación a los mexicanos, se retiró complacido a celebrar su triunfo en las cortes europeas.
 
En 1861, Don Benito Juárez asume la Presidencia de la Republica, La guerra contra los Norteamericanos, su desgastante lucha contra la fanatizante iglesia católica, dueña en aquel entonces, de los altares, de los templos, de las iglesias, de las catedrales, de los cementerios, seminarios, conventos y de grandes haciendas y propiedades, con cuyos jugosos diezmos y productos se hinchaba Roma y su Papa.- como ahora-. Se encontró una hacienda pública anémica, vacía, sin recursos para nada, por lo que mediante decreto declaró una moratoria para el pago de la deuda nacional, esto irritó a Inglaterra, España y Francia, quienes en una triple alianza acordaron exigir militarmente, a la fuerza, el pago de su deuda.
 
Para lo que Inglaterra, Francia y España, emplazaron su artillería marítima frente al Puerto de Veracruz a finales del 1861 e inicio de 1862, Juárez pidió una solución pacífica al conflicto y con la diplomacia de Don Manuel Doblado, el 19 de Febrero de 1862, se firmó el tratado de la Soledad, en el que se acordó el pago de la deuda mediante bonos a largo plazo y la declaración de que las potencias respetarían: La integridad, la independencia y la soberanía nacional.
 

Inglaterra y España, satisfechos con el acuerdo, retiran sus amenazas, no así Francia, cuyos verdaderos apetitos de Napoleón lll, eran el de apoderarse de México y establecer un enclave militar y político estratégico en América, para lo que ya prestaba atención a los traidores mexicanos, militantes del partido conservador, ansiosos de doblar la rodillas e inclinar la cerviz, ante un emperador de sangre real, blanco, alto, de ojos azules, barba cerrada y pelo rizo, no ante un indio, chaparro, lampiño, prieto, de pelo azopilotado y ojos del color del frijol zapoteco.
 
El 19 de abril de 1862, el mejor ejército del mundo, el invencible ejército Francés, con su tradicional marcialidad y disciplina, con las mejores armas, carabinas y bayonetas, sables, cartuchos, pólvora, víveres y municiones, en cantidad suficiente, vuelve a invadir México, e inicia la marcha hacia la capital de la República.
 
Había llegado el extraño enemigo, había profanado, con su planta nuestro suelo, por lo que el arcángel divino, recordó a todos los mexicanos, que cada uno de nosotros es un soldado de la patria y haciendo la guerra al enemigo, en el monte, en el valle los cañones horrísonos tronaron, los ecos sonoros resonaron con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!
Culminando con furiosas luchas y encuentros en los caminos, en las emboscadas, en los asaltos imprevistos, hasta que, el 5 de mayo de 1862, las armas nacionales se cubrieron de gloria, en la memorable batalla de Puebla, comandadas por el General Ignacio Zaragoza, derrotando a los invasores franceses que se replegaron hacia el puerto.

 
La Europa imperial había sido humillada, Napoleón III inmediatamente dispuso la venganza y el castigo para los mexicanos y sin tardanza apostó a sus mejores tropas, a lo más selecto de sus invencibles generales, probados en los campos de batalla, quienes paulatinamente comenzaron a llegar a las costas del Puerto de Veracruz.
 
Junto al ejército, llego un grupo de sanguinarios soldados, agrupados en la temible Legión Extranjera, un cuerpo de mercenarios al servicio del imperio, para cuyo reclutamiento no importa que sean criminales del fuero común o de guerra, convictos, desertores de algún ejército, prófugos de la justicia, aventureros sin escrúpulos, despechados, perseguidos políticos, bandoleros de ultranza, eso no importa, cualquiera puede afiliarse a la legión extranjera, aunque sea con una identificación falsa.
 
Nadie hace preguntas cuando se afilian, ellos son apátridas por que por sus conductas son despreciados, hasta en sus propias naciones, el lema de su organización es LEGIO PATRIA NOSTRA. La legión es nuestra patria. Francia a cambio de sus sucios y asquerosos servicios los premia dándoles la nacionalidad después de 5 años de servicio a esa nación. Los que llegaron a México, eran los héroes que habían masacrado al pueblo Argelino, a Crimea, venían de combatir a los Austrohúngaros, en alevosas batallas en Solferino y Magenta, donde se distinguieron como auténticos asesinos a sueldo.

 
Eran bárbaros y brutales soldados Alemanes, Belgas, Bábaros, Argelinos, Italianos, Alemanes, polacos, etc. bajo el mando de oficiales Franceses, parte de la Tercera compañía de la Legión, que un 30 de abril, mancillando nuestra patria en una supuesta misión de avanzada -para proteger un convoy compuesto de 64 carretas, municiones, cañones, cofres con 14 millones de pesos en oro y plata para el pago de la soldadesca francesa, carga y vituallas, cerca de 2000 mulas, todo con destino al sitio de Puebla- fueron sorprendidos por las unidades de combate del maltrecho Ejército Mexicano, encabezado por el gobernador y Jefe militar del Estado Don Francisco de Paula Milán. Quien los enfrentó con valentía y los derrotó en una encarnizada batalla.
 
Los legionarios franceses magnifican este acontecimiento, destacando en su novelesca literatura que el ejército de los mexicanos era de más de 2000 soldados y que 600 de ellos eran de a caballo con rifles Rémington, Winchester y pistolas Colt al cinto, ni era tan numeroso el ejército, ni llevaba armas tan sofisticadas, los soldados eran improvisados y quienes fortalecieron en el combate al ejercito fueron los pequeños grupos de guerrilleros Juaristas que asolaban las caravanas y los viajeros que tenían necesidad de transitar por esa ruta rumbo a Córdoba o a la capital de la Republica, los invasores masacraron con certera puntería a los Guerrilleros y a los soldados, haciéndolos caer en racimo y eran tantos los cadáveres de los Mexicanos que ya eran un obstáculo para avanzar, los legionarios refugiados en la vieja hacienda de la Trinidad, cuyas ruinosas instalaciones utilizaron como cuartel, se quedaron sin agua, sin bastimentos y con un gran número de muertos, fue el arrojo de los valientes soldados mexicanos, lo que les permitió penetrar a su guarida, quienes a costa de su propia vida, lograron horadar las inaccesibles paredes para abrir paso a sus compañeros y someter a los cobardes emisarios del emperador que pretendían engullir la riqueza nacional.
 
Se celebra en Camarón de Tejeda de los legionarios franceses, su desmedido valor, ¿valor de venir a invadir? ¿Valor de venir a profanar nuestra patria? ¿Valor de venir a derramar la sangre de nuestros hermanos? El valor de desamparar mujeres e hijos de valientes que lucharon y dejaron el terreno sembrado de llorosas viudas y famélicos huérfanos por todos los lugares, donde estos bárbaros criminales pasaron? Qué valor de honrarlos.

 
Qué vergüenza que nuestra armada este entrenando en los cuarteles de la legión extranjera francesa en Guyana y que estos vengan a mostrarnos su ostentosa formación militar que utilizan para someter las democracias del mundo, en los afanes de rapiña imperial que Francia no cesa, como actualmente lo hacen en el indefenso país africano de Mali. Claro nos interesa vender, nos interesa su mercado aunque pateemos la justicia entregándoles a la criminal Francesa Florence Cassez. Todo para quedar bien, para conquistar mercados.
 
¿Se celebran en Camarón las virtudes militares, de invadir México? ¿De pisotear a su pueblo? ¿De masacrar cobardemente a sus soldados? ¿De ofender nuestra bandera? ¿De querer imponer una monarquía? ¿De querer destruir nuestra patria ?
 
¿Acaso Juárez estaba equivocado y debió de permitir la libre entrada primero del despotismo y luego de la monarquía Francesa? ¿Acaso no hay conciencia de la verdadera historia y le llamamos virtud al crimen y honor a la satrapía de pretender atropellar y someter a un pueblo débil y ansioso de libertad ?

 
Los honran por honrar la tradición de los legionarios de luchar hasta el último hombre, de disparar hasta la última bala. No se entiende cómo los veracruzanos pueden honrar que estos criminales invasores para su honra, hayan disparado hasta la última bala en contra de los mexicanos ofendidos por la invasión colonialista del imperio Francés,
 
No se entiende, como se aplaude el que los legionarios presuman al mundo que 60 de ellos se enfrentaron estoicamente a 2000 soldados Mexicanos, bien armados y bien preparados y que todavía se les honre. Así dice su placa en Camarón, Aquí estuvieron menos de 60, opuestos a todo un ejército. (mexicano) Qué chingones. ¡Aplaudan mexicanos!
 
Y los 2 países aplaudiendo ese pitorreo, Que primero levantó Juan Nepomuceno Almonte, Presidente interino en la invasión Francesa, lo pulió el Emperador Napoleónico, Maximiliano de Habsburgo. Al restablecerse la Republica, todos los restos y huellas conmemorativas fueron destruidos por los lugareños, hasta que Don Porfirio Díaz, para congraciarse con la patria que le dio cobijo, permitió que se levantara nuevamente el monumento en 1892.

 
Fue en 1963, siendo Presidente Don Adolfo López Mateos y Gobernador Don Fernando López Arias, cuando se autorizó la remodelación del monumento, corre la anécdota de que Don Fernando al principio se opuso, pero como era simplemente el Gobernador, solicito una escuela en ese sitio y que le permitieran levantar también una estatua al Coronel Gobernador Jefe de las tropas mexicanas en esa batalla, Coronel Francisco De Paula y Milán, petición que pareció justa a la Federación. El Gobernador encargó el monumento y lo puso exactamente enfrente del monumento conjunto de los franceses, El General Francisco Paula Milán, apunta amenazante con sable en mano al monumento. Dicen que López Arias al develarlo dijo en voz baja, por si se quieren venir, aquí los esperamos de nuevo.
 
Las fiestas se convirtieron en saraos a la Mexicana con el Gobernador Alemán de importantes raíces y frutos Franceses. Celebración conjunta de quienes reniegan la historia, honrando la cobarde invasión. Con cada aplauso deshonramos la sangre derramada de los mexicanos, enaltecemos la rapiña imperial, glorificamos a los bandoleros del capitán Jean Danjou, enaltecemos a los actuales sicarios que someten sangrientamente al pueblo de Mali. Son los poderosos.
 
Quizás los japoneses le levanten monumentos a Truman, por haber tomado la decisión divina de arrojar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, para terminar la segunda guerra mundial.

 
Quizás los vietnamitas les levanten monumentos a los norteamericanos que aventaron el NAPALM, gel inflamable sobre las espaldas de los horrorizados niños.
 
Quizás los Judíos le levanten en Israel, un monumento a Adolfo Hitler por su afán de salvar la raza superior de los Arios.
 
Quizás los norteamericanos levanten monumentos en Washington o en Nueva York para honrar el valor de los japoneses que invadieron Pearl Harbor.

 
Quizás Querétaro le levante un monumento al Emperador Maximiliano de Habsburgo, por la gloria de haber sido fusilado en ese lugar.
 
Quizás haya en la nación, alguien que levante un monumento a los generaletes mexicanos, Miguel Miramón y Tomas Mejía o que traiga desde Cuba, los despreciables despojos mortuorio del General Leonardo Márquez, por la virtud de haber servido valiente e incondicionalmente al invasor Francés.
 
En Camarón de Tejeda, los ciudadanos bien nacidos de ese pueblo, colocaron una placa que dice: EN MEMORIA DE LOS PATRIOTAS MEXICANOS, HEROES IGNORADOS, QUE MURIERON EN ESTE PUEBLO, COMBATIENDO CONTRA LA INTERVENCION FRANCESA. 30 DE ABRIL DE 1964.

 
Como quiera que sea el 29 y 30 de abril, se celebrará en Camarón a ritmo del bombo y platillo, con toda la pompa oficial, flores y guirnaldas, toques militares de corneta y redoble de tambor y nítidos discursos recordando el heroísmo de los 60 franceses que resistieron a los 2000 soldados mexicanos.
 
Vaya honor, vaya virtudes, quizás auto humillarnos y honrar a los invasores sea un signo máximo de civilización, aunque también puede ser que, quienes lo hacen, estén buscando un nicho en el cerro de las campanas, donde la fusilería popular mexicana está alerta, allá todavía hay cartuchos.