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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
Desguazadero
Benjamín Garcimarrero
29 de abril de 2013
alcalorpolitico.com
La Ley de Salud, tiene un reglamento que se llama: Reglamento de la Ley General de Salud en materia de control sanitario de la disposición de órganos, tejidos y cadáveres de seres humanos, en cuyo articulado prohíbe el comercio de órganos o tejidos, los cuales solo son disponibles por el propietario original, mediante una acto expreso de voluntad, aunque también hay disponentes secundarios que en tratándose de un cadáver puede ser el/la cónyuge, concubina o concubinario, ascendientes, descendientes mayores de edad, Autoridad Sanitaria, el Ministerio Público, la Autoridad Judicial, y los centros educativos como escuelas de medicina o Universidades.
 
El caso es que nadie puede vender sus órganos y hacer comercio con ellos, pero se me ocurre que ya entrando al año 2013, la humanidad empiece a pensar en mejores soluciones sociales como las que a continuación apunto.
 
Imagínese usted que en vez de condenas de por vida o prisión vitalicia, a delincuentes que la merecen o en las cárceles y en las que el Estado tiene que estar manteniendo a los maleantes, mejor se tomaran como refacciones para quienes necesitan un hígado, un par de ojos, unos huesos (no políticos), algunos centímetros de piel o incluso metros; también podría tenerse médula ósea fresca, riñones, venas, corazones y otras menudencias, con la ventaja de que se resuelve el problema social de quitar a un delincuente de la sociedad y se ayuda a salvarle la vida a alguien que si es útil a los demás. ¿Cómo la ve?
 

El derecho Penal, que algunos llaman el Ius Puniendi, ha pasado por muchas etapas, la primera fue la de la venganza particular que permitía al ofendido o a sus deudos, hacerle lo mismo al ofensor. Los pueblos primitivos adoptaron el “Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie”. (No es como decía el gangoso: “Ojo por ojo, jejenta y juatro”).
 
En los tiempos modernos y a partir del siglo antepasado, se pensó en la rehabilitación del delincuente, considerándolo un personaje que podría ser útil nuevamente a la sociedad, enseñándolo y volviéndolo al carril; sin embargo está demostrado que las prisiones no rehabilitan, todo lo contrario, son escuelas de crimen y es una falacia seguir engañándose y engañando a la sociedad con aquello de que si ya salió del bote es que ya se compuso el villano, porque bien dice el proverbio: “Mula que es pedorra ni aunque la carguen de santos”, que ya podría ser otro principio general de derecho.
 
Por eso resulta conveniente ir pensando en aquellos que cometen horrendos crímenes que dejan daños irreparables en la sociedad, decididamente utilizarlos, no al estilo azteca en que se les cocinaba y servían de alimento, quizá en futuro más lejano cuando el hambre sea mucha, pero por lo pronto sí podrían utilizarse para rehabilitar a otros que tienen fallas en el organismo.
 

Hay que aclarar que hay de delincuentes a delincuentes; ¡vaya!, quiero decir que hay quienes delinquen sin intención, por culpa, por irreflexión o por ignorancia; pero hay otros verdaderamente malos, que obran con dolo y gravemente y que además ya no tienen jareta para contenerse. Esos son a los que me refiero, como los que causan indignación social y se les desea cuando menos que les agarre un dolor que entre más caminen más les duela y donde se paren, revienten; según reza la maldición gitana.
 
Suponiendo que lo actualmente ético, jurídico y humano, sea la rehabilitación de los delincuentes, la consecuencia sería preguntar: “Quien quiere un delincuente rehabilitado” (Aquí se oye un coro estridente que dice: ¡Nadie!...).
 
Desde luego que la Iglesia ha puesto el grito en el cielo oponiéndose terminantemente a la pena de muerte, a pesar de que ellos en la edad media mataron a más personas por oponerse a sus ideas, que los que murieron en la guerra; pero esta es una solución que con un poquito de buenas intenciones podría aceptar hasta el Clero, que ya ven que siempre ha estado reñido con todo lo razonable.
 

Nada quita desde luego que cada quien, voluntariamente, pueda donar sus “refacciones” sin tener que ser reo de muerte.
 
En fin, como el mundo está loco, les apuesto que ésta propuesta quizá la veamos hecha realidad en poco tiempo.
 
Por lo pronto, ya habrá que ir pensando en apartar unas piernas. (Sin albur, claro).