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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
La crisis silenciosa
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
14 de mayo de 2013
alcalorpolitico.com
«Estamos en medio de una crisis de proporciones gigantescas y de enorme gravedad a nivel mundial. No, no me refiero a la crisis económica global…, en realidad me refiero a una crisis que pasa prácticamente inadvertida, como un cáncer. Me refiero a una crisis que, con el tiempo, puede llegar a ser mucho más perjudicial para el futuro de la democracia: la crisis mundial en materia de educación». Estas palabras son de la filósofa norteamericana Martha Nussbaum, y con ellas inicia el primer capítulo de su libro Sin fines de lucro, en el hace un análisis de la situación de guardan las humanidades, y especialmente, la filosofía, en los sistemas educativos de los países capitalistas y neocapitalistas de hoy.
 
¿En qué consiste, según esta importante pensadora, esta incierta y peligrosa etapa que estamos viviendo (porque nuestro país, cada vez más, se acerca peligrosamente a las filas de esos países que centran en el capital todo su interés y definen sus políticas económicas y educativas por objetivos absoluta y absurdamente mercantilistas)? Precisamente en esta orientación, y así lo señala: «Se están produciendo cambios drásticos en aquello que las sociedades democráticas enseñan a sus jóvenes […] Sedientos de dinero, los estados nacionales y sus sistemas de educación están descartando sin advertirlo ciertas aptitudes que son necesarias para mantener viva la democracia. Si esta tendencia se prolonga, las naciones de todo el mundo en breve producirán generaciones enteras de máquinas utilitarias, en lugar de ciudadanos cabales con la capacidad de pensar por sí mismos, poseer una mirada crítica sobre las tradiciones y comprender la importancia de los logros y los sufrimientos ajenos. El futuro de la democracia a escala mundial pende de un hilo».
 
Podríamos pensar que este diagnóstico tan pesimista de la filósofa se basa en los resultados que obtienen muchos países en las evaluaciones internacionales, en las que se evidencia una verdadera debacle de los sistemas educativos, especialmente en los campos de la comprensión verbal, el razonamiento matemático y la comprensión de las ciencias naturales. Pero no es así. La crisis tiene raíces más hondas, y los resultados de esas evaluaciones a que nos referimos solo son los síntomas de la enfermedad, que ella compara con un demoledor cáncer.
 

Al precisar cuáles son esas raíces más profundas, Nussbaum es contundente: «En casi todas las naciones del mundo se están erradicando las materias y las carreras relacionadas con las artes y las humanidades, tanto a nivel primario y secundario como a nivel terciario y universitario. Concebidas como ornamentos inútiles por quienes definen las políticas estatales en un momento en que las naciones deben eliminar todo lo que no tenga ninguna utilidad para ser competitivas en el mercado global, estas carreras y materias pierden terreno a gran velocidad, tanto en los programas curriculares como en la mente y el corazón de padres e hijos. Es más, aquello que podríamos describir como el aspecto humanístico de las ciencias, es decir, el aspecto relacionado con la imaginación, la creatividad y la rigurosidad en el pensamiento crítico, también está perdiendo terreno en la medida en que los países optan por fomentar la rentabilidad a corto plazo mediante el cultivo de capacidades utilitarias y prácticas, aptas para generar renta».
 
Esas materias relacionadas con las humanidades son las que se engloban en el término “filosofía”, cuyos objetivos, señala, son: «desarrollar capacidades vitales para la salud de cualquier democracia: capacidad de desarrollar un pensamiento crítico; capacidad de trascender las lealtades nacionales y de afrontar los problemas internacionales como "ciudadanos del mundo"; y por último, la capacidad de imaginar con compasión las dificultades del prójimo...». Nos llenamos la boca, dice la filósofa, hablando de valores, pero pensamos muy poco en lo que debemos hacer para transmitirlos a las siguientes generaciones. Y, ayunos los jóvenes de estas capacidades, por mucha información que tengan a la mano, solo serán «generadores de renta, pero con la imaginación atrofiada».
 
No se trata, pues, de que los jóvenes sepan pocas cosas, o de que no importa que sean incapaces de resolver ni siquiera una raíz cuadrada o de identificar las partes de una oración o los componentes de la célula. Se trata de la orientación de la educación, de los fines del proceso educativo, fines que tienen que ver con el proyecto de vida personal de los educandos y con un proyecto nacional sano, ordenado, justo y democrático.
 

En esta perspectiva, sentencia Nussbaum, «todas las sociedades modernas están perdiendo la batalla a ritmo acelerado, pues están alimentando las fuerzas que impulsan la violencia y la deshumanización, en lugar de alimentar las fuerzas que impulsan la cultura de la igualdad y el respeto. Si no insistimos en la importancia fundamental de las artes y las humanidades, estas desaparecerán, porque no sirven para ganar dinero. Solo sirven para algo mucho más valioso: para formar un mundo en el que valga la pena vivir, con personas capaces de ver a los otros seres humanos como entidades en sí mismas, merecedoras de respeto y empatía, que tienen sus propios pensamientos y sentimientos, y también con naciones capaces de superar el miedo y la desconfianza en pro de un debate signado por la razón y la compasión». Por ello, concluye, cuando se trata de evaluar un sistema educativo, esto es lo que debe tomarse en cuenta: cómo prepara a los jóvenes para la vida y cómo favorece una sociedad basada en las características señaladas. Los demás fines de la educación son intermedios, secundarios.
 
No podemos guiñar los ojos y pasar por las aulas, por las escuelas, por los cargos del sistema educativo, como meras sombras, sin pena ni gloria, adoctrinando o solo instruyendo, mientras miles de niños y jóvenes son arrojados a un mundo desordenado, injusto, cruel y sucio, sin una clara visión de lo que pueden y deben hacer por su propia vida y por los demás.
 
*AME
 

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