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Benjamín Garcimarrero
27 de mayo de 2013
alcalorpolitico.com
Según el diccionario de la lengua española, la palabra “pendejo”, significa: “pelo del pubis o de las ingles”, sin embargo en nuestro lenguaje coloquial tiene otras acepciones dejando de ser un sustantivo para convertirse en un adjetivo calificativo.
 
Don Hermenegildo Torres, el regiomontano más preclaro que logró hacer una filosofía existencialista de la pendejez humana clasificando a todos sin faltar uno, escribió kilómetros de tinta y apenas esbozó el tratado más moderno sobre la pendejez, comparable al Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam o la Historia de la Estupidez Humana de Paul Tabori.
 
Tenemos que coincidir con Desiderio Erasmo, que la pendejez es el impulso vital que nos obliga a vivir y a sobrevivir, es la dichosa inconsciencia, la ilusión, la ignorancia satisfecha de sí misma, la mentira vital.
 

Toda la vida humana individual y social se funda en mentiras, ilusiones e imposturas que ocultan la realidad, sin embargo constituyen el mayor atractivo de la vida misma.
 
Los seres humanos, tenemos como la luna, un lado oscuro donde radica nuestra estulticia, aunque también tenemos un lado brillante que a veces no hemos descubierto, precisamente por eso, por pendejos.
 
La sabiduría que se contiene en la frase “conócete a ti mismo”, es justamente, tomar la dimensión de nuestra pendejez.
 

Por eso Don Hermenegildo Torres tomó como emblema a Sócrates, el sabio ateniense que afirmaba: “Lo único que sé es que nada sé”, y no como decía mi compadre: “Lo único que sé es que no cené”.
 
Dante Alighieri, en su “Divina Comedia”, imaginó todos los suplicios que a manera de castigo, hay en el infierno, sin embargo estoy convencido que le faltó uno que es terrible, sobre todo si ha de padecerse per sécula seculorum o sea, por toda la eternidad.
 
Y no es el de ser estúpido, que ya es suficiente castigo serlo, porque los que somos, no tenemos la conciencia de serlo, hasta que alguien nos lo dice o nos los demuestra; el verdadero castigo que hay en el Infierno se encuentra en el séptimo nivel, que a su vez se divide en dos secciones, la primera donde se ponen todos los soberbios que creen estar hechos a mano, ellos se rodean de pendejos que durante media eternidad le estarán haciendo preguntas en ejercicio de un supuesto derecho a la información, otros más le exigirán que les resuelva sus problemas, pues como buenos pendejos no pudieron preverlos y solitos se metieron en broncas, fenómeno que se ve hasta en las mejores familias.
 

En esa sección infernal hay pailas con personificadores con nombres de algunos conocidos que no menciono por que de seguro usted los conoce por soberbios irredentos.
 
En la segunda sección del séptimo nivel infernal, están los redimidos, que ya se dieron cuenta de que son, fueron o serán pendejos y que por circunstancias demoníacas nunca podrán salirse del infierno, ni aún reencarnado en la hermana de la llorona.
 
Ahí hay un presídium armado con personificadores que aluden nombres de personajes que nos son familiares y que usted puede poner junto al mío; para que no digan que hablo de oído.
 

Estarán ahí la otra mitad de la eternidad, por si fuera posible dividir la eternidad en dos.
 
Tal parece que este castigo tiene una extensión aquí en la tierra mientras vivimos, así que van dándose muestras y avisos que son perceptibles cíclicamente en época de elecciones, campañas, pactos, acuerdos, desacuerdos internacionales, viajes y canonizaciones. A pesar de todo preferimos ver el toro desde la barrera o nadar de a muertito, lo que aún resulta más triste, o porque nadie se atreve a levantar la voz o somos conformes y cobardes.
 
Ya lo dijo aquel: “Hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”.