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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
Política de bajísimo nivel
Arturo Reyes Isidoro
4 de junio de 2013
alcalorpolitico.com
“Ha pasado un periodo de democratización, dos alternancias, fortalecimiento de la división de poderes y consolidación de los medios de comunicación. Mucho ha cambiado. Los políticos, no.
Podría no pasar de mero anecdotario, si no fuera porque a México le urge una política de altos vuelos. La política hace que las cosas sucedan. Que los proyectos se vuelvan programas y los programas, políticas públicas. La política es la representación de la nación y el rostro de la república.
 
“Lo que estamos viendo cada día es la banalización de la política, porque se ha entendido que la simiente que la mueve son ya no las ideas, sino el dinero.
 
“Bajo esta percepción, la democracia es un producto de mercado, las elecciones son subastas y el presupuesto público fuente de riqueza personal. En los últimos doce años, se procedió a la privatización del poder y a la sustitución del estado.

 
“El deterioro de la política conduce a la extinción de la mejor clase política. Cualquiera, con dinero, despensas y láminas suficientes, puede hacerse de un cargo público, utilizar el poder para sus propios fines e instalarse en el cinismo. Por eso tenemos esta clase política, de un nivel bajísimo (salvo honrosas excepciones) y por eso nos ubicamos en la frontera del ejercicio cínico del poder.
 
“Los saltos de un partido a otro, la ostentación grosera de la riqueza (in)explicable, el afán de perpetuarse, convertir a los partidos en cotos familiares, no es sino el resultado de esta depredación del prestigio público de la política.
 
“La política está tan desprestigiada que pocos, en su sano juicio, se arriesgan a entrar en ella poniendo su nombre por delante. Eso abre la puerta para el acceso masivo de los pequeños, los corruptos y los cínicos.

 
“En tanto la sociedad no vea en el voto la única forma real, independiente, útil de transformación tendremos que continuar el camino, resignados: no tienen remedio”.
 
El entrecomillado de los párrafos, lógico, indica que esas palabras no son mías. Pero las suscribo. Coincido con ellas. Forman parte de un artículo que publicó ayer Fernando Vázquez Rigada en el diario Imagen de Veracruz, que tituló “Sin remedio”.
 
Fernando inicia su artículo recordando que alguna vez, poco antes de morir, Luis Donaldo Colosio le dijo a sus cercanos: “Camacho no tiene remedio”, refiriéndose a Manuel Camacho Solís, entonces canciller, “quien no cesaba de destilar su amargura por no haber sido candidato del PRI a la presidencia de la República y trataba de desestabilizar la campaña del sonorense”. Vázquez Rigada dice que parecería que, casi veinte años después, seguimos en la misma: la clase política parece no tener remedio.

 
Si el texto por sí solo resulta interesante, en especial me llama la atención porque el autor no es un colaborador más del citado periódico sino, actualmente, un asesor de imagen de varios candidatos del PRI tanto a alcaldes como a diputados locales. Sabe bien, pues, de lo que está hablando.
 
Fernando Vázquez Rigada es analista político, especialista en marketing, licenciado en Derecho por la UNAM con maestría en la misma rama por la Universidad de Harvard, fue funcionario en el gobierno del licenciado Miguel Alemán Velasco (en la Secretaría de Desarrollo Económico) y es fundador y socio hasta la fecha de la empresa PCN Consultores, especializada en consultoría política, comunicación y negocios, además de autor del libro Las palabras de Casandra. Historias del futuro del Estado mexicano.
 
Su diagnóstico es descarnado, preciso e ilustra bien a la clase política que padecemos y el desolador escenario en que se mueve y sirve de escenografía, ahora, al proceso electoral en curso: mucho ha cambiado en el país, los políticos no; urge una política de altos vuelos; hay una banalización de la política; el dinero, no las ideas, es lo que la mueve; la democracia es ahora un producto de mercado; las elecciones son subastas; el presupuesto público, fuente de riqueza personal; se ha privatizado el poder, se ha sustituido al Estado; la mejor clase política se extingue por el deterioro de la política; hoy, cualquier con dinero, despensas y láminas puede hacerse de un cargo público; y por ello utilizar el poder para sus propios fines con todo cinismo; tenemos una clase política de un nivel bajísimo; hay una depredación del prestigio público de la política; la política está tan desprestigiada que pocos en su sano juicio se arriesgan a entrar en ella; eso abre la puerta a los pequeños, corruptos y cínicos. ¡Pa’su ma!

 
¿Quién lo refuta? Tiene razón. Pero Fernando nos dice el santo pero no el milagro. Él trabaja a diario con esa arcilla de bajísimo nivel (advierte que hay sus excepciones, yo pienso también que sí) que nos retrata. Sería interesante saber cómo le hará o qué está haciendo para moldearla diferente, para que refleje la nueva realidad o, como experto que es en el tema, qué propone para cambiar todo, para adecuarlo a los nuevos tiempos, para hacerlo mejor. Pero de que su diagnóstico es acertado, ni quien lo dude. Por ahora, nos queda a deber. ¿Habrá una segunda entrega en donde diga qué hacer?
 
Con todo, las campañas, ahí van
 
Algo innegable es que, no obstante los dimes y diretes propios de los partidos políticos y de los candidatos con el propósito de jalar agua para su respectivo molino, las campañas políticas se desarrollan con normalidad. Así como se le han hecho señalamientos al gobernador Javier Duarte, también se le debe reconocer que mantiene un buen clima de paz social y que candidatos van y vienen y militancias participan con toda libertad y movilidad.

 
Un buen signo es la presentación, ayer, de los integrantes de la Comisión Plural Estatal de Preservación del Entorno Político de Equidad en la Competencia Electoral (con que le hubieran llamado Comisión Antifraude hubiera bastado, ¿no cree usted?), que estuvo a cargo del Secretario Técnico del Pacto por México en el estado, Enrique Ampudia Mello.
 
A Mariana Aguilar la conozco hace muchos años desde que andaba en la izquierda. Luego dio un vuelco y se pasó a la derecha. No creo que se preste a sucios enjuagues. Tampoco Leopoldo Alafita ni Manlio Fabio Casarín León, que tendría mucho que perder si avalara situación anómala alguna. Al señor Juan Carlos Stivalet no lo conozco, pero tampoco, me imagino, se prestaría a un chanchullo.
 
En la reunión que tuvieron ayer, reconocieron al gobernador Duarte de Ochoa y al interlocutor Ampudia Mello. Que de inicio, ven las cosas bien, dijeron. Pues que así sigan.