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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
Sobre trolls y bots
Arturo Reyes Isidoro
7 de junio de 2013
alcalorpolitico.com
Si el joven colega Aurelio Contreras Moreno no lo hubiera explicado con toda claridad en una de sus columnas periodísticas el pasado 30 de mayo, no lo tuviera suficientemente claro, yo que, lo confieso, soy de la generación de la máquina de escribir manual, del siglo pasado, en la que me formé y aprendí a escribir en letra de molde.
 
Habla Aurelio de dos figuras que en el ciberargot se conocen como “troll” y “bot”, figuras que seguramente son de uso corriente en el lenguaje de las nuevas generaciones, las generaciones de la internet, pero que para los viejitos como yo son una verdadera novedad.
 
El periodista comenta algo fuera de toda duda: que con la aparición de las redes sociales, la socialización de todo tipo de información de manera libre y masiva ha revolucionado las comunicaciones en todo el mundo y en todas las áreas.
 

Pero apunta que al mismo tiempo se han convertido en un problema para los poderes formales y para los fácticos que, afirma, acostumbrados a dirigir de acuerdo a sus particulares intereses los flujos de información pública, se han encontrado con un fenómeno que no sabían (y hasta la fecha no saben) cómo controlar.
 
Dice entonces que la respuesta que han encontrado los “expertos” contratados por los círculos de poder para contrarrestar las voces críticas es combatir el fuego con fuego, y es ahí donde surgen el “troll” y el “bot”, para contestar y atacar a quienes se considera adversarios o que simplemente no gustan sus opiniones públicas.
 
“Los trolls y los bots publican mensajes para provocar y enfrentar y, con ello, desviar la atención sobre el tema que originalmente se estaba tratando en un foro público por Internet”.
 

Explica que estos singulares personajes (entendería yo que son francotiradores, mercenarios, personas que se escudan en el anonimato para provocar y agredir pagados por alguien) generalmente se presentan con perfiles falsos (“aunque a veces mandan a los empleados de las oficinas que los manejan a cumplir de frente con esa función”), los cuales son manipulados desde un mismo organismo e incluso hasta por una misma persona, y que son utilizados ya sea para promover la política de un gobierno como para defenderlo de las críticas y, sobre todo, para monitorear lo que se dice sobre éste y reportar esos datos.
 
Aurelio escribió sobre el tema porque —me imagino que esa fue la causa– sufrió la embestida de trolls y bots oficiales por haber reenviado por las redes un artículo del diario español El País que hablaba sobre la situación de la prensa en el estado.
 
Escribió: “En Veracruz, las oficinas de Comunicación Social de varias dependencias, consultorías, e incluso ciertos ‘medios’, tienen sus cuadrillas de trolls y bots, que igual espían a los periodistas críticos y a los políticos de oposición, que los atacan directamente y hasta los intentan amedrentar con insinuaciones o amenazas veladas”.
 

Pero afirma que esta estrategia es muy pobre, si no es que nula, ya que las más de las veces las provocaciones de los trolls mueven a risa, aunque a pesar de ello se siguen utilizando, junto con otras más “disuasivas”, como el hackeo de cuentas y amenazas más directas.
 
(Aparte de los trolls y los bots también están las viudas, afirmo yo, que si uno hace crítica de algún personaje del pasado, como la llorona loca pegan de gritos, se desgarran las vestiduras y nos llenan de injurias, otra estrategia también muy pobre, prácticamente nula que, en mi caso particular, sólo me causa risa.)
 
Me gustó mucho la forma madura con que remata su columna Aurelio, no obstante su joven visión de periodista. Transcribo textualmente:
 

“Lo cierto es que la crítica es necesaria para mantener los equilibrios democráticos en una comunidad. Una sociedad con criterios unificados es propia de regímenes totalitarios.
 
“De la misma forma, los gobiernos necesitan estar bien informados y operar sistemas de inteligencia (que ojalá fueran inteligentes) para identificar posibles riesgos o responder en momentos de crisis.
 
“Ambos, periodistas y autoridades, tenemos que cumplir cada quien con nuestras funciones. Así que tendremos que seguir conviviendo”.
 

Cuánta razón le asiste. La crítica es necesaria, más en especial en esta época que nos toca vivir cuando el Legislativo está sometido, subordinado al Ejecutivo y no cumple más que una función de títere en lugar de ser factor de equilibrio, función que cumple la prensa crítica, aunque la mal vean, aunque la rechacen, aunque la combatan y aunque la repriman. Pero es necesaria.
 
Pero una prensa con compromiso social, con apego estricto a la función del oficio y de la profesión, responsable, no puede bajar la guardia. El poder tiene que hacer lo suyo, pero el periodista también.
 
Triste y lamentablemente en la mayoría de los casos no se entiende así. Pero es saludable la función de la prensa crítica, para el propio gobierno, para la sociedad, para la democracia.
 

El troll y el bot encarnan hoy los nuevos instrumentos con que se pretende continuar con la cultura de la represión disfrazada a la prensa crítica, porque en su origen no están concebidos para tal fin, entendería yo. La tentación de reprimir desde el poder es ancestral y va a continuar por los siglos de los siglos. Hay que blindarse con la indiferencia a esas agresiones y con la fortaleza de la convicción.
 
Hoy en México, el 7 de junio está dedicado a conmemorar y a festejar el Día de la Libertad de Prensa. Esa libertad, pienso y creo, es inherente a cada quien. Por una convención social se le da especial significación, aunque me llama la atención que, por ejemplo, el Gobierno federal dejó atrás esa práctica, práctica que devino a partir de aquella proclama de José López Portillo de “no pago para que me peguen”, en alusión a la prensa crítica a la que retiró la publicidad durante su gobierno, como si el dinero de las arcas públicas fuera de su propiedad y no producto del trabajo y del pago de impuesto de todos los mexicanos, que tenían y siguen teniendo el derecho a saber la verdad.