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Columnas y artículos de opinión
Educación y reflexiones
Guillermo H. Zúñiga Martínez
22 de junio de 2013
alcalorpolitico.com
Primera parte
 
El 17 de octubre de 2006, durante el IV Congreso Nacional de Educación, presenté ante mis compañeros maestros de la Sección 32 del S.N.T.E., una propuesta, Educación y Reflexiones, cuya primera parte me es grato dar a conocer a través de este espacio. El texto es el siguiente:
 
“Educación y reflexiones es un tema tan grande como la imaginación del hombre. Lo encuentro muy interesante, demasiado sugestivo. Para efecto de esta charla, lo he dividido en cuatro partes: 1.-La función educativa; 2.-Teleología de la formación; 3.-Responsabilidades sociales; y 4.-El papel del maestro en la enseñanza.
 

La enseñanza tiene un origen privado. A través de la historia, descubrimos que algunas personas eran contratadas como preceptores para guiar a los niños y jóvenes; si somos más exigentes, encontraremos que la génesis de las tareas didácticas se localiza propiamente como función de la familia, una vez que ésta se consolidó como la verdadera célula social.
 
El primer maestro que cobró un estipendio por los servicios que prestaba a la juventud, fue Marcio Favio Quintiliano, aquel famoso autor de las "Instituciones Oratorias". A él se debe que, por vez primera, se incluyera en el presupuesto del gobierno, en la época de Vespasiano, una partida especial para el sostenimiento de la función educativa. Desde entonces, la formación y orientación de las nuevas generaciones pasó a ser preocupación oficial.
 
También, resultó ser un renglón de suma utilidad en el desarrollo de los pueblos, es la que distingue a las sociedades en todos los tiempos, pues de los recursos que se le destinen depende el progreso que alcanzan y su grado de evolución. No es aventurado afirmar que de ello emana la capacidad de todo conglomerado humano para enfrentar los retos de la vida y superarlos, o seguir sumido en la miseria y el atraso que, cada instante, duelen en lo individual y en lo colectivo.
 

Dentro de este apartado, deseo poner énfasis en la inteligencia de quienes se dedican a definir y delinear los planes y programas de estudio, porque ellos contribuyen en gran parte a la victoria que puede obtener la misma sociedad. Creo que el problema de nuestro país estriba en que durante el siglo pasado, un maestro de escuela llegó, como única excepción, a ser Secretario de Educación Pública. Fue en la época de Don Adolfo Ruiz Cortines, quien nombró al profesor José Ángel Ceniceros para ejercer tan elevada responsabilidad. Antes y después de él, el pueblo de México ha sido testigo que abogados, ingenieros, generales, poetas, novelistas y hasta políticos oportunistas, se han encargado de la misión más delicada dentro de la función pública, como es la conducción del trabajo pedagógico. Éste, a mi juicio, ha sido el principal problema que hemos confrontado.
 
Si profundizamos un poco en la historia de nuestro sistema local, observaremos, sin equivocación alguna, que ha sido en la Dirección General de Educación Popular, donde descansan el renombre y el progreso de nuestro pueblo; la razón es sencilla, en esa dependencia, con alguna que otra excepción, se designaron verdaderos maestros para impulsar esta actividad tan distintiva y trascendente. No temo expresar que en ella se localiza el prestigio de la cultura y la creatividad destinadas a la formación de la niñez y juventud veracruzanas.
 
Lo anterior tiene mucho que ver con lo que ha sucedido en el país. Cada nuevo Secretario de Educación Pública federal ha tenido ideas de cómo debe ser orientada nacionalmente y hemos transitado dando demasiados traspiés al tratar de encontrar las finalidades que deben perseguirse. Para ejemplificar lo anterior sólo daría dos evidencias: en alguna ocasión a un grupo de estudiosos se le ocurrió que debería cambiarse la enseñanza de la gramática tradicional y nos trajeron, como una novedad, la difusión de los gramemas, morfemas y núcleos, etc., lo que configuró una pérdida de tiempo horripilante y un desperdicio histórico, porque hasta ahora, después de varias décadas, jamás he escuchado ni leído a nadie que hable utilizando esta jerga tan rara y molesta que ninguna utilidad práctica tiene para la vida de los ciudadanos. Otra la constituye aquella enseñanza de la teoría de los conjuntos matemáticos, que fue impuesta en los planes de estudio; hasta la fecha, los especialistas reconocen que fue un rotundo fracaso, al grado que ya se abandonó su aplicación para bien de las generaciones presentes.
 

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