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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
Civilidad política
Arturo Reyes Isidoro
26 de junio de 2013
alcalorpolitico.com
Mientras que otros le tiran caca al PAN y a su dirigente nacional Gustavo Madero, así como a los candidatos blanquiazules, en especial con motivo del proceso electoral, el senador Héctor Yunes Landa se conduce con toda civilidad, respeto y madurez política y dialoga en los mejores términos con el barbudo líder blanquiazul.
 
El domingo, el equipo de prensa del ex dirigente estatal del PRI difundió un boletín de prensa y una fotografía donde se ve a los dos personajes platicando en un hotel de Ensenada, relajados, sonrientes, no obstante que los candidatos de sus partidos sostienen una batalla electoral a muerte por la gubernatura de Baja California. Con ellos se ve también el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello.
 
“Lo que debe imperar es la civilidad política por encima de intereses partidistas o de grupos. El gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, y un servidor intercambiamos comentarios y nuestra visión sobre algunos temas con Gustavo Madero, demostrando que podemos convivir y trabajar unidos por el bienestar del país”, apuntó Yunes Landa.
 

Héctor, sin duda, interpreta así la conducta que muestra también al respecto el dirigente nacional de su partido, César Camacho Quiroz, quien dialoga no sólo con Madero sino igualmente con Jesús Zambrano, el dirigente nacional del PRD, conducta que a su vez, con su ejemplo, les impone el presidente Peña Nieto.
 
Esas cosas, como las del ex diputado por La Antigua, cómo cuentan en política y cómo le habrán de redituar en su aspiración a la gubernatura del estado para 2016, carrera en la que prácticamente sólo él y su “sobrino” José Francisco Yunes Zorrilla ya van solos.
 
Inundaciones
 

Los recuerdos son imborrables y por ello presentes y revivibles.
 
No se me olvida un viejo avioncito de carga, que salvo los asientos del piloto y del copiloto era el puro cascarón.
 
Quienes por primera vez nos subíamos en él, que prácticamente éramos todos, nos sentíamos fuera de lugar al no hallar asientos, ni cinturones de seguridad, ni siquiera correas para agarrarnos o tener un punto de apoyo.
 

Era una especie de pequeño avión militar, de tal modo que nos sentábamos, como los soldados, en el piso, pegados a la pared de la nave uno junto al otro, a ambos lados del aparato.
 
La verdad, para mis adentros, me reía al ver a los estirados funcionarios de entonces, bien vestiditos, almidonaditos, planchaditos, acostumbrados a los cómodos jets o a los costosos helicópteros, tener que viajar como todos: sentados en el piso. Esa era una verdadera lección de democracia que recibían y vivían.
 
Nuestra primera experiencia era de lo mejor. Quién sabe por qué, pero por inercia todos escogíamos para sentarnos de la mitad de la nave hacia atrás, hacia la cola, sin que el piloto o el copiloto nos hicieran alguna indicación.
 

Pero cuando ya éramos bastantes, ¡zas!, hacíamos contrapeso y el avión se paraba de cola y todos nos íbamos hasta el fondo, unos encima de otros y revueltos entre la carga, hasta que algunos de afuera corrían a colgarse de la parte delantera de la nave para enderezarla.
 
Siempre tuve la impresión de que el piloto y el copiloto se divertían con el espectáculo y por eso no nos advertían nada cuando nos subíamos. Yo, a la vez, me reía de los funcionarios, que cuando se nivelaba la nave, antes de emprender el vuelo ya tenían la ropa toda arrugada y llena de polvo. Era un buen inicio para enfrentar el lodo, las aguas putrefactas, inmundas, toda la insalubridad a las que nos íbamos a enfrentar horas después.
 
Era el año 1999 y gobernaba el estado el licenciado Miguel Alemán Velasco. Veracruz había sufrido una de las más graves inundaciones en su historia y prácticamente todo el norte del estado estaba devastado.
 

Como todas las vías de comunicación habían quedado destruidas, la única manera de llegar a aquella parte de la entidad y de llevar ayuda y auxilio era por vía aérea. Los helicópteros se dedicaban a rescatar a decenas y decenas de personas que habían quedado aisladas en muchos poblados.
 
Por eso el viaje en aquel viejo avión. Se cumplió con los paisanos en desgracia. Aprendimos mucho. Supimos y vivimos el valor que en esos casos tiene la ayuda, la solidaridad. Quienes participamos entonces, lo sabemos bien ahora.
 
Por eso valoro, en toda su magnitud, aunque la importancia de la acción se ha perdido entre los dimes y diretes de las campañas políticas, la movilización y auxilio que prestaron el pasado fin de semana las huestes de la Secretaría de Seguridad Pública en los municipios de Actopan y Úrsulo Galván.
 

Viendo las imágenes por la televisión de los helicópteros de la Secretaría de Seguridad Pública que estuvieron rescatando a muchas personas que quedaron aisladas en diversas comunidades por el crecimiento de los ríos y cuerpos de agua así como por los desbordamientos en muchos casos, recordé aquellos momentos que vivimos al final del siglo pasado.
 
Igual, cuando vi las imágenes de policías y cadetes, pero también de trabajadores administrativos, civiles, paleando para quitar el lodo y auxiliando a los damnificados para rescatar lo rescatable de sus pertenencias, recordé cuánto significan esas acciones para los veracruzanos en desgracia, que lo que más necesitan es el aliento, saber que no están solos.
 
Esas son las buenas acciones de gobierno que hay que reconocer. Qué bueno que Arturo Bermúdez Zurita, el secretario de Seguridad Pública, se puso las pilas de inmediato y actuó y ordenó actuar a todo el personal de su dependencia. De alguna forma les sirvió de entrenamiento porque la temporada de lluvias y ciclones apenas comienza.
 

Como hay que reconocer también al secretario de Salud, Juan Antonio Nemi Dib, a quien vi al anochecer del lunes llegar con los zapatos llenos de lodo procedente de Actopan-Úrsulo Galván, en donde ha estado pendiente que haya la atención primaria de salud oportuna, pero también tomando las primeras medidas para construir de nuevo el Centro de Salud-Hospital que prácticamente quedó destruido (me mostró las fotos que traía en su cámara) y donde, preocupantemente, los expedientes de los pacientes quedaron dañados en forma irreparable por el lodo que los bañó, así como muchas medicinas echadas a perder entre el lodo.
 
Mi abrazo a Marijose
 
Joven y valiente mujer, conductora de noticias y columnista, compañera, pues, Marijose Gamboa, candidata del PAN a diputada local por el distrito XXI del puerto de Veracruz, es víctima de una chicanada electoral que le ha hecho el Instituto Electoral Veracruzano (IEV): No puso en la boleta electoral su sobrenombre, Marijose, con el que todo mundo la conoce, sino sólo su nombre completo María Josefina Gamboa, mientras que sí puso el de la candidata del PRI, Anilú, como todas la conocen y cuyo nombre completo es Ana Guadalupe Ingram. Marijose paga, así, ser una periodista combativa y de denuncia. Le envío mi abrazo solidario y le expreso mi respeto y admiración. Por lo que hace a Anilú, mi ex compañera de trabajo en el Gobierno del Estado, no creo que necesite de ese tipo de trampas para ganar, si es que va a ganar.