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Columnas y artículos de opinión
Tierra de Babel
Que sepa abrir la puerta para ir a jugar…
Jorge Arturo Rodríguez
28 de junio de 2013
alcalorpolitico.com
La Editorial Sudamericana publicó la primera edición de la novela Rayuela, de Julio Cortázar, el 28 de junio de 1963, es decir, hace medio siglo. Pasan los años y Rayuela sigue siendo una tremenda novela que igual se lee de manera tradicional, del capítulo 1 al 155, o de un modo lúdico que nos abre la puerta para ir a jugar.
 
Siempre he dicho que la mejor manera de celebrar a un escritor es leer su obra. Ahí tienen ustedes a un novelista, a Julio Cortázar, que en Rayuela escribió: “Vanidad de creer que comprendemos las obras del tiempo: él entierra sus muertos y guarda las llaves. Sólo en sueños, en la poesía, en el juego -encender una vela, andar con ella en el corredor- nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos”.
 
Y claro, recuerdo ese cuento deliciosamente erótico “Tu más profunda piel”, que empieza así: “Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía -sábelo, allí donde estés- es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel. No el tabaco que se aspira, el humo que tapiza las gargantas, sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa en los dedos y  que en algún momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de delicia para encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco velamen de las sábanas”.
 

Sí, Julio, nos hace falta saber abrir la puerta para ir a jugar, incluso hemos olvidado donde está la puerta y ya no sabemos lo que es el juego, hoy inmersos que estamos en la cotidianidad, lo efímero y desechable. No hay duda, nos haces falta, Julio Cortázar, pero por eso están tus libros… Juguemos la rayuela de la vida...
 
Y para no olvidarlo, les comparto el capítulo 7 de Rayuela:
“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
“Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua".
 

         Lean o relean Rayuela, y ahí luego me cuentan.
 
De cinismo y anexas
 
Mi estimada Dalia Pérez Castañeda puso en su Facebook lo siguiente:
         -Maestra, ¿ayer se escribe con “h”?

         -No, nena.
         -¿Hoy se escribe con “h”?
         -Sí, nena.
         -¡Ja!... ¡Cómo cambian las cosas de un día para otro!
 
         Y miren lo que escribió Enrique Jardiel Poncela: “En un principio la palabra errata debió escribirse con hache; pero un día alguien la escribió sin ella, y ya jamás se ha corregido esa errata de errata”.

 
Por lo pronto, ahí se ven.
 
Hasta la próxima
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