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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
La UV: quien no avanza…
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
24 de agosto de 2013
alcalorpolitico.com
La UV está en proceso de cambiar de rector. Mientras el saliente, acosado por la conciencia de haber malgastado un cuatrienio y sufriendo su delirio de persecución, juega a cumplir compromisos pactados (nos recuerda a Porfirio Díaz y Manuel González), otros exhiben sus cartas y ocultan sus intereses, pero, por lo leído y oído, predomina el continuismo y la cortedad de miras en torno al proyecto que requiere urgentemente la Universidad.
 
En artículos anteriores he mencionado la necesidad de que la Universidad Veracruzana, modifique sustancialmente su esquema de generación y transferencia del conocimiento, y he traído a cuenta diversos ejemplos de universidades que han logrado resultados impresionantes y pueden y deben ser conocidos, analizados y, en lo que sea pertinente, reproducidos.
 
Recientemente, el doctor Francesc Sole Parellada, catedrático de la Universidad Politécnica de Cataluña y vicepresidente de la Fundación Conocimiento y Desarrollo, ha expuesto con claridad las “claves para el crecimiento de la tercera misión de la universidad” (http://www.unileon.es). En este documento se refiere a la experiencia española y señala que, desde la creación del Sistema de Ciencia y Tecnología, en 2007, hasta el año 2011, los resultados que se han obtenido pueden ser calificados como un verdadero «milagro».
 

Ahí van unos cuantos datos, aunque, aclara, no incluyen el cien por ciento de las universidades: «170 cátedras de empresa, 600 patentes anuales con un crecimiento anual del 6%, 240 patentes licenciadas, 120 empresas de base tecnológica creadas y 350 millones de euros de transferencia facturados […] La enseñanza superior en España es, directa o indirectamente, la responsable del 13% de las patentes, y directamente del 30% del esfuerzo I+D (Investigación y Desarrollo), del 37.5% de su personal y del 48% de los investigadores».
 
¿Qué han hecho estas universidades (mayoritariamente públicas) para lograr estos impresionantes resultados. Según el doctor Sole, lo que hizo posible este desarrollo fue: 1) el crecimiento de la matrícula en las universidades, que pasó del 5% hasta el 50% de la población juvenil; 2) tiempo, pues para disponer de un grupo de investigación se requieren muchos años y «mucha dedicación»; 3) recursos económicos que no se obtienen del presupuesto de la propia universidad, sino que «hay que ir a buscarlos fuera de ella», señala y añade: «la docencia va incluida en el salario pero los fondos para la investigación se buscan y encuentran en las convocatorias externas, en los contratos con las empresas e instituciones». Por eso, agrega, «no se consiguen fondos para mantener la investigación si no hay buenos proyectos con buenos currículos y lógicamente, con buena dosis de espíritu emprendedor».
 
Aquí cabe comparar lo que sucede en nuestros rumbos, donde los rectores andan lagrimeando y mendigando del gobierno que les aumenten el presupuesto, o haciendo rifas sospechosas, y no mueven un pie para gestionar esos recursos en los ámbitos que señala el doctor Sole. 4) El último factor que hace posible esta nueva visión universitaria es contar con un marco jurídico y de gobernanza adecuados, es decir, «normas que establecen incentivos económicos y sociológicos a la investigación, que no limiten la autonomía de los investigadores individuales y de los grupos, que no los sometan a innecesarias y complejas reglas ni al laberíntico sistema de gobernanza universitario».
 

Cuando una universidad ha emprendido esta impostergable tarea y la sociedad conoce y valora su productividad, ésta empieza a «exigirle contratos de transferencia con empresas que mejoren la capacidad de innovación de éstas, patentes con sus respectivas licencias y un flujo de creación de empresas basadas en el conocimiento, por no hablar de la profesionalización de los alumnos, doctorados industriales, prácticas en empresas, etcétera.».
 
El panorama es claro. ¿Por qué, por ejemplo, si una empresa requiere de un software, lo contrata con una empresa privada y no lo solicita a la universidad? ¿Por qué, si un ayuntamiento requiere de un plan de vialidad, tiene que traer expertos de la Antártida y no lo contrata con la universidad? ¿Por qué no se aprovecha la creatividad de maestros y alumnos para la invención de aparatos e instrumentos innovadores para el área de la salud? Y así podemos enlistar muchos ejemplos más. La respuesta es: porque la universidad no ofrece nada, no satisface estos requerimientos, no se orienta hacia la productividad, no genera conocimiento socialmente útil, no investiga lo suficiente, no crea ciencia y no transfiere conocimiento innovador y pertinente.
 
Por eso, señala el investigador español, «la relación universidad/sistema productivo dependerá, primero, de la mejora de los servicios universitarios internos, tales como los de la transferencia, valoración, parques tecnológicos, formación permanente, movilidad, etcétera, y segundo, y muy importante, de la mejora de la demanda proveniente de las empresas». Pero las empresas deben saber que en la universidad pueden encontrar lo que buscan de manera más eficiente y económica. De otra manera, lo buscarán donde sepan que lo hay, aunque les cueste más, y la universidad perderá un ingreso importante y seguirá extendiendo la mano a quien le dé de comer, en detrimento de sí misma, de sus maestros e investigadores, y de sus alumnos.
 

La sociedad espera que no se cometa un error al elegir al sucesor de Arredondo-Arias (¡16 años!), que los exrectores se recluyan en su exilio y no vuelvan a intentar ridículas «cargadas» al viejo estilo (no están eligiendo diputados), que los políticos se dediquen a lo que deben y no a meter mano en el proceso interno de una Universidad «autónoma», que los aspirantes no hagan el juego de Juan Pirulero y… que alguien piense en los alumnos, alma, sentido y razón de la universidad.
 
*Academia Mexicana de la Educación
 
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