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Columnas y artículos de opinión
La mirada de los otros
¿El Machizukuri con qué se come?
Tomás Rodríguez Pazos
29 de agosto de 2013
alcalorpolitico.com
Cuando el poder no se comparte, las responsabilidades tampoco. Ese pensamiento subyace en la actitud de la mayoría de los ciudadanos mexicanos. Los asuntos públicos no son de su incumbencia, ni siquiera los que los afectan directamente: la limpieza de banquetas y calles, la conservación de parques y jardines, el desazolve de drenajes, la dotación de agua potable y energía eléctrica, la pavimentación, son obligaciones de la autoridad, ¿Por qué los ciudadanos tendríamos que intervenir en un programa de obras y servicios municipales? ¿No los elegimos para que resuelvan los problemas de la comunidad?
 
Pensar que la participación ciudadana termina en la consulta, la encuesta y la elección es dejar en manos del ayuntamiento --sin H-- la determinación de prioridades y la interpretación de la voluntad mayoritaria de una colectividad. El machizukuri afirma lo contrario.
 
Hasta los años sesenta del siglo pasado, las ciudades tenían un crecimiento que era absorbido por un desarrollo urbano ordenado por las vialidades nuevas y un incremento poblacional que guardaba formas de vida basadas en profesiones y grupos sociales tradicionales: el carnicero, el abarrotero, el albañil, el músico, el zapatero, el pintor, el profesor, el médico, el cura; cada uno conocía a su clientela. Las diferencias entre los grupos sociales no habían alcanzado los grados de concentración extrema que tenemos ahora.
 

En las tres últimas décadas, la emigración del campo a la ciudad desbordó el viejo esquema y los estilos de vida cambiaron: los supermercados sustituyeron a las tiendas; las plazas a las iglesias y los medios y las tecnologías de la información a las escuelas. Hoy, el facebook y las redes son la vida virtual que los jóvenes anhelan.
 
“No se pone el vino nuevo en odres viejos” dice el evangelista Mateo. La burocracia municipal es una estructura caduca que absorbe la mayor parte de los recursos locales y determina el qué y el cómo del gasto público. Así se desperdician los recursos y se corrompen las prácticas de los ciudadanos:
--Los regidores se encargan de lo mismo que los directores—duplican la nómina y resuelven poco o nada.
 
--El personal que colecta la basura al mismo tiempo pepena y deja botado lo que no le importa. El servicio es tardado, estorba la circulación y resulta caro para la ciudad.

 
--El concepto de belleza de la ciudad o de “rescate de espacios públicos” se basa en una copia de las ciudades americanas y europeas, en las que importa más la estética de los edificios y jardines, que la mejora de los servicios ciudadanos.
 
-- El control sobre las vialidades y el servicio público, que debería tener el municipio ha sido cedido, desde hace tiempo, al poder estatal con las consecuencias conocidas por todos: se reparten placas y rutas en exceso; la mayor parte de los taxis, combis y autobuses son chatarra.
 
--Las escuelas y los hospitales no se ubican estratégicamente bajo una distribución adecuada, sino en los peores espacios disponibles.

 
¿Nos preguntamos puede mejorar la administración pública municipal? ¿Existen modelos de participación ciudadana? El Machizukuri, es una práctica social japonesa, que vale la pena conocer. A ella me referiré en mi próxima colaboración.