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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
Celestina oficial
Benjamín Garcimarrero
17 de febrero de 2014
alcalorpolitico.com
El día 14 pasado, un buen número de parejas contrajeron matrimonio… ¡Ah!, porque el matrimonio se contrae como cualquier enfermedad contagiosa contra la que hasta ahora no hay vacuna.
 
Adocenados los contrayentes, aprovecharon la gratuidad del evento oficial sin considerar lo caro que resulta a futuro, especialmente cuando el hartazgo impulsa a los cónyuges por senderos diferentes y buscan el divorcio como una tabla de salvación.
 
La institución del matrimonio, se remonta hasta las civilizaciones antiguas, aunque siempre ha tenido una implicación económica y de conveniencia. Es ahora cuando el factor amor ha alterado las características de origen.
 

La palabra matrimonio, proviene de la expresión latina “matris munium” que significa cuidado de la madre considerando que la madre era la que más contribuía a la formación y crianza de los hijos.
 
En algunas sociedades, trasmitía la estirpe y la dote, en tanto que el padre solo fungía como semental y guardián.
 
Más acertado resulta el concepto occidental, pues en la lengua árabe se entendía el matrimonio como un “contrato de coito” o “contrato de penetración”; refiriéndose a la unión o emparejamiento.
 

En las sociedades paganas, no cristianizadas, el matrimonio no era para todos, únicamente se realizaba entre los poderosos, ricos, terratenientes y de estirpe real, para acrecentar los territorios, lograr la paz entre naciones y perpetuar un nombre y su riqueza.
 
En griego, no había un término que definiera el matrimonio, fue hasta el año 33 D.C. cuando aparece la palabra “games” o “gameo”.
 
En la Grecia clásica el término usado para la unión era “engué” que significaba “garantía”, “caución” y solo se realizaba cuando había un patrimonio para heredar. Heredaban los hijos pero no el marido.
 

Cuando la mujer moría sin hijos o había divorcio, la dote volvía a la familia de la mujer. La mujer carecía del derecho de elegir al esposo.
 
Como puede observarse, la creación de la Iglesia, transformó la naturaleza original del matrimonio para convertirlo en un monopolio y medio de control social.
 
En México, así permaneció durante la conquista hasta el establecimiento de las Leyes de Reforma de Don Benito Juárez, en que se convirtió en una institución civil de control municipal.
 

Al volverse ahora un contrato de sociedad, no necesariamente para perpetuar la especie ni para proteger los bienes o la estirpe, aparecen diversas formas como las parejas del mismo sexo, con derechos y obligaciones reciprocas; aunque la estructura sigue siendo nada más de dos, de hecho ya han aparecido los emparejamientos mixtos con tres o más participantes, para no decir socios.
 
Lo que no acabo de entender es la intromisión oficial con carácter de Celestina, de municipios, estado y otros niveles de gobierno que no pueden ver tranquilo al que cumple el viejo proverbio que reza: “El buey solo, bien se lame”.
 
¿Acaso se pretende a trasmano incrementar los índices de criminalidad?; Algo así como la Violencia familiar, o el incumplimiento de la obligación de dar alimentos, o la discriminación por razón de sexo… O que se yo.
 

Con lo bien que se vive soltero lo cual no implica necesariamente estar solo y cumplir todos los rituales de la soledad.
 
Otro día le daremos un avance más a este sesudo tratado.