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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
El califato y la coalición: la intolerancia a muerte
Rebeca Ramos Rella
10 de septiembre de 2014
alcalorpolitico.com
¿De dónde salieron? ¿Quiénes y cuántos son? ¿Qué quieren? ¿Por qué actúan con tanta saña, violencia y horror? ¿Qué los orilla a matar? Los hemos visto en los medios; cubiertos con la oscuridad sanguinaria que los define. Nos hemos indignado; nos han asustado con sus métodos de amenaza, abuso e imposición. Parecen muy lejanos de nosotros. Pero ya en este mundo interconectado por redes sociales, por intereses comunes y seguridad, ya ninguna distancia es suficiente.
 
Lo que sucede en el orbe nos impacta y nos afecta y, en este caso nos debe preocupar. El terrorismo se internacionalizó hace mucho, como el crimen organizado; pero persiste; se esconde y resucita como el ébola; es flagelo destructivo como el hambre, la pobreza, el cambio climático, el maltrato animal; la discriminación, las desigualdades, la destrucción del medio ambiente y la biodiversidad; se expande como epidemia que envenena, como incendio que devasta; la guerra por dominio político; por dinero, por control territorial y de recursos estratégicos; por armas, por raza, por religión, por la geopolítica que nunca está en equilibrio, sino en constante desbalance; entre los bandazos que confrontan, que matan, que someten, que buscan la supremacía de unos sobre otros. Y ahí donde la balanza se inclina, es donde la represalia y la reacción es cada vez más lamentable e inhumana. Trae todo el peso del resentimiento; del rencor, de la venganza sin piedad; de lo imperdonable.
 
Ningún lugar es más propicio para la barbarie que el vacío de poder o el exceso de poder. Ahí germina el terrorismo, la muerte, la injusticia, la irracionalidad y, también la inacción que paraliza; la indiferencia que consiente; la ignorancia que omite; la apatía que permite; la falsa invulnerabilidad que expone y arriesga.
 

Son los revelados terroristas; los yihadistas, porque abanderan la Yihad, es decir, la Guerra Santa –desde su punto de vista o distorsión-. Son los matones implacables, miembros del Estado Islámico, -el E.I. o el I.S.I.S., Islamic State of Irak and Siria, por sus siglas en inglés-, el que tiene prendidas todas las luces de alerta en el tablero del mundo y desvela a las potencias.
 
Los nuevos enemigos, los del Califato del mal traen largo kilometraje. Como los camaleones han cambiado de nombres, de líderes y de bandos muchas veces desde 2002 cuando un guerrillero jordano Abu Musab al Zarqaui fue quien decidió crear el primer antecedente; fue la organización denominada “Comunidad del Monoteísmo y la Yihad” y su objetivo principal, entonces, era derrocar al Rey de Jordania, acusándolo de violar la Sharia, -la ley Islámica- y de ser aliado de Estados Unidos.
 
Después de participar en la Guerra de Afganistán, el líder huyó a Irak donde se alió con otra organización extremista, “Ansar al Islam”, un grupo de militantes islamistas kurdos, que según la inteligencia de EUA, le dieron varios dolores de cabeza a Saddam Hussein, ya que buscaban la independencia del Kurdistán –esa región autónoma que sobrevive perseguida y discriminada entre Siria, Turquía e Irak-.
 

Pero su radicalismo tocó extremo en 2003, cuando Estados Unidos, bajo el mandato de mentiras, inventos y dolor de George Bush, invadió Irak tras los ataques del 11 de septiembre, que por cierto, ya cumplen otro aniversario. Invasión que se fundó en armas nucleares que nunca aparecieron. Pero a los residentes y a los grupos militares existentes y disgregados en varias organizaciones, fueron la sujeción al Occidente “infiel” y la imposición de un gobierno en Irak, a modo de Washington, lo que consideraron como la peor afrenta a la libre autodeterminación de los iraquíes. Así que Estados Unidos y los otros excesos, los de su parte, se convirtieron en el genuino tiro al blanco de los yihadistas: los enemigos a matar.
 
La ocupación estadunidense; la destrucción; las formas “salvadoras” que usa el hegemón para imponer su estilo e intereses y el gobierno títere en Irak, los unió en su contra. En medio del caos, hubo muchas batallas y a la muerte del líder surgió otro, Ayman al-Zawahiri, quien desde ese tiempo ya pensaba crear un Califato Islámico y unir a los musulmanes contra los gringos y europeos. La situación los llevó a sumarse a Al Qaeda y a cuadrarse con el horrorífico, Osama Bin Laden. Así de 2004 a 2006, esta organización terrorista, -conocida como la Al Qaeda de Irak-, cada vez más fuerte por la afiliación de miles de combatientes islámicos, sunníes en específico y, de varios países de la región, perpetró varios bombazos y matazones, en la lucha por expulsar a Estados Unidos de Irak.
 
Así la organización ya compuesta por una estructura de mando en Irak bajo la tutela de Al Qaeda, fundó el Estado Islámico de Irak, una especie de emirato bajo el liderazgo sanguinario de otra fichita, Abu Abdullah al-Rashid al-Baghdadi, quien de 2006 a 2013, le hizo ver su suerte a las tropas estadunidenses estacionadas en aquel hoyo de muerte, violencia y rencor. En un inicio, los “rebeldes” contaban con base social robusta, pero los asesinatos, la violencia, los atentados contra la población civil, provocaron que varios mandos desertaran para unirse a EUA y delatar a los jefes de Al Qaeda. Cercados en la ciudad de Mosul, se radicalizaron desde sus guaridas. Sobrevivieron como la peor mafia: robos, extorsiones y secuestros contra civiles y, masacres contra los no musulmanes, es decir contra los cristianos y otros grupos de ramas distintas del Islam, que fueron sus víctimas inocentes.
 

Para 2010, sus fuerzas y alcances estaban menguados por la captura y muerte de sus cabezas, así que esperaron, se siguieron entrenando; acopiaron armas alemanas, estadunidenses, rusas, para resurgir. Fue la Guerra civil en Siria, la oportunidad que hallaron para reaparecer en escena. El levantamiento social armado contra el régimen del dictador Bashar Al Assad, la masacre de civiles a manos del ejército sirio; las batallas contra los autoproclamados “insurgentes”, desataron una de las guerras más cruentas, irracionales y, largas de la historia del mundo.
 
Hasta hoy, nadie ha tocado a Al Assad. Sus aliados inexplicables Rusia y China han impedido su derrocamiento o la entrega del poder. Obama en su fase pacificadora y “prudente” no quiso trascender al filo de la tercera gran conflagración, al que esta guerra ha llevado al mundo en varias ocasiones. Se optó por exigirle a Al Assad que permitiera la revisión y desmantelamiento de armas químicas, a cargo de la ONU. Se hizo, pero la matanza no ha parado, ni el exilio de millones de refugiados en Turquía, Irak, Jordania y Líbano.
 
Ni Putin envalentonado aún más por la invasión a Ucrania, ni Xi Jinping han cedido. Arropan, defienden al heredero de la dinastía Al Assad y Occidente ha tenido que doblarse. En tanto los grupos extremistas musulmanes más radicales y criminales aprovecharon brillantemente el viaje y la inacción colectiva de la OTAN y de EUA. Miles se sumaron al ejército rebelde sirio, conformando un ente amorfo, ecléctico, con diversos intereses y sobre todo con variedad de propósitos, ramas islámicas y capacidades militares.
 

En un principio, se les unieron yihadistas; después se les voltearon y los traicionaron. La estrategia de su dirigente Abu Bakr al-Baghdadi fue pragmática y expansionista. Ordenó emprender luchas territoriales contra todos: el Ejército sirio leal al dictador; contra el secular Ejército Libre de Siria; contra los kurdos islamistas del Frente Islámico o Al-Nusra. En las derrotas de unos y otros, ganaron terreno, armas, adeptos y empezaron una de las peores campañas militares invasoras y de exterminio que se registran en la historia. Para el mes de abril del año pasado, los yihadistas habían adoptado otro nombre más a su repertorio; así el orbe empezó a escuchar y a saber de las atrocidades del Estado Islámico de Irak y el Levante que para finales de 2013, ya controlaba cuatro ciudades sirias fronterizas con Turquía y en enero, ya había regresado, envalentonado a Irak.
 
Encontraron eco. La discriminación étnico-religiosa contra los musulmanes suníes había incubado descontento social contra el hoy ex Primer Ministro iraquí, aliado de Washington, el chiíta Nuri al Maliki, a quien en parte se culpa de la proliferación extremista en Irak y de los avances del E.I. en ciudades importantes como Faluya, donde fundaron el primer califato; también Tikrit – la tierra de Saddam- y Mosul, donde amenazaron, masacraron y expulsaron a miles de cristianos iraquíes. Ante estos hechos, los más terroríficos de todos, Al Qaeda hizo público su distanciamiento y se desvinculó de su otrora tentáculo armado criminal. Cómo los verán que hasta los niegan los peores.
 
Así para mediados de este 2014, los yihadistas del Estado Islámico tenían dominio sobre las ciudades fronterizas con Jordania y Siria, lo que los amachó para salir a reflectores y anunciar con todo el cinismo y el poder de las armas y territorios conquistados, el 29 de junio, fecha de inicio del mes santo para celebrar el Ramadán, la constitución del Califato, al estilo otomano según ellos, y a su líder militar, como "Ibrahim, imán y califa de todos los musulmanes".
 

En mensaje, el portavoz yihadista llamó a todos los musulmanes suníes del planeta a unirse con ellos para matar y derrotar a los enemigos del Islam, dígase EUA, Occidente y hasta Israel, que para ese tiempo, desplegaba toda su potencia militar y todo el odio contra los palestinos en Gaza.
 
A partir de esa asunción, que debo confesar, me pareció una postura de lo más desproporcionada, arcaica y demencial, de lejos, todos hemos sido testigos de las constantes imágenes y notas de ejecuciones sumarias, torturas, secuestros, mutilaciones, crucifixiones de soldados capturados y niños; mujeres vendidas, violadas, cercenadas; periodistas y trabajadores humanitarios que han sido degollados y detenidos; han sido cientos de hombres asesinados acorde a reportes alarmantes de organismos internacionales. Pero el E.I. ha sabido cómo, cuándo y dónde echar mano de la más detestable propaganda de intimidación y sentencia. Dan la noticia principal en los diarios y noticieros para legitimar sus posturas fundamentalistas y torcidas, ante el mundo que horrorizado, no puede creer y apenas reacciona.
 
Amparándose en la Sharia, la ley Islámica, que es el código de conducta y de preceptos morales que rigen la vida de los musulmanes y que en Estados Islámicos, también aplica en cuestiones civiles y de justicia, los yihadistas han incurrido en los más espantosos crímenes de guerra y contra la humanidad; tanto que hasta los Imanes más doctos del mundo los han descalificado para contrastar el enorme desprestigio que causan al Islamismo por fomentar la ignorancia o desconocimiento de su real significado.
 

Listos, han avivado la hoguera de la eterna confrontación suní-chiíta que por siglos ha dividido a los musulmanes, entre los seguidores de los líderes más cercanos y respetados, que sucedieron a Mahoma tras de su muerte y entre los que consideran a los descendientes sanguíneos del Profeta como los genuinos sucesores. De esa anciana ruptura viene la disputa. Y los yihadistas en ella se sientan. Así matan por fumar; por no usar el hiyab -el velo o mascada- correctamente; por tener relaciones sexuales extramaritales; por desobediencia a su dominio; por negarse a la conversión al Islam.
 
Los horrores pululan. Hay denuncias de la ONU de que a la fecha, más de 700 niños han muerto, han sido mutilados o empalados; que han sido reclutados como atacantes suicidas; entrenados con muñecas y cuchillos, en las artes para degollar; para espiar; para pelear.
 
El caso de las mujeres por dos extremos es doloroso e inconcebible. Han sido vendidas cientos de “yazidis” –minoría étnica kurda y de religión preislámica, cuyas creencias sobre Dios y su representante en la Tierra, para algunos musulmanes es blasfemia contra el Corán; los acusan de adorar a un ángel del mal, debido a la confusión de interpretación semántica del nombre del ángel de Dios-.
 

Los yihadistas apresan a las mujeres no musulmanas, las comercian por mil dólares entre sus tropas para convertirlas e iniciar familias acorde a su mandato. Se ha denunciado también que todas las mujeres que viven dentro del Califato, han de sufrir la ablación –mutilación del clítoris- y si no, han de ser reclutadas por la jefa de la brigada Al-Khanssaa, la famosa unidad militar femenina que vigila y obliga el cumplimiento de la Sharia entre las mujeres; que las castiga a latigazos o las mata por lapidación según “su crimen”, como andar solas por las calles, sentarse en sillas…la mandamás es una británica de 20 años, educada, de familia pudiente que inexplicablemente ha decidido sumarse al E.I. y que ha dicho a sus padres,  esperar el honor de morir como shahid –mártir-. Aqsa Mahmood, es su nombre y es la pesadilla de las mujeres en esta desastrosa guerra irracional.
 
Pero no para muchos y muchas. Investigadores del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización –ICSR- de Londres, han señalado que el Estado Islámico goza de popularidad, entre sirios e iraquíes; hay reportes en Turquía de simpatizantes organizándose y, también entre los europeos. Se lograron registros de que hay más de dos mil británicos y franceses, hombres y mujeres, entre las filas de matones extremistas, a quienes se les dan puestos de mando por su grado de compromiso. La propaganda de reclutamiento cunde por las redes sociales. Europeas intentan cruzar la frontera turca hacia Siria para alistarse en las filas terroristas.
 
El Gobierno turco ha tomado provisiones para detectar y detener a posibles candidatos a yihadistas, que buscan la rebelión de su extravío, en la nueva opción que confronta a Occidente y que despierta la inconformidad de sectores sociales en Europa, Asia, África y en India, estas dos últimas regiones, donde ya se han proclamado Califatos al estilo del E.I.
 

Es para pensarse la capacidad de convencimiento de estos terroristas que conquistan adeptos y afiliadas en países desarrollados, como si la regresión histórica del Califato de la sumisión absoluta, fuera la contraparte “aceptable” al poderío estadunidense y occidental, en tiempos en los que ciertamente sus estandartes, como la democracia y el libre mercado, no resuelven la calidad y dignidad de vida de millones; ni garantizan el respeto y ejercicio del Estado de Derechos humanos universales, que rigen la convivencia mundial; ni intentan salvar al planeta, ni detienen guerras, ni se ajustan al mandato de Naciones Unidas, por mencionar algunos excesos y abusos del otro lado ofendido, que tiene de dónde y mucho, para reclamársele en agravios, incongruencias, ilegalidades, arbitrariedades y despotismo. Lo ocurrido y permitido por la ONU, por la UE, EUA y demás aliados, en Gaza a manos ensangrentadas del demente Estado de Israel, es un ejemplo de la “integridad” de las superpotencias, hoy amenazadas y aterradas abajo del colchón, por el Estado Islámico.
 
Tuvimos que recoger la quijada, todos, cuando los yihadistas publicitaron el asesinato de los periodistas estadunidenses, por el filo de la daga de un ensabanado de negro que así provocó y advirtió a Obama, si continuaba bombardeando sus cuarteles en Irak. La ofensiva estadunidense empezó el día 8 de agosto de este año, ya muy tarde para pararlos. Fueron los rostros de los yazidis hambrientos y sedientos, escondidos en colinas áridas iraquíes y las crónicas dolorosas de los miles de cristianos expulsados y asesinados en Mosul, los hechos que finalmente orillaron a Obama a actuar. Claro, también la caída de su popularidad en las encuestas domésticas, que lo tienen en la lona, en este año electoral de renovación del Congreso, que pinta volverse más republicano que nunca.
 
Fue Hillary Clinton, por congruencia, por franqueza, por posicionarse ya en abierta precampaña, la que puso el dedo en la llaga supurante de Obama que sangra desde que Al Assad se volvió intocable por rusos y chinos; desde que Putin maniobró la independencia de Crimea y opera la ocupación de Ucrania; desde que Israel cometió crímenes de guerra contra los palestinos y encima, gustoso decretó más de 200 millones de dólares para armarlos; desde que los yihadistas han arrasado como tormenta de arena contra pueblos, niños, mujeres y autoridades, adueñándose de territorios y asentando el sometimiento brutal como su idea de Estado y ley.
 

La “candidata inevitable” a la Presidencia de EUA, criticó severamente los ataques aéreos de Obama en Irak al afirmar que lo primero y que desde hace mucho debió hacerse es ayudar a construir “una fuerza de combate creíble” entre los diversos combatientes sirios contra Al Assad, para no dejar el hueco de mando, el vacío de poder, que ha llenado el Estado Islámico. Habló de fracaso de la política exterior de la Casa Blanca en ese conflicto que se regionaliza peligrosamente. Y pese a que hicieron las paces después, no le falta razón a la Señora Clinton.
 
La intervención militar era el último recurso; pero la falta de decisión de las potencias de la OTAN; la medianidad de las condenas y llamados de la ONU contra Siria y la presión de rusos y chinos; además de los roces fuertes entre suníes y chiítas en Irak, todo esto cultivó el éxito del Estado Islámico.
 
No se podía creer que hace unas semanas, Obama tan neutro y apagado como su traje beige, en plena conferencia de prensa, anunciara la gran novedad de que no tenía definida la estrategia para contener y derrotar al E.I. Pero para estas horas y días, ya habrá dado a conocerla. Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Turquía, Alemania, Italia, Dinamarca, Australia, Canadá y hasta Polonia, en reuniones urgentes de la OTAN, llevan días consultando cómo, cuándo, por dónde, con qué, con quiénes, en coalición atacarán al E.I. hasta borrarlo del mapa. Han considerado todas las opiniones, los apoyos ofrecidos de Irán por ejemplo e impensablemente histórico y, los llamados de auxilio, aberrantes y ambiguos de Al Assad.
 

Irán, Irak y Siria están colgados del candil por el avance territorial, ideológico, radical, terrorista, propagandístico, mortal y sanguinario del Estado Islámico en sus territorios y contra su población y fuerzas armadas. Circularon los videos que no indignaron tanto a las potencias de soldados libaneses y kurdos degollados por los yihadistas; son evidencias de que esta es la guerra santa y es en serio. Por esto, Turquía alista sus bases para logística y ayuda humanitaria, en caso de intervención armada aérea; aún la OTAN no define incursiones terrestres, ya que eso significaría soldados aliados muertos, ocupación, población civil padeciendo; años y años y mucho dinero. Pero se perfila un conflicto largo y costoso por todo ángulo.
 
En tanto el gobierno turco, el aliado estratégico de Occidente en este caso, ya opera prevención contra brotes extremistas en su país, que se suman al descontento y sufrimiento de millones de sirios refugiados y cientos expatriados indigentes en las calles; otros perseguidos, por una neo-xenofobia turca que ya no los quiere en su país, que ha gastado billones de euros para sostenerlos.
 
En los días siguientes, las potencias y sus países aliados anunciarán su decisión. En tanto ya nos dejan saber su estrategia: apoyarán militarmente a los iraquíes, que ya tienen nuevo Primer Ministro; frenarán la entrada de extranjeros simpatizantes y combatientes con ayuda de los países fronterizos y le cerrarán la llave a quienes financian al Estado Islámico, que ellos sabrán quiénes son, aunque se especula que Arabia Saudita es uno de los patrocinadores y otros grupos extremistas.
 

El No es rotundo para compartir información de inteligencia con Irán y definitivamente no ayudarán a Al Assad, que la condicionó absurdamente, en su lejano caso. Así vemos que Siria seguirá a la deriva, a su suerte, con el saldo terrible para la población civil que continuará padeciendo. La prospectiva vislumbra que el E.I. terminará por derrocar al dictador que solo no puede contra ellos, a menos que los rusos y los chinos, lo defiendan aún en contra de la OTAN y de la ONU y, de la condena del mundo.
 
La conclusión inicial es que el Estado Islámico es el nuevo enemigo; el Califato del mal, que promueve la sumisión que significa el Islam, más allá de la letra; nada que ver. Lo de ellos es una mascarada para matar, exterminar y lograr poder. Y lo han conseguido sólo por la tibieza, indiferencia, omisión y ¿miedo? De las superpotencias, de Obama y de los intereses nacionales muy por encima de la seguridad y paz internacionales.
 
La política exterior de EUA hacia Medio Oriente ha sido fallida. La gestión diplomática y la aplicación del derecho internacional de Naciones Unidas es un fracaso. Esta es la muestra. El emblema de la discordia es Israel y, también la persecución, la etiqueta discriminatoria y desconfiada, la descalificación y la ausencia total de respeto y de coexistencia inteligente con los pueblos musulmanes; sobre todo tras el 11 de septiembre de 2001. Nada justifica el poderío del Estado Islámico y sus métodos deleznables. Pero la semilla macabra la sembró Estados Unidos y la germina Israel y los negocios jugosos que ganan los europeos y árabes, con guerras interminables, en las que el petróleo, el dinero, las armas y la supremacía política son la prioridad. Ojalá que el E.I. sucumba pronto. Nadie quiere atentados en cascada en el orbe, ni fronteras cerradas, ni sospechas que vulneren derechos civiles. Nadie quiere la anti-historia de regreso.
 

El mundo vive bajo la amenaza latente de la intolerancia de todos. Ha ascendido a la aniquilación de unos y de otros, contra todos. Lo peor. Ya no hay tregua. Es a muerte.
 
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