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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
¡Atrévase Señor Presidente!
Rebeca Ramos Rella
16 de febrero de 2015
alcalorpolitico.com
Redacto este primer Hemisferios de 2015, tras una larga y profunda reflexión. He observado y dado seguimiento de todo lo acontecido desde septiembre pasado. Como millones he atestiguado la caída de la credibilidad en el presidente, en su gobierno y en las instituciones del Estado. Un día México llegaba a una escala cercana a la cumbre del reconocimiento global y al otro día, estallaban las atarjeas escupiendo la podredumbre de un sistema político que en la forma, en la letra de las leyes y reformas ha avanzado, pero que en el fondo, está putrefacto.
 
Hoy a casi 5 meses de la erupción de las purulencias que no se erradican por decreto ni parchando la Constitución, ya no sabemos qué es más deleznable y repulsivo, si la frialdad maléfica del relato de los iletrados y sanguinarios verdugos que mataron, quemaron y desaparecieron a los 43 jóvenes o el cinismo, el fraude, las mentiras, las historias fantásticas, la arrogancia y la falsa e insoportable “indignación” de políticos, candidatos, dirigentes, servidores públicos de todos niveles, frente a la exhibición que medios nacionales e internacionales han revelado de sus prácticas corruptas; de sus excesos lujosos; de la exuberancia de sus vidas llenas de riquezas, propiedades, bienes suntuosos que son una ofensa imperdonable para la pobreza y sacrificios de millones de mexicanos.
 
Estoy segura que ambas sórdidas letanías, las de los asesinos despiadados como las de la oligarquía política nacional de cara a sus raterías y amarres –conflicto de intereses, le llaman- , nos dan náuseas a todos, porque desnudan la verdadera cara y los tentáculos podridos de la corrupción y de la impunidad; de la complicidad y del engaño, que ya sabíamos y conocemos bien, pero que en estos tiempos, cuando el discurso es de las reformas, se supone que ya no cabían, ya no...pero bastó la noche de Ayotzinapa para que todo este excremento fuera expulsado desde las tripas del Sistema político todavía arcaico, vertical, autoritario, como diarrea y vómito, imparables.
 

Septiembre otra vez vino a remover las capas tectónicas, pero ahora las del Sistema; primero, vino la empinada, la cumbre y luego el precipicio; todo en un solo acto; en tan sólo unos días, horas, como la adrenalina que sube y baja bruscamente en los rieles de una Montaña Rusa, las reformas más ambiciosas modificaron la percepción social; las opiniones del orbe; arreciaron los aplausos; llovieron los premios y el brillo relumbró para el líder y para el México “nuevo”.
 
Y para muchos, los más críticos e inamovibles, no quedó otra, más que reconocer a regañadientes. El Presidente Peña había logrado cimentar su liderazgo, demostrar su habilidad política y consensar sus propuestas, con los dos grandes partidos opositores. Todo era éxito sobre los cuernos de la luna y desde esa gloria colectiva y representada por nuestro joven y carismático Presidente, la cabeza del PRI “renovado”, podía darse el lujo y desde los hechos, de dar consejos reformistas, rompedores de dogmas y atascos, desde la tribuna global de la Asamblea General de la ONU.
 
Hace dos años, muchos miles, millones, nos enamoramos de la idea y del camino, posible y alcanzable de formar parte y edificar finalmente un país distinto, más justo, más limpio, más moderno y exitoso; creciendo en equidad, con planeación, inteligencia y servicio desde dentro y asentando su presencia, voz y voto, ya como potencia prestigiada y reverenciada en el orbe.
 

Con el Pacto por México y con 4 operadores políticos eficaces, dos en el Congreso federal y dos en el Gabinete; con la moderación de la izquierda empoderada en el PRD y con la noción de supervivencia panista que urgió pactar con Peña y con el PRI, el Presidente había conseguido dar al traste a quienes desde su pre-campaña y en la campaña y en la toma de posesión, auguraron la “regresión autoritaria”, corrupta, rancia, opaca y vertical del priismo prehistórico, con su victoria electoral ya inminentemente avecindada en Los Pinos.
 
Pero bajándose del avión desde Nueva York, el Presidente no vislumbró lo que vendría. La noche más negra, la más confusa y horripilante. Todavía bateó al gobierno estatal y a sus autoridades, la investigación de lo acontecido el 26 de septiembre en Guerrero, pero la podredumbre por décadas incrustada, empezó a supurar desde la entraña del Sistema, que con reformas, siempre hemos pensado, puede actualizarse, hasta encajar en el orbe y estar “in”, pero la realidad es que el Sistema nada cambia si no se sana en el fondo; si no se escarba la mugre y se erradica para siempre. Y esto es precisamente lo que hemos confirmado, una vez más en los últimos meses. De un día para otro, como en la “canción desesperada” de Neruda: “Oh sentina de escombros!!!...Todo en ti fue naufragio…”
 
Así pensamos quienes desolados confiamos; quien dio el beneficio de la duda o se entusiasmó; las y los que votaron por unos y por otros partidos; los que impresionados nos seguíamos amarrando el cinturón, -sueldo bajo, precios altos, gasolinazos- con la certeza de que pronto estaríamos mejor, mejor pagados, mejor comidos, mejor apreciados en nuestra aportación productiva; las y los que creímos que esta vez, la oportunidad histórica del reverdecido priismo, no iba a desaprovecharse y menos perderse, como se sigue perdiendo: hundida en la ambición; en el doble discurso; en la descarada y destapada corrupción; en imperante impunidad; así nos sentimos, decepcionados, quienes también asombrados, hace dos años celebramos la madurez y responsabilidad política de los perredistas y de los panistas que por primera vez, al parecer, habían pensado más en el país que en sus cotos de poder, sus tribus, sus intereses facciosos; en sus moches; en sus vidas privilegiadas con costo al erario público y ya vemos, hasta por encima de los cadáveres, los de las fosas macabras...
 

En unas semanas, nos desinflaron la confianza; nos oscurecieron la vereda; nos quemaron los retoños; nos hundieron el cayuco; nos marchitaron la creencia en un nuevo país, en una aparentemente arrepentida clase política nacional, que por fin se reivindicaba y que actuaba con cabal nacionalismo, responsabilidad histórica y visión de Estado.
 
Ayotzinapa más allá de la pena honda por los desaparecidos, los muertos; más allá de la hoguera infame; la sangre, la vileza y la frialdad de los carniceros; el rencor y ardor de los resentidos sociales, los malos traficantes y asesinos aldeanos de Guerrero; del polvo inocente o revolucionario o cooptado, pero polvo al fin, regado en el río y de las bolsas negras de basura rotas que dan espanto; más allá del horror de la crónica inconcebible de los ejecutores y de la demencia y codicia de los alcaldes simuladores y matones; de los policías adiestrados y pagados con dinero enlodado en droga y sangre; de la esposa vanidosa, implacable narca y despreciable, nos ilustró, una vez más, la cara más grotesca de la política coludida con el crimen organizado y el rostro más culpable de la omisión y de la complicidad en el caso, de los tres órdenes de gobierno; de los partidos, dirigentes, líderes, que los arroparon, que los protegieron y se beneficiaron del dinero podrido.
 
Y cinco meses después, el PRD apenas, según ellos, instalan una risible Comisión interna “dizque para investigar” cómo y quiénes postularon a Abarca como candidato a Presidente Municipal; quiénes lo apoyaron en Iguala. Si sabemos bien que en las maneras del Sistema, en estos temas, en las definiciones de candidatos, tienen mano y voz los gobernadores, los dirigentes de partidos, los “líderes morales”; los legisladores, personalidades locales y estatales “prominentes”; a veces hasta las sotanas y los empresarios.
 

En estos tiempos pre-electorales, así lo podemos confirmar. Los partidos visten asambleas y consejos políticos de fachadas democráticas, pero son pocos los dedos que dan la bendición a los ungidos candidatos. Y para el caso de los gobiernos estatales, este año a disputa en nueve estados, ha sido el telefonazo presidencial la modalidad tecnológica del eterno y ya vemos, muy vigente dedazo.
 
Hasta hoy en vano hemos esperado la detención, juicio y encarcelamiento del ex Gobernador de Guerrero, que todos sabemos porque es público, que supo de la huida de la pareja diabólica de Iguala; que se presume los protegió y los dejó ir, con todo y la orden seca del Secretario de Gobernación; el ex Gobernador y hoy ex gran amigo del Presidente, según aseguran los que saben, que usualmente recibía visitas del Señor del portafolio, mandado por la hoy presa ex primera Dama de Iguala, que lo hacía feliz con algunos millones cada semana.
 
El Ex mandatario estatal que posiblemente recibió mismas visitas durante su campaña electoral y cuyos regalos posiblemente también, compartió o repartió a otro candidato, al presidencial de su partido entonces. ¿Dinero del narco en las campañas de Aguirre y de López Obrador? ¿Así vendieron la presidencia municipal de Iguala y garantizaron al dúo maléfico, la herencia política y el control partidista de la tercera ciudad más importante de Guerrero?
 

El colmo es que engreído y cínico el vástago de Ángel Heladio Aguirre, no vio más allá de su codicia por poder y se amachó hasta el último momento para ser candidato del PRD a la alcaldía de Acapulco…en vano los empresarios turísticos, los acapulqueños que del Turismo viven, habían sido escuchados. Fue la dirigencia del PRD que lerda, optó por retirarle la aspiración. Lentos hasta para desvincularse. Seguramente lo bajaron no por ser miembro de tan distinguida familia sino porque iba directo a la derrota.
 
La impunidad y la bajeza moral se perpetúan con la novedad de que el hermano incómodo del ex Gobernador Aguirre Rivero y un grupo de malhechores empoderados, hacían lo que todos sabemos, se practica en todos los estados como costumbre: gobiernos adjudican obra pública sin licitaciones o éstas son arregladas, mediando un porcentaje de “comisiones” que les deben pagar las empresas usualmente propiedad de los amigos o prestanombres de otros poderosos funcionarios de alto nivel y de todo orden. Y raro, muy increíble es que los Ejecutivos de todo orden, no sepan, no se enteren de estas maniobras turbias de sus allegados, familiares y socios. Si en este Sistema vertical, nada pasa sin la venia del mero mero. ¿Qué esperan que creamos? Por favor. Aquí no hay inocentes ni santos poderosos. Tampoco los hay éticos.
 
Mal, pésimo que la PGR en sus indagatorias en Guerrero…que no sabemos si salieron como resultado del asunto de Ayotzinapa o de repente se les ocurrió investigar sobre fraudes, peculado y corrupción, seguimos, con el tráfico de influencias y conflictos de intereses, no “hayan encontrado indicios” de que el ex Gobernador Aguirre esté coludido con su hermano y secuaces rateros.
 

¿Será este tema, el velo opaco para tapar la culpabilidad y complicidad del ex Gobernador de Guerrero con los narcos que masacraron a estudiantes en Ayotzinapa y pretenden desviar la mira pública sobre el fraude?
 
Pareciera que la negociación con Aguirre fue entregar al hermano a cambio de su detención por los crímenes de los normalistas. ¿Y quién cuerdo puede pensar que los ciudadanos y la opinión pública nacional nos vamos a tragar o a distraer con este cochinero, sobre el tema central?
 
Tienen razón los analistas políticos y las y los mexicanos que leen, ven, observan, registran hechos, dichos y contradicciones; cuentos y cuentas y, se llevan las manos a la cara: -“Éstos no entienden, no les cae el veinte, se les va el país de las manos y siguen equivocándose…”-.
 

Cierto. La clase política nacional está enfocada de lleno en las elecciones, en la disputa de gubernaturas y curules; los suspirantes en sus candidaturas; en los amarres, los acuerdos y los dineros. No están viendo el incendio, la indignación, la rabia, la desconfianza, el repudio, el descrédito. No.
 
Poco, nada les importan las obvias proyecciones de alto abstencionismo en las próximas elecciones federales. Pensarán como los dinosaurios: “Mejor, que no voten, que no salgan a votar porque así ganamos…si votan será contra”.
 
Anima la carcajada que ahora sí, que ahora “innoven” con más “filtros” en la selección interna de suspirantes, para limpiarlos de la sospecha de colusión con los criminales o de usos y costumbres rateriles. Ahora sí, diseñaron instrumentos de higiene moral para los suyos. Quieren que el electorado confíe. Pero si no se puede ser juez y parte. ¿Cómo pretenden garantizar que sus candidatos no estén implicados con narcos, asesinos y ladrones o que no lo son? ¿Cómo asegurarle al pueblo que los elije que cuando lleguen no sucumbirán a las mieles de la exuberancia, los privilegios, los desvíos de recursos públicos, los negocios familiares, la compra de bienes millonarios con dinero del erario público, de sus dietas, de los sueldos de sus empleados?
 

De Ayotzinapa se destapó lo que se sabía latía dentro de las cavernas mohosas y tenebrosas del Sistema. De los hechos polvo, vinieron las casas. Empezó con el regaño, el manoteo, la voz enfurecida y en escalada de la Primera Dama –irreconocible en su explicación pública y carente de asesoría básica- que ofendida dio reprimenda al pueblo de México por creer que su casa blanca de las Lomas era producto de la gratitud del Grupo Higa por contratos millonarios otorgados por el Gobierno del Estado de México y el de la República donde su marido era y es la cabeza. La mandaron al matadero de la escena pública. Y solita se descalificó. Taladró no ser servidora pública y no tener obligación de aclarar nada. Pero la señora tiene una responsabilidad moral y ciudadana como esposa del Ejecutivo Federal, que donde se para “representa” a las mujeres de este país. Ese deber social la obliga a responder.
 
Y a explicación no pedida acusación manifiesta. Queriéndose el Gobierno Federal lavar las manos con anticipación, un día antes del reportaje de Proceso y del escándalo que Aristegui detalló, había anunciado la cancelación de la obra del Tren a Querétaro que confirmaba a los socios de Higa como beneficiarios. El timing dirían los del norte, fue erróneo.
 
Luego vino la casa en Malinalco del Secretario de Hacienda y la otra casa de Peña en Ixtapan de la Sal. Las mansiones adquiridas y saldadas en tiempos cercanos al inicio del sexenio y, por medios poco diáfanos, que con los sueldos de unos y otros, no hubieran podido pagarse sin “otras entradas”. El colmo ha sido el reportaje del NYT que lo involucra a él y a la familia del Director del Infonavit. Los departamentos de lujo; los parientes, las cartas; el argumento del supuesto complot en revancha por los intereses afectados con las reformas que germinó el Pacto por México.
 

Y los de enfrente, no hacen la diferencia. El escándalo de toda la suciedad que brotó del fraude de la Línea 12 del Metro es horripilante. Cuántas miles de vidas en serio peligro por la ambición sin límites del anterior Gobierno de la Ciudad de México, cien por ciento perredista. Millones de dólares saqueados antes que la seguridad ciudadana. ¿Y qué decir de los hábitos del ex Alcalde de Pueblo Nuevo en Chiapas? ¿Y el delito de peculado sobre el Secretario General del Congreso en Jalisco? En México sale de la cárcel la narca Reina del Pacifico y el peor hermano incómodo, cincelada la palabra y la obra por corrupto en la frente, se pasea libremente en lujosísimo vehículo.
 
En verdad que mientras más explican, se defienden, se inmolan, se enreda más la madeja. La ciudadanía está harta de la corrupción de la elite política –como ya lo clamaron los empresarios nacionales- y, más hastiada de la exhibición pública de los excesos, pero estamos más fastidiados de sus rosarios mal planteados.
 
Esto es lo que concluye el colectivo: han robado; se han aprovechado de cargos públicos para enriquecerse indebidamente; nos han mentido y nos siguen tratando como ilusos, torpes y ciegos. Queda manchada la credibilidad en servidores públicos de alta jerarquía y la confianza en un Presidente que esperábamos, era el tejedor del gran cambio que el país necesitaba, que le urge. Duele; duele la decepción. Y esta sensación también es colectiva.
 

Las explicaciones enmarañadas que se han dado; las revelaciones de bienes y hechos y corruptelas lo único que han logrado es minar más el desconsuelo y la ira y la condena social. El tsunami de la corrupción e impunidad ha sido devastador para el sistema de partidos, para los gobiernos y para las instituciones que están carcomidas hasta las estructuras por la ambición y el asalto.
 
Hoy, están en crisis, ruptura y pleito abierto el PAN y el PRD y López con su Morena se ríe de su suerte. Confrontados entre los dimes y diretes; unos por candidaturas facciosas y otros por las culpas de los robos y la penetración del narco en sus elevadas estructuras, no atinan a salir del remolino que los muestra tal cuales. En furiosa vendetta por el poder y, claro, por el dinero.
 
Y en este torbellino de inmundicia desfogada, varios grupos mucho más oscuros, violentos y rancios y por cierto muy bien refaccionados y adiestrados, con recursos suficientes y de desconocida procedencia, impunes, provocadores, consentidos por la autoridad, toman plazas y desquician la vida cotidiana de millones; se montan sobre la pena social y manipulan el dolor de Guerrero; sacan raja del desplome de la popularidad del Presidente; de la ausente ética y valores en el servicio público; del desprestigio de todos los partidos porque en todos hay culpas y yerros; codicia y cochambre apestoso. Ni a cuál irle, consensan opiniones.
 

El Decálogo del Presidente que tardíamente presentó al inicio de este año, para contener la ira social por Ayotzinapa y todo lo que destapó, apenas se va a debatir en el Congreso; la garantía del imperio del Estado de Derecho, podía esperar hasta que los legisladores terminen de amarrar sus candidaturas siguientes o los acuerdos que a todos convengan…no hay aún nada en concreto contra la corrupción, sólo un Secretario de la Función Pública que sirve –¿Y protegerá? -a quien lo designó y que entra debilitado y desacreditado, sólo por ser subalterno de los intereses que pretenderá aclarar, auguro, sin éxito y sin resultados contundentes.
 
Los partidos, dirigentes, suspirantes y aspirantes; los candidatos están en lo suyo, a la conquista de la voluntad de quienes los seleccionan y de los votos. Están en su mundito. Arriba y obnubilados. No ven para abajo, a la tierra, donde los mortales los estamos observando y todos los días labramos la supervivencia con lo poco que podemos ganar, mientras la economía familiar está deteriorada por precios altísimos, litro de gasolina por más de un dólar y éste sube y sube. ¿A qué hora se bajarán el sueldo y reducirán el gasto público?
 
Ellos están preocupados y ocupados por los recursos que les dará el INE; porque el Presidente o su gobernador los llame para erigirlos; porque sus líderes los “dejen” palomeados en las listas.  A nadie le importa ya lo que Ayotzinapa ha dejado escapar de las vísceras malolientes del Sistema político nacional; ni las casas, ni las ventaneadas de sus excesos fastuosos. Unos se van al Gran Tazón; otros a deliberar en pleno turismo parlamentario a las playas en hotelazos que pueden pagar los recursos públicos; otros se acusan de enlodar la “integridad” casi virgen de la izquierda; llevan a lo personal y al terreno de las venganzas, la exhibición de sus excentricidades; del atasco.
 

Pero los números ahí están: los muertos, los desaparecidos; los 25 meses de este Gobierno federal reformista que no centra las grandes decisiones en los graves sucesos que enfrenta, sólo paliativos. No hay barredora potente para limpiar y expulsar la mugre, las heces, la sangre, la deslegitimación. Tampoco ha cumplido. De los 267 compromisos de Gobierno, apenas lleva 28 resueltos, el 10.5% en dos años. Adiós al Tren Transpeninsular de Mérida a Punta Venado, en Quintana Roo; a la Refinería de Tula; al Tren rápido México-Querétaro. ¿Qué sigue?
 
El Presidente derrapa en el 33% de popularidad y el 40% de los mexicanos ya no le creen nada, según encuestas recientes. Ahora el problema no es sólo de un hombre o de varios; es el sistema en sus estructuras básicas que está pútrido y sobre el que nada nuevo puede edificarse sin haberlas limpiado, modernizado y fortalecido. Al Sistema lo sostienen quienes ejercen el poder y sobre este entramado se asientan para operar, decidir, impulsar, cumplir, resolver y también para permitir, saquear, mentir, tergiversar, esconderse, ampararse y ser impunes, intocables y hasta víctimas.
 
Y en nuestra democracia, somos los ciudadanos, la sociedad quienes les damos licencia, mando, posiciones, recursos, para perpetuar esas prácticas, si callamos, si nos conformamos, si no lo señalamos y si les damos el voto, es decir la confianza de nuestra voz y representación sin condicionarles que cambien, que den el golpe de timón que esta terrible realidad grita y que ya requiere de un manotazo, de un hasta aquí.
 

Es triste y a la vez preocupante que a dos años, se haya desdibujado la esperanza de la magna transformación que tanto se prometió. Para muchos, el resto del trecho sexenal, se vislumbra con apatía, previsible en más corrupción e impunidad; con desconfianza desde ya. Hay una percepción de dos Méxicos: el de ellos, los que ostentan poder y privilegios; los que toman decisiones y deambulan en sus nubes, en sus intereses de grupo y, el otro, el de las mayorías que viven, sobreviven y luchan en otra realidad. La brecha se ensancha mientras no haya recuperación de la fuerza, la credibilidad, la legitimidad del líder que abandera y que debe gobernar, poner orden e imponer la ley. Hoy más que nunca se necesita la fortaleza, la determinación, el arrojo de un hombre de Estado, que vuelva a dialogar, a estar cerca y convencer a la gente; que demuestre con hechos, con acciones sin precedentes, que va en serio y con todo, caiga quien caiga; un líder que vuelve a serlo, porque corrige, remonta, acepta y fortifica a la ley y la justicia. Un Presidente como tanto lo ha dicho en sus discursos, que se atreve de verdad a cambiar, a hacer una cirugía mayor al Sistema, empezando por su casa, su partido, su gobierno; por los suyos.
 
Creo que todavía puede hacerlo. Ojalá lo decida ya. Si no, habremos perdido otro sexenio y la oportunidad histórica que ofrece esta caótica crisis política e institucional, paradójicamente, como lo dicta la historia, el mejor momento para transformar y a fondo. ¡Atrévase Señor Presidente! México quiere, puede; queremos, podemos cambiar.

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