Ir a Menú

Ir a Contenido

Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Conocer al Pastor, no sólo el Salmo del Buen Pastor

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 21/01/2019

alcalorpolitico.com

En su libro, Palabras para momentos difíciles, el padre José María Alimbau comparte un texto del Cardenal Laghi donde cuenta que: «Al final de una cena, en un castillo inglés, un famoso actor de teatro y cine entretenía a los huéspedes declamando textos de Shakespeare. Después se ofreció para declamar otros textos. Un sacerdote preguntó al actor si podría recitar el Salmo 23.

"Sí, lo recitaré a condición de que después lo recite usted", respondió el actor. El sacerdote accedió. El actor hizo una bellísima interpretación con una dicción perfecta: "El Señor es mi pastor, nada me falta, etc.". Los invitados, al final, aplaudieron vivamente.

Después llegó el turno al sacerdote. Pero esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos, sólo un profundo silencio y el inicio de lágrimas... El actor se mantuvo en silencio durante unos instantes. Después se levantó y dijo: "Señoras y señores, espero que ustedes se hayan dado cuenta de lo que ha sucedido aquí y ahora. Yo conocía el Salmo 23 y he recitado el texto, pero este sacerdote, además de recitar el texto, conoce al Pastor"».



Jamás la vida de nuestro Señor Jesucristo pierde interés e intensidad. Por eso después de las emociones que provocó en Navidad ahora sigue generando una serie de reflexiones al encontrarlo -de acuerdo a los relatos evangélicos- en plena madurez consolando a la gente, sanando a los enfermos, liberando a los poseídos por espíritus inmundos y hablando con autoridad de la Palabra de Dios.

No es que conociera el texto sagrado o lo recitara como era costumbre sino que lo proclamaba como si Él lo hubiera escrito, apropiándose la Palabra de Dios. Más que poder, Jesús tenía autoridad entre la gente por el señorío y la majestad que mostraban sus acciones y sus enseñanzas que tenían esa capacidad de llegar y transformar el corazón.

Nosotros que hemos contemplado y tenido en nuestros brazos al Niño Jesús, ahora estamos llamados a seguirlo y estar con Él durante este nuevo año. No se trata simplemente de documentarse y leer acerca de Jesús al punto de aprender de memoria sus enseñanzas excelsas que han mantenido su vigencia y frescura a lo largo de los siglos.



En este caso se trata de llegar a conocerlo y mantener una relación íntima con Él, familiarizarnos y apropiarnos de sus enseñanzas para dejarnos iluminar sin pretender defendernos o justificarnos de lo que nos toca vivir. En la medida que tocamos, digerimos y saboreamos el evangelio recobrar el señorío y la autoridad moral que hemos perdido por la falta de testimonio y por vivir de manera contraria a los valores evangélicos.

Que se pueda decir también de nosotros que conocemos al Buen Pastor; que somos capaces de reproducir la bondad, los gestos y la voz del Buen Pastor y no simplemente que somos especialistas de la religión y profesionales de lo sagrado.

Como los pastores y los Reyes Magos, comenzamos el año contemplando y admirando a Jesús que nos hablaba desde el silencio elocuente de un recién nacido. Una vez que hemos retomado las actividades ordinarias sintiendo el peso de los días y constatando no sólo la cuesta de enero sino la cuesta del año, escuchemos y admiremos a Jesús como los habitantes de Cafarnaúm que al conocerlo no daban crédito a lo que escuchaban y veían pues disfrutaban la frescura de su vida y sentían la fragancia de su espíritu.



Que con nuestro testimonio fomentemos la fama de Jesús para que como en Cafarnaúm también entre nosotros se llegue a decir: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen” (Mc 1,27).