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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Contra la pandemia, la alabanza, doxología y eucaristía

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 01/06/2020

alcalorpolitico.com

No debemos olvidar las bases de la vida cristiana, aun cuando a veces nos sintamos en niveles superiores. El Papa Francisco insiste en los detalles y nos hace conscientes de las bases que no podemos olvidar, si de veras queremos volar en la vida cristiana.

El Papa hace referencia a tres palabras clave que no pueden faltar en nuestra vida cristiana y especialmente en la vida familiar, tres palabras que cómo hacen falta ahora en este confinamiento que también nos somete a un estrés que termina por repercutir en nuestras relaciones humanas.

Dice el Papa que no nos puede faltar la acción de gracias; pedir por favor las cosas; y una actitud humilde para pedir perdón. Gracias, por favor y perdón.



Saber dar las gracias por la presencia de nuestros seres queridos, por lo que hacen por nosotros para que estemos bien y no nos pase nada. Pedir las cosas con educación y con respeto, ya que a veces sin darnos cuenta somos muy exigentes y no valoramos los detalles más sencillos. Y cuando sea necesario, pedir perdón. Así como pedimos perdón a Dios, también pedir perdón a nuestros seres queridos cuando nos pasamos, cuando nuestras expresiones no son correctas, cuando tenemos actitudes hirientes, cuando definitivamente nos desbordamos en el trato.

Pensemos también cómo tendría que ser nuestra relación con Dios. En este tiempo de pandemia, miedo, confinamiento, crisis y de mucha preocupación, no nos ha faltado la súplica. Todos los días así nos vemos con los amigos que platicamos, en todos los grupos en los que estamos, no nos falta la súplica; se hace oración y se pide a Dios que nos libre de todos los peligros.

Pero en el trato con Dios también es muy importante saber dar las gracias y entrar en un ambiente de alabanza, como el que trae la fiesta de Pentecostés.



Tenemos que aprender a ser agradecidos, a alabar a Dios como Jesucristo, cuya oración sacerdotal sabe a gratitud y alabanza (Jn 17). Todo parte de Dios y todo se le debe a Dios.

Eso sólo lo pueden hacer las almas bellas, las almas grandes, como Jesús que antes de su muerte tiene la capacidad de alabar a Dios y pedir por los demás.

Nosotros a lo mejor procederíamos de manera diferente, nos quejaríamos y protestaríamos. En cambio, Jesús alaba al Padre, agradece al Padre y expresa desde lo más profundo de su corazón que su fidelidad, perseverancia y los frutos alcanzados se le deben al Padre del Cielo. Solamente las almas grandes, las almas buenas pueden orar de esta manera.



Por eso, el P. Raniero Cantalamessa señala: “Los mayores milagros del Espíritu Santo no ocurren en respuesta a nuestras súplicas, sino en respuesta a la alabanza... El mayor milagro de la alabanza es lo que sucede en quienes la practican, especialmente en la prueba, porque muestra que la gracia ha sido más fuerte que la naturaleza. El milagro de Pablo y de Silas en la prisión [Hech 16, 22-26] y de los tres niños en el horno de fuego [Dan 3,51ss], se repite en infinitas formas y circunstancias: liberación de la enfermedad, de la adicción a las drogas, de una condena injusta, de la desesperación, del propio pasado...”

“Así que ahoguemos el virus en el mar de la alabanza, o al menos intentemos hacerlo; opongamos a la pandemia, la doxología. Unámonos a toda la Iglesia, que en el Gloria de la Misa proclama: "Te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias por tu inmensa gloria". ¡Ninguna súplica, solo alabanza en esta oración!”

A partir de esta meditación, podríamos decir: ¿Quieren un milagro en este momento? Alaben a Dios, no sólo pidan, alaben a Dios; ¿quieren un milagro, que Dios se manifieste? Agradezcan a Dios; no se olviden de lo que Dios es para ustedes, de lo que Dios ha hecho por ustedes, acuérdense que su relación con Dios no comenzó ayer, sino que ustedes llevan una historia de salvación.



El Espíritu provoca la alegría en medio del dolor y nos da la capacidad de ver más a Dios que los problemas, de ver más la misericordia de Dios que todo lo que nos falta en este momento. Podemos perderlo todo pero no perderemos a Dios. Puede uno perder el dinero, el trabajo, la salud pero no vamos a perder a Dios.

Por supuesto que la súplica es necesaria pero que no nos falte la alabanza; que no nos falte sobre todo la alabanza. Dice también el P. Raniero que: “La alabanza a Dios, hecha en condiciones dramáticas como la actual, es la fe llevada al más alto grado”.

Que este sea un tiempo para alabar a Dios. Ya hemos pedido mucho, ya hemos llorado mucho, ya hemos insistido tanto en nuestras plegarias. Todo esto ya está en las manos de Dios, todo lo que hemos pedido en estas semanas, todo lo que hemos llorado, ya está en las manos de Dios.



Que sean ahora días de alabanza. Como dice el P. Raniero: “No alabamos a Dios por el mal que está poniendo de rodillas a toda la humanidad; lo alabamos porque estamos seguros de que podrá sacar bien de este mal...”