No nos percatamos, no somos conscientes o ignoramos que el mundo actual se mueve a través de una enorme, impensable cantidad de datos no estructurados que fluyen constantemente por diversas fuentes digitales. Datos que son generados mediante diversos mecanismos de los cuales nosotros somos parte y son capturados desde Internet, la multiplicidad de redes sociales, informes sobre finanzas, transacciones comerciales, imágenes, procesos contables, grabaciones de video y audios, en fin, datos que constituyen información sobre las personas, cosas, actividades, ideas, sentimientos o algo más, y son materia prima para generar conocimiento sobre un hecho, una realidad o, incluso, lo imaginario fantástico, escenario que facilita deducir situaciones o consecuencias en su uso, aplicación y resultados.
Los datos, cuya inmensidad parece crecer al infinito, constituyen un recurso de capital inimaginable en otras épocas. Sin embargo, hoy son fuente de riqueza cuando a partir de su estructuración analítica se puede visualizar tendencias sociales, comportamiento económico, respuestas políticas, gustos y preferencias de mercado, rendimientos actuales y probables en lo futuro de empresas y organizaciones productivas, tendencias culturales, perfiles educativos y profesionales, comportamientos imitativos o sustitutivos de vacíos sociales, incluso idiosincrasias inconscientes que moldean conductas humanas.
Los datos son, ahora, el valor más preciado del capitalismo en su etapa de Revolución Digital y Cuántica, más allá de lo que fue la fuerza de trabajo física de la primera y segunda Revolución Industrial. Esa fuerza de trabajo manual que Carlos Marx llamó proletariado y cuyo tiempo laboral no pagado constituye la plusvalía del capital. Los datos, cuando son estructurados y analizados mediante la Ciencia de Datos en función de un objetivo claramente especificado, permiten descubrir conocimientos a partir de los cuales se busca generar nuevos y mejores beneficios de acuerdo con el objetivo fijado.
Y uno de los grandes sueños, ahora fin realizable del capital, es la sustitución de la mano de obra física por fuerza de trabajo mecánica autónoma. Eliminar el trabajo físico, incluso administrativo en muchos aspectos, es realidad que la humanidad ya empezó a vivir. Una realidad adelantada en los países con un alto nivel de desarrollo científico y tecnológico, menos en la mayoría de las naciones con rezago tecnocientífico con gobiernos retrógrados y economías débiles.
En muchas tareas ya se puede prescindir del trabajador manual que está siendo desplazado por máquinas y robots programados con Inteligencia Artificial (IA), instrumentos que ahora son operados por trabajadores del conocimiento: el cognitariado. El proletariado y las máquinas clásica son sustituidos por el cognitariado, la IA y la robótica, aunque los primeros, en distópico futuro, también podrían llegar a ser obsoletos si no mantienen un constante aprendizaje de lo nuevo y emergente. Los hechos de la realidad están a la vista. Estados Unidos, China, Japón, Corea del Sur, India, Emiratos Árabes, Canadá, Reino Unido y la Unión Europea, tienen un enorme avance en la aplicación laboral de robots mecánicos y robots humanoides.
En China, por ejemplo, ya existen fábricas en las que ni siquiera hay iluminación permanente porque los robots mecánicos programados para realizar las diferentes etapas en la elaboración de un producto no requieren de visión, sino solo de precisión física en sus movimientos. La industria está siendo automatizada con la IA, al igual que otras operaciones como las financieras, contables, de atención al público y servicios de turismo, por dar unos cuantos ejemplos, lo que pone en jaque el futuro del trabajo y del empleo para las personas, así como de los sistemas de seguridad social, organizaciones laborales y derechos humanos, pues una máquina robótica con IA, no requiere de seguro social, cuotas sindicales, atención a la salud laboral, aumento salarial y demás prestaciones que han sido conquistadas a lo largo de la Historia gracias a las luchas sociales preñadas de sentido de libertad y defensa de los derechos humanos.
Incluso empleos domésticos pueden ser desplazados por robots mecánicos y humanoides diseñados exprofeso. Por ejemplo, en Japón donde se vive una crisis de generaciones jóvenes y cuya población predominante es de adultos mayores, la producción de robots para realizar tareas domésticas, compañía emocional y atención a la salud y enfermería constituye una prioridad. Los robots humanoides pronto irán inundando diversos espacios y su uso en la sociedad se ampliará en la medida en que se perfeccionen y se abaten costos de producción.
De hecho, ya existe una variedad de robots humanoides que realizan tareas múltiples, incluso los hay, como
Elix de la empresa
CloneRobotics que es capaz de colaborar y enseñar a otro robot humanoide labores para las que no se programó (“El futuro de la Economía del Trabajo con la llegada de IA, según Anthropic”.
El Financiero, 2025/02/28). En este escenario el robot humanoide educador no se descarta del futuro escolar. También están los humanoides programados con IA para realizar ocupaciones de vigilancia policiaca en la ciudad de Shenzhen, China (
www.ecoticias.com/hoyeco/robots-china-fuerza-policia/18280).
Si bien en México se posee una infraestructura educativa potencial para impulsar proyectos tecnocientíficos y la inversión en IA ha aumentado, la realidad es que nuestro país tiene un rezago tecnocientífico profundo frente a los países que han invertido para elevarse como potencias tecnocientíficas. Por eso se aplaude la anunciada millonaria inversión para instalar en México una planta de montaje de robots humanoides por un startup Bumerania Robotics vinculada al Parque Científico de Alicante (
www.ecoportal.nte/energia/méxico-robots-bumerania-hidrogeno-verde).
Está claro que el conocimiento es y genera valor, que el aumento de capital depende del control que se tenga sobre él y la libertad de maniobra independiente de un país está relacionada con la fortaleza tecnocientífica que posea, algo que los gobiernos mexicanos responsables de impulsar la educación, investigación científica y tecnológica, así como la apertura a inversiones en rubros tecnocientíficos, no han comprendido, razón por la cual somos dependientes de esas potencias que nos han vuelto a colonizar con sus productos, nos condicionan a ciertos patrones de consumo y alientan la ignorancia como estrategia para explotar nuestra incredulidad consumista, pues seguimos, como los liberales del siglo XIX, pensando que vender materia prima y comprar productos elaborados en el extranjero, es mejor.
Paradoja histórica que repetimos cual condena por no analizar el saber que se posee sobre la historia económica nacional, condena que nos hace reincidir en patrones conductuales idiosincráticos que resultan retrógrados, cuando en el discurso se disfrazan de revolucionarios. Cierro la reflexión con lo señalado por
El Financiero en el artículo y fecha mencionada: “Las empresas deben priorizar la inversión en infraestructura tecnológica para permitir que más investigadores y startups tengan acceso a los recursos necesarios para desarrollar proyectos innovadores en IA. Sin esto, México corre el riesgo de quedar rezagado en la carrera por la transformación digital”, así de simple.