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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

De cuando se hizo la primera llamada para atender el daño ambiental

José Manuel Velasco Toro 22/08/2019

alcalorpolitico.com

Década de los años sesenta del siglo XX, temporalidad en la que en el pensamiento marxista condujo a la reflexión en torno a la teoría del desarrollo crítico en confrontación con la teoría neoclásica del desarrollo. Momento en el que el marxismo revisionista señaló la dependencia de los países periféricos, llamados subdesarrollados, con respecto a los países hegemónicos o desarrollados. André Gunder Frank, Paul Baran, Enzo Faleto, Octavio Ianni, Samir Amín, entre otros teóricos en Europa, Latinoamérica y África, develaron las articulaciones profundas y rasgos estructurales de la dependencia económica y política de los países subdesarrollados que acentuaban la pobreza y desigualdad económica y cultural que, a la fecha, no ha sido superada.

En ese contexto de reflexión en torno a la teoría de la dependencia, emergió, también, la primera llamada relacionada con la destrucción del ambiente. Consecuencia inequívoca de la expansión de las relaciones capitalistas demandantes de materias primas para abasto industrial y producción de alimentos que ya empezaban a causar deterioro ambiental. Esta alerta se dio a fines de los años setenta, cuando, ante el desequilibrio del desarrollo económico entre países, se integró una Comisión Independiente sobre Asuntos de Desarrollo Internacional para analizar las causas y tomar medidas con miras a impulsar un desarrollo más equilibrado entre países ricos y países pobres, entre el Norte y el Sur, condición que se consideró fundamental para mantener el crecimiento de la economía mundial. La comisión fue coordinada por Willy Brandt y se publicó el resultado bajo el título, “Norte-Sur, un programa para la supervivencia” (conocido como Informe Brandt).

A lo largo de la investigación en la que participaron diversos especialistas, tanto de formación ideológica de derecha como de izquierda, emergió una de las tantas consecuencias del desarrollo desigual: el daño al ambiente que en algunos casos se percibió irreversible. Daño que, se dijo, afectará la dinámica económica de seguir al ritmo observado. Se señaló que los problemas ambientales que empezaban a vivirse, tenían su origen en la contaminación industrial de ríos y suelos, así como de ciudades, la erosión de las tierras agrícolas, el empobrecimiento rural como consecuencia de la acumulación urbana y la destrucción de habitats y ecosistemas por la irracional extracción de recursos. De ahí que se planteó la necesidad de una nueva relación Norte-Sur para reducir la sobreexplotación abusiva de los recursos de los países subdesarrollados.

El subdesarrollo de los países latinoamericanos, se resaltó, era consecuencia de la rapacidad del capital que, entre otras relaciones, estaba destruyendo el entorno ecológico de esos países al convertirlos en productores de alimentos para quienes tenían, y siguen teniendo, el control industrial. Norman Myers, en esos años joven ecologista británico, señaló que los entornos y especies naturales peligraban ante las demandas alimentarias multinacionales. También en la década de los setentas, surgió la Escuela de Escritores sobre Desarrollo “Alimentos primero” liderada por Frances Moore Lappé, quien llamó poderosamente la atención sobre el mismo tema. Aidan Foster-Carter puso en duda la sostenibilidad del desarrollo cuando señaló, con gran visión de lo que iba a ocurrir, que los recursos naturales tendían a agotarse ante el impulso industrializador agrícola y urbano. Se resaltó que la manera en que se extraían los recursos estaba generando perturbaciones de los ecosistemas, como el hecho de convertir proteína vegetal en animal mediante la ganadería vacuna extensiva para abastecer al mercado de los países desarrollados, proceso expansivo que destruía bosques y selvas para transformar los paisajes en praderas. Realidad que hemos vivido en Veracruz, como en otros estados, donde a partir de la década de los años setenta la selva de Los Tuxtlas y la selva de Uxpanapa, por dar dos ejemplos, fueron depredadas para dejar el espacio libre a la proliferación del pastizales y hatos ganaderos.

Nuestros hábitos de consumo alimentario repercuten en daño a los ecosistemas y pusieron a muchas especies de animales y plantas al borde de la extinción, el jaguar es un ejemplo, ícono simbólico de la cultura Olmeca, desapareció de las selvas tropicales de Veracruz. Y a ello, se suma lo que hoy sabemos: la reproducción del ganado genera un buen porcentaje de gas metano (CH4), uno de los gases de efecto invernadero destructor de la capa de ozono que nos protege de los rayos ultravioleta (UVA).

Muy a pesar de los tempranos llamados sobre los límites naturales de los recursos, poco se ha hecho al respecto, realidad que ahora nos abruma. Avance de la desertificación que está reduciendo áreas aptas para cultivos, degradación de la tierra por sobre explotación y abuso de fertilizantes y pesticidas, contaminación de mantos freáticos por desechos químicos industriales tóxicos, escasez de agua para consumo humano, perdida de la biodiversidad de flora y fauna, deterioro ambiental que contribuye aceleradamente al cambio climático juntamente con los otros factores antropogénicos que parecen imparables: aumento desproporcionado de la población, expansión urbana, destrucción de bosques y selvas, así como generación de energía a partir de la quema de combustibles fósiles.

La última llamada está hecha, si “las tendencias actuales continúan -señala un informe del programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)- y el mundo no hace valer soluciones que mejoren los patrones actuales de producción y consumo y si no utilizamos los recursos actuales de forma sostenible, entonces el estado del ambiente en el mundo continuará declinando. Es esencial que comprendamos la velocidad del cambio ambiental sobre nosotros y comencemos a trabajar con la naturaleza, en vez de contra ella, para abordar una gran variedad de amenazas ambientales frente a nosotros”. En los programas educativos, por ejemplo, los contenidos sobre el ambiente son un fracaso, porque no son culturalmente aprehendidos por la sociedad. Y los funcionarios responsables de las acciones públicas para contribuir a la sostenibilidad, se ocupan en acciones slogan, evitando afectar a los grandes intereses del capital como son las compañías urbanizadoras, industria papelera, empresas mineras, expansión hotelera en costas y un muy largo etcétera.

Ahora, en plena segunda década del siglo XXI, retomo la vigencia de lo dicho por Michael Redclift en 1984: “la nueva conciencia ambiental que puede imbuir el debate público está representada por los intereses vitales y no por los intereses de clase”.