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Sección: V?a Correo Electr?nico

El conocimiento bajo ataque

Manuel Mart?nez Morales 01/02/2012

alcalorpolitico.com

Se percibe una ofensiva contra la sociedad del conocimiento. Nunca habían atacado tanto a la escuela; nunca habían atacado tanto a la educación como ahora.

Pablo González Casanova

Actualmente, en el campo de la lucha ideológica de clases, se presenta un encarnizado ataque al conocimiento objetivo, racional y crítico, pretendiendo substituirlo por remedos ideológicos que sólo buscan encubrir la realidad. Tal es el caso de la dianética, pseudociencia que incluso se ha pretendido introducir en los programas educativos oficiales de las escuelas públicas.

Hace un par de meses, la Secretaría de Educación Pública de Puebla, distribuyó entre supervisores y docentes de la entidad cerca de 3 mil paquetes con el libro Aprendiendo a aprender y el DVD El camino a la felicidad, con el argumento de que servirán para mejorar los resultados de los alumnos en la prueba Enlace. Ambas obras están basadas en el pensamiento de Ronald Hubbard, creador de la iglesia de la cienciología y la dianética.

La dianética es una de las creencias que profesan los miembros de la Iglesia de la Cienciología. La dianética, desde su origen a principios de la década de 1950, ha sido dada a conocer al público a través de varios libros escritos por el escritor de ciencia ficción L. Ronald Hubbard, su creador.

La sola distribución de los textos y videos citados plantea una severa vulneración al espíritu y la letra del artículo tercero constitucional, el cual establece que la enseñanza a cargo del Estado será laica y por tanto, se mantendrá por completo ajena a toda doctrina religiosa, además de que se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.

Es por situaciones como ésta y otras similares, que pensadores comprometidos socialmente –como Pablo González Casanova– hacen un llamado de alerta. En un reciente encuentro entre científicos y humanistas, convocado por la Academia Mexicana de Ciencias, don Pablo afirmó que estos ataques al conocimiento –entre los que se cuentan también las iniciativas ACTA y SOPA encaminadas a limitar el libre intercambio de información y conocimientos a través del Internet– deben ser detenidos. Pues de otra manera seremos conducidos por “un terreno peligroso relacionado con la descalificación del conocimiento, lo que se convierte en un conflicto que impide soluciones y al mismo tiempo, llegar a uno de los cambios más profundos de la humanidad”.

Sostuvo González Casanova que los científicos deben asumir una responsabilidad ante las dificultades presentes, porque quienes practican la ciencia, así como cualquier otro ser humano, tienen que darse cuenta de los problemas que vivimos y de cómo éstos no pueden ser resueltos mientras el mundo este dominado por el afán de maximizar utilidades y minimizar riesgos.

Esta situación obliga, digo yo, a quienes nos desempeñamos en los ámbitos de la educación y la investigación científica, a tomar una posición definida y manifestarnos en defensa de la educación laica y del conocimiento científico, contribuyendo al deslinde claro entre conocimiento e ideología, entre espíteme y dogma, entre ciencia y religión.

Asimismo, debemos oponernos a que se impongan en nuestro país leyes restrictivas al libre intercambio de conocimientos y al libre debate a través de las redes sociales, como se pretende con la llamada “Ley Doring”, que no es más que la versión nopalteca de SOPA.

La respuesta a estos ataques debe incluir, imprescindiblemente, el cultivo y la socialización del pensamiento científico pues, desde su origen, éste se establece en lucha abierta en contra del pensamiento dogmático, la religión y la ideología, esto es, en contra de las formas de la falsa conciencia. Si bien el modo de conocer científico en la época moderna se establece primero en el campo de la astronomía y la física, en poco tiempo se abre paso hacia otros dominios como la química orgánica y la biología, aplicándose más tarde a la consideración de la sociedad y la psique humana como objetos de conocimiento científico.

El gran poder del conocimiento científico es que, gracias a su objetividad, permite al hombre actuar eficazmente para transformar el mundo de acuerdo a sus propósitos e intenciones.

El ejercicio científico tiene como premisas esenciales la materialidad del mundo y la cognoscibilidad de éste, niega la existencia de una realidad independiente de la realidad material de la que el hombre mismo forma parte y asume que esta última se desenvuelve obedeciendo a las condiciones y a la dinámica que le son propias.

La ciencia se desvincula de la religión desde el momento en que supedita la validez de sus modelos a la experiencia empírica y a la praxis social. Observa la realidad y crea una teoría que debe ser probada antes de ser aceptada y que, en cualquier momento, puede ser reconocida como incorrecta o incompleta sin que esto signifique que los métodos de las diversas ciencias sean incorrectos. La ciencia explica el Universo según modelos que reconoce falibles y siempre sujetos a revisión, en función de la propia dialéctica de desarrollo del conocimiento, condicionado por las formas socio-históricas en que tiene lugar.

En todo momento, el conocimiento científico ha sido atacado por las instituciones religiosas y ha sufrido los embates de las clases dominantes en cada época, ya que a pesar de ser apreciada por su valor instrumental –como núcleo fundamental de la tecnología– la ciencia, por su misma naturaleza, socava la validez y la legitimidad de las formas ideológicas, en particular de aquellas elaboradas para justificar las diversas modalidades de explotación y sometimiento que las instituciones religiosas y las clases dominantes ejercen sobre las clases sojuzgadas. Es decir, la ciencia es una de las formas de la conciencia social y debe ser apreciada y fomentada en cuanto a tal, más allá de su mero valor instrumental.

Hago mía la conclusión de don Pablo González Casanova, quien con firmeza advierte:

“Ante esto, los científicos debemos darnos cuenta que nuestra responsabilidad es estar al frente de la historia, de lo que va a pasar y cómo tenemos que asumir nuestra responsabilidad con nuestro lenguaje y con la serenidad y firmeza que genera el trabajo científico requerido”.