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Sección: Estado de Veracruz

El Museo de los Escritores (I)

- La cultura debe influir en la política para ampliar su horizonte e impacto social a favor del bien común

- Improvisación en política es causa de su desprestigio, mediocridad y corrupción imperantes

- La política no puede acotar a la cultura para beneficios mezquinos, reduciendo perspectivas sociales

Víctor A. Arredondo 20/09/2021

alcalorpolitico.com

Las reinterpretaciones ideológicas, teológicas o propagandísticas de la historia son cosa común; sobre todo cuando se trata de maniqueísmos con fines de control social. Abundan los ejemplos en la historia de la humanidad en los que se ha recurrido a artificios para acomodar reseñas que convengan a fines e intereses concretos y, en muchos casos, oscurantistas y de avasallamiento. No obstante, el progreso cognitivo que avanza gradualmente, basado en análisis sistemáticos y ordenados por una lógica y procesos consensuados, terminan por poner las cosas en su justa dimensión.

La política del espontaneísmo y las ocurrencias no informadas, por más que se trate de disfrazarla de “bondadosa”, termina por ser desnudada debido a sus resultados desastrosos. Desde tiempos del Confusionismo chino y, luego, de la Grecia Clásica, se concibe al ejercicio de la autoridad y de la política, respectivamente, como un campo del conocimiento especializado que requiere estudio, experiencia y formación ética para ejercerse. La improvisación en la política y la administración pública es la principal causa de su desprestigio, de la mediocridad, de la corrupción imperante, del desorden social y del consecuente hartazgo ciudadano.

Una formación sólida en valores de quienes ejercen la política o la administración pública, en cualquier nivel o ámbito de acción, puede asegurar que los juicios y toma de decisiones se supediten al logro de causas nobles y que las acciones sean objeto de escrutinio y reconocimiento público, en su caso. No sólo se trata del cumplimiento de reglas precisas de operación sino de una actuación noble, orientada al auténtico servicio y desprendida de la soberbia que distingue al político y administrador público improvisado.



Es bochornoso observar la magnitud de agravios que cometen quienes por aras del destino llegan, sin merecimiento propio, a ocupar un puesto público. La calidad de la educación en el hogar y en las instituciones formativas puede coadyuvar a allanar los excesos del futuro servidor público; pero es indispensable nutrir la cultura popular que subraye y exija la actuación responsable de todo aquel que recibe un sueldo de los contribuyentes para ejercer un cargo público.

Entonces, la cultura no sólo trata del cultivo de lo estético en su mera acepción artística sino de los grandes valores que determinan una convivencia sana, organizada y productiva en comunidad. En ello, el papel de las universidades es crucial; pero sólo se potencia en la medida en que logran acercar aliados en todos los frentes.

Si bien el calificativo de “Atenas Veracruzana” que acuñó la ciudad capital de Veracruz se remite a eventos que ocurrieron antes de la fundación de la UV, como fue el caso de la creación de la Normal Veracruzana, de su influencia en la pedagogía nacional, del intenso proyecto cultural del gobernador Teodoro A. Dehesa, del movimiento literario del “Estridentismo” de Manuel Maples Arce y de la brillante labor de la Sinfónica de Xalapa, no hay duda que la máxima casa de estudios de Veracruz ha colaborado, cíclicamente, a acrecentar la riqueza y proyección cultural de Xalapa.



Es común escuchar anécdotas de tiempos pasados en que la Atenas Veracruzana, de la mano de la Universidad Veracruzana, hacían resonar con fuerza su distinguida presencia en la cultura nacional e internacional. A ello nos referiremos próximamente con la finalidad de dilucidar futuras pautas de acción.