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Sección: Estado de Veracruz

El Museo de los Escritores (IV)

- Sólida crítica de arte y altos estándares en destrezas asociadas a la creatividad, esenciales en una cultura que trasciende

- Como parte de la expresión cultural, la academia debe aplicar el mismo principio

- Contribución académica auténtica implica rigor y dedicación comprometida; burocracia, mediocridad y autocomplacencia deben combatirse

Víctor Arredondo Álvarez 07/10/2021

alcalorpolitico.com

Hay quien tiene la creencia que la creatividad es un asunto de espontaneidad o un don de nacimiento. Aunque ambos factores pueden contribuir a que alguien sea creativo, de ninguna manera son suficientes. Es imprescindible afinar de manera constante las destrezas implicadas en la ejecución creativa y, además, ampliar el sustento intelectual de los futuros creadores. Aunque la creatividad puede presentarse de manera aislada, autodidacta, en ámbitos inesperados, hay ambientes más propicios para fomentar su cultivo.

La historia universal nos enseña que la concentración de sapiencia, estética y disciplina potencia las expresiones creativas de alto nivel. También nos dice que hay grandes movimientos artísticos, intelectuales o científicos que han florecido a contracorriente de una masa crítica convencional. Pero ello no significa la abolición de estándares rigurosos para el avance cognitivo, artístico, cultural o político. Finalmente, la crítica constructiva puede circunscribirse también a grupos acotados. Sergio Pitol, escritor genial, reconoce que sus textos no hubieran sido lo que son sin el gran ojo crítico de colegas como Carlos Monsiváis.

¿Es posible despertar el ánimo colectivo de las instituciones para orientarlas a la búsqueda de la inspiración y la excelencia, trasminando esa misma actitud hacia el resto de la sociedad? Desde luego que la respuesta es afirmativa. La etapa del renacimiento nos permite valorar los factores que intervinieron en el impresionante auge social de aquel tiempo: la interculturalidad, que fue básica para la apertura intelectual y que se produjo durante los largos contactos con Oriente por la ruta de seda y con el Medio Oriente por las cruzadas; la recuperación en Europa del humanismo clásico greco-romano por Francisco Petrarca y que había sido preservado documentalmente por israelís e islámicos; la proclividad hacia la innovación, influenciada de manera destacada por científicos y filósofos de la edad de oro Islámica; y la respuesta social colectiva ante la devastación causada por la pandemia de la Muerte Negra que removió creencias y actuó como motor de cambio.



Hoy en día, la comunicación tecnológica permite acercarnos a la diversidad cultural propia y del resto del mundo; están más accesibles los fundamentos clásicos humanistas que alientan la autorrealización plena en lugar de la autoinmolación victimista o el descaro de descargar en otros la responsabilidad propia; existe el conocimiento y los métodos que fomentan la creatividad y la innovación en cada campo de acción; y el Covid-19, causa de enormes adversidades y penas, da pauta para la reflexión generacional, el cambio de actitudes y el fomento de hábitos y proyectos tendientes a una mayor calidad de vida, en armonía con la colectividad y la naturaleza.

En el mundo de la cultura hay mucho de qué hablar; pero hay una especie de Atenas irlandesa, Dublín, que aunque ya conocía por referencia y lecturas, me iluminó cuando la visité como rector. El departamento de literatura de la prestigiosa universidad Trinity College deseaba establecer un acuerdo de colaboración con la UV, tenían un círculo de lectura sobre las obras de Sergio Pitol, lo que me llenó de orgullo por ser amigo y miembro académico de la UV; deseaban invitarlo durante una larga temporada. También estaban interesados en establecer un intercambio de colecciones digitales entre ambas universidades. En la antigua biblioteca de esa institución se encuentran acervos y obras fantásticas del patrimonio cultural universal, como es el caso del manuscrito del siglo IX, Book of Kells, uno de los obras más apreciadas en el mundo: contiene los evangelios escritos, obviamente a mano, en Latín, y con ilustraciones portentosas.

Otra visita que no debía perderme era la del Museo de los Escritores, donde uno logra dimensionar la importancia que Irlanda le otorga a la cultura y a la promoción de la lectura, a cualquier edad. Ello se refleja en que siendo un país de menos de cinco millones de habitantes, cuenta con siete premios Nobel en diversas disciplinas y cuatro más en literatura: Bernard Shaw, Samuel Becket, William B. Yeats y Seamus Heaney, además de otros escritores gigantes como James Joyce, Oscar Wilde, Bram Stoker, Maeve Binchy, Jonathan Swift y Clive S. Lewis, a quien erróneamente se le cataloga como británico por haber nacido en Belfast y haber trabajado durante 38 años como profesor en las universidades de Oxford y Cambridge.



La rica actividad cultural irlandesa amplía su diversidad con disciplinas como la pintura y la música; y sobre la segunda, tenía otra misión en mi visita a Dublín. Debía contactar al gerente de River Dance, considerado por muchos como el grupo de música, baile y artes escénicas más famoso en el mundo, a la par del espectáculo Cirque Soleil que enfatiza otras expresiones artísticas como la pantomima y el circo. Unos meses antes, en una entrevista con el gobernador Miguel Alemán, después de tratar nuestros asuntos oficiales, me mostró un video de River Dance con su música original, luego bajó el volumen para encender un reproductor de sonido con música folklórica veracruzana. Su intención quedó clara cuando observé la perfecta sincronía entre el baile irlandés y los ritmos musicales de nuestro estado. Al término, me preguntó si la universidad aceptaría el reto de crear un espectáculo del mismo nivel, pero con raíces e identidad propia. Y lo hice con gran gusto porque yo había convocado tiempo atrás a los grupos artísticos de la UV a integrar grandes proyectos multidisciplinarios mediante la colaboración horizontal.

Cliona Maher, de nacionalidad irlandesa y colaboradora en la oficina del rector para asuntos que requerían el manejo experto del inglés, había hecho el contacto telefónico preliminar con las oficinas de River Dance en Dublín; lo que me facilitó un acuerdo con ellos: apoyarían la creación del embrión de Jarocho, y una vez consolidado, celebraríamos un contrato para su promoción conjunta a nivel internacional. Su apoyo inicial consistió, nada más y nada menos, que enviarnos por una temporada a su excelente director artístico adjunto, Richard O´Neal, para dirigir su creación y puesta en escena.

Desde su origen, el espectáculo fue planeado como proyecto autosustentable y no como un grupo artistico más, que engrosara la nómina universitaria. De ahí que solicité el apoyo administrativo de la Fundación UV, a cargo de Arturo White, para su proceso de creación y una vez constituido, lo asigné administrativamente al Fondo de Empresas Universitarias. El grupo inicial que originaría Jarocho estaba constituido por el propio Arturo, Djahel Vinaver, Luis Leñero y Estrella Dorantes, quienes apoyarían a Richard O´Neal en el casting de bailarines y músicos, así como en los ensayos preliminares. A ese grupo embrión le asigné oficinas en la Casa de Rectoría.



Debo aclarar que en algunas publicaciones y en la propia promoción actual de Jarocho se informa de manera incorrecta que dicho espectáculo se creó con el auspicio del Gobierno del Estado; ese no es el caso, fue totalmente financiado con presupuesto universitario. El gobernador Miguel Alemán tuvo la idea original, fue su entusiasta promotor para presentarlo en diversos escenarios; pero fue con recursos de la UV, con el respaldo creciente y comprometido de sus artistas y ejecutantes foráneos, lo que llevó a Jarocho a conquistar premios nacionales, a ser un referente digno de la fortaleza artística de la UV, y a que la fusión cultural veracruzana conquistara al público mexicano, al de Asia, Europa y Estados Unidos.

Es lamentable observar cómo se descuidan iniciativas de tal nivel e impacto, sólo por el prurito de que se trata del trabajo de administraciones anteriores. Es penoso e irresponsable. Los grandes proyectos se consolidan a lo largo del tiempo.


El Museo de los Escritores (III)
El Museo de los Escritores (II)
El Museo de los Escritores (I)