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Sección: Estado de Veracruz

El Museo de los Escritores (VII)

- Los nuevos soportes tecnológicos consolidarán bibliotecas como espacios de aprendizaje multimodal para la formación integral

- Sus visitantes presenciales y la población abierta que acceda virtual, se beneficiarán

- Serán auténticos museos de los escritores, con obras para toda la sociedad y estimularán a los nuevos creadores

- Es posible aspirar a la consolidación de un sistema bibliotecario global

Víctor Arredondo 18/10/2021

alcalorpolitico.com

Las bibliotecas universitarias con su caudal creciente de acervos documentales, digitales, multimedia y virtuales, están llamadas a convertirse en auténticas fuentes de democratización del conocimiento y de divulgación de la cultura. Las aspiraciones de Ptolomeo I, al construir la Biblioteca de Alejandría y de Adriano, el gran emperador romano que recuperó con creces la Biblioteca de Atenas, y que buscaban congregar los manuscritos más representativos de su época, pueden acrecentarse en los próximos años mediante la constitución de una auténtica red global de bibliotecas públicas.

Aunque la tarea es compleja por los enormes desafíos que enfrenta, no está lejano el día en que esto se haga realidad. Cualquier investigador que use los sitios virtuales como una de sus fuentes de indagación documental, habrá constatado una grave tendencia: la privatización galopante del acceso a bases de datos que ofrecen información histórica y conocimiento de frontera. Y esto es grave, porque la filosofía que orientó la creación del Internet fue la de colaborar arduamente para democratizar la disponibilidad de información socialmente relevante como base de la prosperidad y el bienestar planetario.

Desde luego que la innovación tecnológica y el desarrollo de sistemas de información más amigables y potentes implican recursos económicos. Ante esa realidad insoslayable, se han presentado alternativas que no discriminan a quien no está en condiciones de pagar y cuya formación es crucial para alcanzar la equidad social. Wikipedia, un ejemplo a seguir, utiliza la colaboración voluntaria acreditada y el crowdfunding que se alimenta de pequeñas aportaciones por parte de benefactores multitudinarios. Desde luego que otras opciones son, por una parte, la estratégica inversión de los gobiernos orientada al desarrollo y uso masivo de sistemas distribuidores del conocimiento; por la otra, que las instituciones académicas compartan de manera abierta sus recursos de aprendizaje, como es el caso de los programas educativos gratuitos ofrecidos de manera masiva en línea (Moocs).



Hace más de veinte años, durante su primera administración autónoma, la Universidad Veracruzana anticipó que su biblioteca central y las ubicadas en las regiones, una vez reconfiguradas como USBis, se podrían utilizar como espacios de aprendizaje multimodal. Se asumió que si nuestra casa de estudios podía ofrecer acceso al aprendizaje a todos los miembros de su comunidad, eventualmente podría compartir sus recursos de información a otras instituciones y a la población en general. El desafío tecnológico y organizacional implicado, se podría enfrentar mediante la colaboración interinstitucional e intersectorial y con el liderazgo de la UV.

Hay que recordar que la iniciativa de crear una Unidad de Servicios Biliotecarios e Informáticos (USBI), venía desde la administración rectoral de Emilio Gidi. En los primeros días que asumí la rectoría dediqué tiempo a revisar el anteproyecto de construcción de ese espacio que contenía tres secciones, un ala lateral para acomodar los importantes acervos que provenían de la histórica biblioteca central, otra ala paralela para los equipos de cómputo separadas por un enorme patio al aire libre. Ambas alas laterales estaban comunicadas al frente por una torre de varios pisos que se destinaría para oficinas de la dirección general de bibliotecas. El diseño original de José Torres Cházaro, a quien aprecio como arquitecto y amigo, además de audaz, estético y armónico con el entorno natural, obedecía a la concepción funcional que en ese tiempo existía entre los funcionarios universitarios encargados de las tareas bibliotecarias y de cómputo. En esencia, habían planeado separar las computadoras de los libros, práctica que entonces era habitual.

El gran dilema para un servidor sobre la decisión a tomar, se debía en buena medida a mis antecedentes de estudio y experiencia profesional. Al haber investigado sobre los principios del aprendizaje individual y colaborativo, así como sobre las perspectivas de la tecnología educativa emergente, me llevó a redimensionar ese espacio con base en las modalidades de aprendizaje que podrían conducirse ahí.



Durante el desarrollo de mi proyecto de tesis doctoral en la Universidad de West Virginia, entre 1976 y 1978, poco más de veinte años antes de enfrentarme al dilema constructivo de la primera USBI, había trabajado en un inmenso centro de aprendizaje que recibía alumnos de diversas carreras que cursaban materias diseñadas para el estudio individual, la discusión en grupos pequeños y tutorías. En ese espacio se ofrecía una variedad de recursos didácticos impresos y audiovisuales para el estudio individual y la evaluación académica. Las áreas de oficinas eran mínimas porque todo estaba diseñado para facilitar el auto acceso y la autogestión.

Años después, en 1992, cuando fui nombrado Director General de Educación Superior del gobierno federal, me encontré con que estaba bajo mi cargo la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, la ENBA. Al visitar sus instalaciones descubrí una cruda realidad, la ENBA rentaba una casa particular que tenía unos cuantos salones, pasillos atiborrados de archiveros y una minúscula biblioteca ubicaba en una incómoda bodega bajo las escaleras. Estaba cerrada porque el intendente que controlaba las llaves de entrada no estaba en la escuela. El afligido director, el célebre maestro Nahún Pérez Paz, me comentó que llevaba tiempo en búsqueda de un terreno para edificar la nueva escuela. Ambos acordamos que si él conseguía el terreno, yo me comprometía a financiar el proyecto. En pocos meses iniciamos la construcción de ese edificio en un terreno donado por el IPN.

Ambos teníamos claro que debíamos concebir una institución emblemática en la formación de los profesionales requeridos por las bibliotecas del futuro. Él se ocuparía de organizar al grupo de especialistas en diseño curricular y yo en la concepción del nuevo espacio con el apoyo de expertos mexicanos y del extranjero.



Se puede decir que el modelo del centro de aprendizaje multimodal de la nueva ENBA (biblioteca, recursos y equipos digitales, sala de autoacceso para idiomas y áreas de tutorías) nos ofreció algunos elementos conceptuales para el diseño alternativo de las USBI de Xalapa, Boca del Río, Minatitlán, Coatzacoalcos y Poza Rica, construidas durante la primera administración autónoma de la UV; así como de los proyectos constructivos de las USBIs de Córdoba e Iztaczoquitlán, para los que yo había concretado la donación de 12 hectáreas por parte de las familias Porres y Manzur de Córdoba y de 50 hectáreas para el nuevo campus de la región de Orizaba, que se ubicaría en el municipio de Iztaczoquitlán. El visionario presidente de ese municipio, Claudio de los Santos, usó todos sus recursos federales anuales del ramo 33 para adquirir los privilegiados terrenos que donó a la UV con la expectativa de beneficiar a su gente, al asentar ahí el nuevo campus regional universitario.

El Museo de los Escritores (VI)
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