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Sección: Estado de Veracruz

El rol de los abogados en el siglo XXI: de traidores y otras cosas más...

Eduardo de la Torre Jaramillo 26/02/2021

alcalorpolitico.com

Los abogados han tenido por lo regular una mala imagen, citaré a algunos personajes públicos que han dado su opinión sobre quienes se dedican a esta profesión. William Shakespeare dijo: “La primera cosa que tenemos que hacer es matar a todos los abogados”; Fedor Dostoyevski afirmó: “El abogado es una conciencia alquilada”; Martin Lutero comentó: “Abogado: mal cristiano”; en el caso de los políticos se tiene que empezar por Napoleón con su propuesta de: “Tiremos a los abogados al río”; en el caso de Adolfo Hitler fue quien dijo: “No descansaré hasta que cada alemán comprenda que es una vergüenza ser abogado”; Benito Mussolini sostuvo que: “No es exageración afirmar que los abogados devoran Italia... son las langostas que se lanzan al cuerpo de la joven nación y exprimen sus mejores energías”.

Continuando con la imagen anterior del abogado, la percepción es global, puede haber excepciones, como podría ser Japón, que quien se dedica a esta profesión sólo aprueban el examen nacional anual 500 estudiantes, una educación que está claramente dividida en la parte práctica y la parte teórica, en las universidades públicas y privadas, allá quienes se dedican a estudiar un posgrado se van directamente al campo de la investigación, como un dato revelador en 2011 había menos de 34 mil abogados en ese país, por lo estricto que es la enseñanza del derecho.

En el otro extremo se encuentra Alemania, país donde toda la enseñanza es pública y es nacional, allí puede entrar cualquiera, cuya formación es más autodidacta, inclusive se puede aprobar un “primer examen estatal” en el sexto semestre y si lo pasan se les llama “juristas” y ya pueden ejercer en algunas funciones diplomáticas, administrativas, etc., menos ser juez, fiscal o abogado, es un examen que dura 7 o 9 días, reducidas a 5 horas, 2 horas de un examen escrito y 3 de examen oral, ese examen no lo aplican las universidades, sino que es un organismo del Estado, quien selecciona a los jueces, fiscales y abogados para que examinen a los estudiantes. Quien quiera ser “jurista pleno” se somete a un “segundo examen estatal”, sólo después de 2 años de práctica se postulan ante los Tribunales Regionales Superiores, esto para obtener una plaza de “estudios prácticos”, de igual manera son escritos y prácticos, en donde sólo le dan 10 minutos para elaborar una sentencia, si lo llegan a pasar en automático se convierten en jueces a la edad de 28 o 30 años, por supuesto que es una formación dogmática-tecnocrática, los que no opten por esa vía se pueden ir a un “bar” de abogados, a un despacho privado, la diferencia es salarial, mientras un juez gana anualmente 70 mil euros (1.8 millones de pesos, aproximadamente), el abogado de esos despachos puede llegar a ganar hasta 100 mil euros anuales (2.6 millones de pesos, aproximadamente).



En el caso mexicano a lo largo del siglo XX, la formación del abogado cambió, en los años veinte, el estudiante se sometía primero al “primer examen” en la facultad de derecho y, el “segundo examen” era ante un magistrado o ministro, por eso había muy pocos abogados titulados, esa formación se perdió en la hegemonía del PRI, en donde el derecho también se corporativizó según la interpretación de José Ramón Cosío de los años 30 a los 80, fue un derecho dogmático, muy ad hoc al régimen político, es decir con una marcada influencia de Carl Schmitt: el decisionismo jurídico-político que se adoptó perfectamente en el viejo presidencialismo “metaconstitucional”. La enseñanza del derecho sólo provenía de la UNAM y de los libros de la editorial Porrúa, lo que significó que los maestros se convirtieran de facto en ideólogos del régimen priista; ya en el época de Ernesto Zedillo Ponce de León con la reforma judicial de 1994 le otorgó el primer intento de una división de poderes en el país, esto se consolidó en 1997 y por supuesto se terminó en el año 2000, pero en la primera alternancia en el país no cambió mucho el campo jurídico, si bien fue un periodo de confusión para los abogados, se puede afirmar que el cambio radical fue en la segunda alternancia, primero con la reforma de 2008 para asistir a un cambio civilizatorio en el mundo jurídico con el nuevo sistema acusatorio adversarial y posteriormente con la reforma de 2011, que terminó por modificar al sistema jurídico mexicano, aunque en las facultades de derecho de las universidades públicas se mantenga el viejo sistema jurídico a través de la memorización de leyes.

Es pertinente comentar que un esfuerzo individual lo ha realizado Miguel Carbonell desde hace algunos años, es recomendable leer su muy pedagógica trilogía: La enseñanza del derecho, Cartas a un estudiante de derecho, y Cartas a un profesor de derecho, vale mucho la pena leerlos sobre todo en el actual contexto de pandemia que estamos viviendo.

El abogado del siglo XXI debe ser un jurista globalizado, -que si defiende a un empresario, per se no lo convierte en un traidor a la patria-, esto es no entender el momento que se está viviendo el campo jurídico, prácticamente es quedarse en la Guerra Fría; si bien antes se les definió como personas conservadoras pero hoy en día no se les puede clasificar de esa manera, sino todo lo contrario, por ejemplo, si se revisan las sentencias de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en materia de derecho familiar, las resoluciones están muy cerca de un ejercicio de sociología jurídica que del viejo positivismo dogmático, hoy este tipo de abogado debe tener una formación multidisciplinaria, que comprenda a la ciencia política, la sociología, la economía, estas serán las nuevas ciencias que necesita el abogado para comprender el mundo que le tocó vivir. Además, necesita ser un buen esgrimista verbal, ya que todo va a girar hacia la oralidad, sobre todo después de la reforma de 2011, que borró la frontera entre el derecho privado y el derecho público, más el impulso de la globalización se tendrá que entender con la nueva lex mercatoria, en fin, son momentos fundacionales para mirar al derecho de otra manera, con la influencia del feminismo, del ambientalismo le cambió el rostro al viejo mundo jurídico.



Finalmente, quien no se adapte a los cambios jurídicos y pretenda regresar al pasado, como a ese eterno retorno de un derecho cerrado, monolítico, nacionalista y hasta chauvinista se aislará más del contexto internacional, tan sólo basta pensar en la propuesta de Luigi Ferrajoli sobre una “Constitución de la Tierra” para enfrentar verbigracia a las futuras pandemias, en donde los gobiernos actúen de manera eficaz y no como lo estamos viviendo ahora, que los gobiernos en algunos países están contaminados ideológicamente y negaron a la pandemia y arrastraron a sus sociedades hacia la muerte, pues de darse una constitución de ese tipo, al menos impactaría en tener gobiernos menos irresponsables, como los que hemos tenido en la pandemia al sujetarlos jurídicamente.