«Para esto he nacido y he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad.
El que es de la verdad, escucha mi voz».
(Juan 18,37)
A todo el pueblo de Dios y a los hombres de buena voluntad.
1. Hermanos, los obispos de Veracruz, nos dirigimos a ustedes al acercarnos con gozo a la celebración de la NAVIDAD de nuestro Salvador Jesucristo, Dios de Dios, Luz de Luz, Hijo del Padre e Hijo de María. A través de la Liturgia y de las expresiones de la piedad popular, el Señor Jesús que entró en nuestra historia para redimirla, sigue entrando en las vidas de quienes le abrimos nuestro corazón por la fe.
2. La fortaleza de los mexicanos está en nuestras familias que siguen constantes en su fe y abiertas a las necesidades de sus hermanos. Nos unimos a todas las familias que se disponen a recordar en sus hogares la alegría de la primera Venida de nuestro Señor, revestido de ternura y humildad en el regazo de María, al lado de su fiel custodio José, el carpintero, como hermosamente lo evocan nuestros tradicionales nacimientos y posadas, tan propias de los mexicanos.
3. Ante el pesebre del Divino Niño, las miradas de chicos y grandes se centran en esas imágenes que nos recuerdan la ternura y cercanía de Dios. “El amor se detiene, contempla el misterio, lo disfruta en silencio. También se conmueve, derramando toda la carga de su dolor y de sus sueños. La súplica sincera, que fluye confiadamente, es la mejor expresión de un corazón que ha renunciado a la autosuficiencia, reconociendo que solo nada puede. Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual.
4. Quisiéramos que esta rica vivencia espiritual pudiera hacerse realidad en todos los hogares cristianos, para fortalecernos en una fe madura, crecer en el amor a Dios y estrechar nuestra unidad con la familia y con la comunidad de la que formamos parte.
5. Quisiéramos que nuestra fe en Dios Amor y la riqueza de nuestras tradiciones nos impulsaran a vivir otras tantas manifestaciones de nuestro pueblo que se expresa: “en la caridad que anima por doquier gestos, obras y caminos de solidaridad con los más necesitados y desamparados. Está vigente también en la conciencia de la dignidad de la persona, la sabiduría ante la vida, la pasión por la justicia, la esperanza contra toda esperanza y la alegría de vivir aún en condiciones muy difíciles que mueven el corazón de nuestras gentes. Las raíces católicas permanecen en su arte, lenguaje, tradiciones y estilo de vida, a la vez dramático y festivo, en el afrontamiento de la realidad. [1]
6. Ciertamente la realidad que hoy vivimos dista con mucho del amoroso proyecto que Jesucristo nos vino a traer con su encarnación y nacimiento.
En medio de los esfuerzos de tantas familias que buscan construir una sociedad más justa, digna y en paz, la experiencia de muchos, así como lo que informan los medios de comunicación, nos hacen constatar que subsisten realidades cruentas y dolorosas: crisis económica, graves desigualdades, familias en situaciones precarias, atentados contra la vida, la tranquilidad y la salud de las personas, seres humanos abortados, mujeres asesinadas, venta de infantes, narcotráfico, secuestros, extorsiones, ejecuciones con crueldad y frialdad inhumana, corrupción de algunas autoridades, impunidad, descomposición del tejido social y pérdida de valores que va envenenando a las nuevas generaciones de jóvenes y niños.
7. Como denunciamos en el reciente mensaje de los Obispos de México en torno a las causas multifactoriales de esta realidad están: “el afán de lucro y de ganancia fácil, la insensibilidad de los actores políticos y sociales que velan sólo por sus intereses personales o de grupo; pero en el fondo lo más preocupante es el desprecio por la vida, el ser humano convertido en mercancía, en objeto desechable. Estamos perdiendo la conciencia de la dignidad de la persona humana y la capacidad de vernos como hermanos.”
8. Nuestra mirada de fe apuntaba al meollo de esta problemática:
“Los cristianos sabemos que la solución al problema del mal es más honda y compleja. Los actos de violencia que presenciamos y sufrimos no son sino síntomas de otra lucha más radical, donde nos jugamos de veras el futuro de nuestra Patria y de la humanidad. El ser humano es el campo de batalla de tendencias opuestas, una a la humanización y otra a la deshumanización, y la fe cristiana muestra que sólo el ser humano que se ha reencontrado con su vocación trascendente, es capaz de salir victorioso de este conflicto. Sólo en Cristo encontramos nuestra verdadera y plena identidad humana.”
9. En efecto, solo en el encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, podemos encontrar nuestra propia verdad y la salud de nuestra mente y corazón. Jesús con su Palabra, desenmascara el engaño y la mentira que se esconde tras todo pecado personal o social. Si tenemos el valor de ser sinceros, si nos dejamos iluminar por su Palabra y la fuerza de su gracia, podremos reencauzar nuestras vidas por los senderos de la verdad, como auténticos discípulos y la verdad – como nos enseñó el Maestro – nos hará libres. (cf. Juan 8,32)
10. Cuando los obispos de México reflexionábamos sobre la situación que vivimos, lo hacíamos desde la fe, “con una mirada crítica y realista, pero también esperanzadora porque estamos convencidos de que, por encima del mal que oprime al ser humano, está la acción redentora y salvífica de Dios realizada en Jesucristo. Nuestro quehacer eclesial nos compromete profundamente a trabajar por la humanización y restauración del tejido social de nuestra Patria, convencidos del valor de toda vida humana llamada a participar de la plenitud de la vida divina, porque Dios «no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan y tengan vida.» (cf. 2 Pe 3,9).” [2]
11. Hermanos: Jesús quiere nacer de nuevo en nuestros corazones. Les hacemos un llamado a vivir siempre apoyados en nuestra fe y a vivir esta Navidad, retomando todas nuestras convicciones y valores humanos y evangélicos, que nos encaminan a la humanización, y rechazando todo lo que nos deshumaniza.
12. En medio de las incertidumbres y sombras, hay mucha bondad y una reserva abundante de esperanza en cada familia. Descubrámosla, reavivémosla. Que la alegría del Señor – celebrada esta Navidad – sea nuestra fortaleza. Hagamos nuestra la exhortación del Apóstol Pablo:
13. “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.” (Filipenses 4, 4-7).
14. Que la Sagrada Familia que peregrinó en Belén, Egipto y Nazaret nos acompañe para que busquemos la verdad en todas nuestras acciones y proyectos. Seamos hombres y mujeres libres dispuestos a caminar constantes en la verdad. Así podremos escuchar “su voz”, la voz del que nació entre nosotros para ser “testigo de la verdad”. Convirtámonos en discípulos y misioneros de esta Verdad que está cambiando al mundo.
13 de Diciembre de 2009,
Tercer Domingo de Adviento.
+ Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa.
+ Rutilo Muñoz Zamora
Obispo de Coatzacoalcos.
+ Lorenzo Cárdenas Aregullín
Obispo de Papantla.
+ Luis Felipe Gallardo Martín del Campo.
Obispo de Veracruz.
+ José Trinidad Zapata Ortiz
Obispo de San Andrés Tuxtla.
+ Eduardo Porfirio Patiño Leal
Obispo de Córdoba.
+ Marcelino Hernández Rodríguez
Obispo de Orizaba
+ Juan Navarro Castellanos
Obispo de Tuxpan.
+ Jorge Carlos Patrón Wong
Obispo Coadjutor de Papantla.+ Sergio Obeso Rivera
Arzobispo Emérito de Xalapa.
+ José Guadalupe Padilla Lozano.
Obispo Emérito de Veracruz.